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viernes, 5 de agosto de 2022

OPINIÓN POLÍTICA El Sheriff

    

En un país en el que la tontera es una variable inevitable en cualquier ámbito de lo cotidiano, la irrupción de tontos que sobresalen de la media y comienzan a brillar con luz propia se ha venido instalando como algo familiar.

Hay ejemplos rutilantes en el campo de la política, y no se sabe con precisión si esta gente le hace un favor a esa actividad al disponerla como un espacio democrático en el que no se discrimina. O, por el contrario, le suma detractores al quedar la ciudadanía expuesta a la obra de sujetos con escaso cacumen.

Descuella en ese exclusivo universo el diputado Diego Schalper que no pierde tiempo ni tribuna para quedar como algo colgado de la luna cuando responde sin meditar mucho cosas que no le preguntan o que, simplemente, resultan una risible tontera mayúscula, de antología.

Un verdadero crack.

En el mismo sector hay tontos del calibre del diputado republicano Johannes Kaiser en cuyo caso habría que hacer la distinción o alertar la sospecha de que si su tontera no es otra manera subrepticia de esconder cuestiones algo menos presentables que su rústica, habitual y muy generalizada tontera.

Vale la duda si se considera que, además de sus innumerables mentiras de sí mismo, enarbola sospechosas opiniones en las que las mujeres y los homosexuales salen mal parados.

¿Misoginia o/u homosexualidad mal encarada?

El caso, como sea, limita con la tontera más montaraz de las posibles.

En fin, dos casos de alto estándar que sirven para poner en contexto un fenómeno digno de tener en cuenta: esta gente ha hecho escuela.

¿Será porque la tontera bien llevaba da réditos políticos o porque es una conducta absolutamente impune, difícil de criticar, que deja a los contendores o enemigos del tonto en un estado o situación tal que lo más inteligente es el silencio, la razón por la que hay tantos postulantes?

La tontera en política no deja huella de carbono.

Los políticos más avispados se cuidan incluso de observar la ley.

Porque, digámoslo con sus letras y cadencias, atacar a un tonto haciendo ver su condición puede resultar no solo incómodo sino motivo para ser llevado a estrados.

Desde cierto punto de vista un tonto de los que hablamos puede ser definido como un minusválido y ahí la cosa se puede poner áspera para quien haya osado espetar la palabra Tonto para hacer ver a un tonto su condición.

Así sea que en nuestro Parlamento haya inmunidad innata.

Nos llama la atención la situación de una posible alza en este tipo de políticos. Si no fuera porque, como la vea, estamos en manos de esos loquillos que hacen las leyes, dicho al paso: que ahora tienen nombres, lo que probablemente fue ocurrencia de uno de los tipos de los que tratamos de ocuparnos en estas líneas, la existencia de tontitos de capirote no debería ocuparnos sino en el capítulo relativo a la educación diferencial que debería existir en algún lado.

Pero, cuidado, la cosa no es tan fácil.

El diputado Gaspar Rivas, del Partido de la Gente, golpea la cátedra. Se ha declarado Sheriff del condado llamado Chile y, ni corto ni perezoso, se ha auto instalado una plateada estrella de seis puntas en el pecho lo que, según se lee en ella, le confiere al Honorable la calidad de Grand Sheriff del County.

Tanto como la del Apruebo y el Rechazo, la pelea por la primera posición de la tontera está desatada, y para ser justos, el diputado Rivas se ha tomado la delantera.

¡A no descuidarse los postulantes!

 

Por Ricardo Candia Cares

 

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