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jueves, 10 de septiembre de 2020

OPINIÓN


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Memorias de septiembre: recordar para actuar

por  10 septiembre, 2020

Memorias de septiembre: recordar para actuar
Recordar períodos y procesos como la Unidad Popular, las resistencias en dictadura y en los gobiernos posdictatoriales, configura memorias políticas que no solamente abordan el pasado para revisarlo críticamente y profundizar en los sentidos que tuvo para sus protagonistas y para las nuevas generaciones, sino que también permiten establecer articulaciones entre pasado y presente, que contribuyen a reflexionar sobre las condiciones actuales de las luchas sociopolíticas.

Septiembre es, probablemente, el mes más relevante del año en términos de memoria política. Se conmemora el golpe de Estado de 1973, pero también la elección de Salvador Allende como Presidente de la República el 4 de septiembre y, luego, vienen las celebraciones en torno al 18, por lo que se pone en la escena pública una gran cantidad de recuerdos, conmemoraciones, reflexiones y debates sobre el pasado de nuestro país.

Este año, además, se conmemoran los 50 años del triunfo de la Unidad Popular, lo cual ha implicado una revisión de ese período y de la figura de Allende.

Tanto para quienes vivieron la Unidad Popular y la dictadura como para las generaciones más jóvenes, las memorias políticas de ese período permiten desarrollar una serie de procesos: recordar y denunciar la violencia política de la dictadura y la cultura de la impunidad que ha prevalecido, visibilizar y homenajear a las víctimas de las violaciones de los Derechos Humanos y reflexionar sobre los alcances y limitaciones de la transición a la democracia.

Las nuevas condiciones de pobreza y precariedad, la crisis de representación política y las severas limitaciones a la soberanía popular, el modelo de desarrollo extractivista y depredador de la naturaleza y de los bienes colectivos, los requerimientos de cuidado y protección a diferentes sujetos sociales marginados, las luchas feministas y de las disidencias sexuales, la autonomía y la recuperación de las tierras del pueblo mapuche, las nuevas condiciones para una educación gratuita y de calidad, pero también segura para toda la comunidad educativa, entre otras muchas problemáticas, obligan a repensar formas de acción colectiva y de organización ciudadana que puedan abordar estas problemáticas más allá de la denuncia y el testimonio.

Pero también recordar los proyectos e ideales políticos de transformación social, las resistencias frente a la represión y, en un sentido más general, las luchas ciudadanas y comunitarias por la dignidad, las cuales han cobrado nuevos sentidos y relevancia desde el levantamiento social de octubre del 2019.

Recordar períodos y procesos como la Unidad Popular, las resistencias en dictadura y en los gobiernos posdictatoriales, configura memorias políticas que no solamente abordan el pasado para revisarlo críticamente y profundizar en los sentidos que tuvo para sus protagonistas y para las nuevas generaciones, sino que también permiten establecer articulaciones entre pasado y presente que contribuyen a reflexionar sobre las condiciones actuales de las luchas sociopolíticas.

Sin embargo, esta dimensión productiva de la memoria, referida a pensar el pasado para actuar en el presente, requiere de un esfuerzo de imaginación política que permita ir más allá de un mero ejercicio de nostalgia o de reflexión que –finalmente– no tenga mayor incidencia en relación con las luchas actuales y sus proyecciones.

En esta línea, podemos pensar que el ejercicio de la memoria política, en los términos en que la hemos formulado aquí, siempre debiera ir acompañado de una imaginación que articule creativamente pasado, presente y futuro. Creativamente en el sentido de un modo de pensar que pueda tensionar los parámetros habituales de reflexión y análisis en función de los requerimientos y características del presente. Los cambios sociales, políticos y culturales propios del siglo XXI, implican una serie de desafíos que requieren formas novedosas de pensar y actuar, más aún en el caso de Chile con la pandemia de coronavirus y el levantamiento social que va retomando fuerza.

Las experiencias de lucha del levantamiento social han evidenciado que la memoria tiene una fuerte presencia. Por ejemplo, a través de las figuras de Salvador Allende, Víctor Jara, Camilo Catrillanca, Pedro Lemebel, Gladys Martín y tantas(os) otras(os) que estuvieron presentes en paredes, banderas, canciones, gritos y consignas de quienes se manifestaron y están volviendo a apropiarse de los espacios públicos que la ciudadanía conquistó.

Sin embargo, las nuevas condiciones de pobreza y precariedad, la crisis de representación política y las severas limitaciones a la soberanía popular, el modelo de desarrollo extractivista y depredador de la naturaleza y de los bienes colectivos, los requerimientos de cuidado y protección a diferentes sujetos sociales marginados, las luchas feministas y de las disidencias sexuales, la autonomía y la recuperación de las tierras del pueblo mapuche, las nuevas condiciones para una educación gratuita y de calidad, pero también segura para toda la comunidad educativa, entre otras muchas problemáticas, obligan a repensar formas de acción colectiva y de organización ciudadana que puedan abordar estas problemáticas más allá de la denuncia y el testimonio, tomando y actualizando los aprendizajes del pasado a través de la memoria, pero poniéndolas en juego de modo pertinente a la realidad actual.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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