Todas al Congreso
- Lorena Fries
Directora del Instituto Nacional de Derechos Humanos.
Un triste récord de participación de las mujeres en política tiene
Chile en comparación con sus vecinos y con otros países fuera de la
región. La aprobación de la reforma al sistema electoral, acompañada de
la incorporación de normas que impiden la supremacía de un sexo por
sobre otro, posibilitando al menos un 40% de candidaturas de las
mujeres, constituye un gran avance en derechos humanos.
Los argumentos esgrimidos durante la discusión parlamentaria para
evitar la inclusión de la cláusula de no discriminación en el acceso a
candidaturas y ubicarlas en lugares ganables han sido los que siempre se
han levantado para evitar el avance de los derechos de las mujeres: que
rompe con el principio de igualdad, que no hay mujeres suficientes para
llenar los cupos, que a las mujeres les gusta menos la política o que
la política no está hecha para las mujeres, que por nuestra naturaleza
nos sentimos mejor haciendo otro tipo de tareas, o que se deslegitima la
votación de las mujeres puesto que están artificialmente incorporadas,
entre otros. Todos estos argumentos, esgrimidos hace más de una década
en los países que entonces discutían la adopción de leyes de cuotas, no
impidieron que esas sociedades lograran un salto cuantitativo en las
tasas de participación de mujeres cuando las adoptaron. Enterrados
quedaron los malos augurios, las interpretaciones anquilosadas sobre la
igualdad y sobre la supuesta escasez de mujeres preparadas para dicho
desafío.
Es de la lógica más elemental que si a un grupo compuesto
mayoritariamente de hombres, como es el Congreso, se incorpora un número
relevante de mujeres, los debates y las discusiones cambien, dado que
la experiencia que traen las mujeres está marcada en términos de
identidad y de roles por el orden social de género en el que vivimos. En
espacios de toma de decisiones respecto a asuntos públicos, esto puede
significar el comienzo de un camino que, a mediano o largo plazo,
permita eliminar otras formas de discriminación hacia las mujeres.
Por otra parte, en el marco de una crisis de legitimidad y
representatividad de instituciones, la incorporación de mujeres al
Congreso contribuye a represtigiarlo, ampliando su representatividad en
un país en el que la mitad de la población somos mujeres y donde se
requiere que su voz se exprese y se vea reflejada en la política para
fortalecer nuestra democracia.
Desde 1998 en adelante, el Comité de Derechos Humanos, el Comité de
la CEDAW y el Consejo de Derecho Humanos de Naciones Unidas, entre
otros, han sido persistentes en señalar su preocupación por el
desequilibrio en la participación política en cargos de representación,
entre hombres y mujeres. Junto con ello, los organismos de Naciones
Unidas hoy se vuelcan a promover la necesidad de adoptar un concepto de
igualdad sustantiva, que implica la redistribución de poderes y
recursos, y la adopción de medidas especiales de carácter temporal para
acelerar en los hechos el camino hacia la plena igualdad entre hombres y
mujeres.
Se trata de un desafío que, aunque tardíamente, Chile empieza a
abrazar, dando una respuesta en el sentido correcto en materia de
derechos humanos. De ahora en adelante, no hay excusa para que las
mujeres no nos sintamos convocadas –por el hecho de ser tales– a
participar en las próximas candidaturas al Congreso. De paso, vaya un
tributo a todas las diputadas y senadoras, sin excepción, que en
difíciles condiciones y con múltiples obstáculos, han podido llegar a
donde están.
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