lunes, 3 de mayo de 2021

DOCUMENTOS Documentos ocultos de la transición: Autocrítica del DC Jaime Castillo Velasco

 

En una de sus últimas entrevistas, el líder moral del PDC, Jaime Castillo Velasco, efectuó una descarnada autocrítica de su partido, señalando que en la etapa post-dictatorial se había ido derechizando y perdiendo consistencia ética al amparo del disfrute del poder y abandonando el proyecto histórico que le dio sentido desde la creación de su antecesora, la Falange Nacional. Y dichas autocríticas las extendió al conjunto de la Concertación. Aquí presentamos el extracto de sus partes fundamentales publicada en la revista Rocinante de abril de 2002.

TEXTO

“’El poder corrompe’ es una afirmación antigua que comparto y sobre la que siempre se debe estar vigilante. Y sucede que no siempre se es firme al respecto. Yo diría que también en mi partido se han perdido los valores éticos que hicieron posible la Falange de Frei, Leighton y Tomic. Y no podemos hacernos los lesos, sino reconocer los errores para resolverlos. A veces, por buscar acuerdos, se pierde la esencia de la doctrina que nos mueve, se relativiza la posición y no se hace fácil incluso dentro del mismo partido, sostener lo esencial. Y, finalmente se termina por adoptar una posición distinta, y el límite entre una doctrina y otra comienza a aparecer como algo difuso. Cambia el lenguaje para referirse al sentido profundo de las cosas (…)

La Democracia Cristiana es un partido con una visión y una postura humanista respecto a los temas que afectan a la sociedad y eso es lo que la distingue. Pero si esta doctrina, este discurso comienza a diluirse y solo aparece como un partido que administra el poder, que es un conjunto de grupos que polemizan por él, desvinculándose de su esencia, de la militancia y de quienes la apoyan, otro partido ocupará ese espacio, y en medio de esta confusión en que los discursos se cambian y pareciera que no hay diferencias entre unos y otros, la gente finalmente se inclina por aquellos que se le acercan y les dicen que están preocupados por ellos. Hay ejemplos históricos en nuestra vida política reciente. Le sucedió al Partido Radical en los años 50” (…)

El gobierno de Patricio Aylwin y el de Eduardo Frei tienen muchas realizaciones, lo que fue apreciado por la gente que votó mayoritariamente por ambos. El gobierno debe cumplir su programa y sus objetivos, pero a la vez este programa es reflejo de una forma de mirar la realidad, el mundo y cómo nos insertamos. El sentido profundo de estos contenidos y cómo lo plasmamos en el quehacer es lo que nos diferencia de la derecha y la UDI. Pero estas obras las hacen seres humanos que tienen cualidades y debilidades. Y sucede que en el ejercicio del poder, se pierde muchas veces ese sentido profundo del que hablo, y sin darnos cuenta comenzamos a elaborar un doble discurso en el que se pierde el sentido profundo de la acción política (…) se pierde el sentido idealista que es el sustento de un partido. Esto la gente lo percibe y hay una pérdida de confianza. Hay una pérdida de los valores éticos (…)

-En Chile ya nadie discute sobre la validez del modelo económico y el rol del mercado en el desarrollo del país.

-Pero no es, ni puede dar lo mismo para quien sustenta una ideología humanista que para aquel que solo quiere el capitalismo brutal. Si nos quedamos solo con esto último, la mundialización se basará en una profunda desigualdad. Y son estas diferencias las que se deben marcar y subrayar. Es cierto que la globalización es sinónimo de desarrollo, el punto está en quiénes son los que dirigen el proceso y para qué, con qué visión. No es lo mismo participar en él desde una posición de derecha que de una de izquierda o de una humanista y cristiana. Es necesario que pueda haber diferencia entre el discurso ideológico del Presidente Lagos y el de la derecha sobre estos temas, cuestión que a veces no aparece tan clara para mucha gente que no entiende la magnitud del problema. Así como cuando formamos la Concertación, marcamos la diferencia en lo que era el concepto de democracia para nosotros los demócratas, también debemos subrayar la diferencia en el terreno de la globalización. Debe ser transparente para todos saber qué intereses estamos resguardando y porqué lo hacemos. No podemos quedarnos solo con el discurso que muestra resultados económicos. Ser rico no es sinónimo de ser exitoso. Eso lleva al individualismo. La identidad, la postura valórica frente a la desigualdad y la necesidad de la equidad forman parte del sentido profundo del discurso que también es nuestro; de la ética que nos debe mover en esta discusión actual (…) Ahí está precisamente nuestra forma diferente de entender la política: poner el valor en el ser humano, no en el éxito económico. La tarea no es conseguir la igualdad el año tal, sino que privilegiar la acción humanista que permita lograr ese objetivo, sin descuidar ningún aspecto (…) Debemos trabajar muy junto a la gente; la militancia debe estar en medio de ellos, mostrar los valores que nos mueven, ser el espejo de esas personas para que al vernos se sientan identificados profundamente, porque representamos la solidaridad, la preocupación por los más débiles, la honestidad, la transparencia, la modestia, la alegría (…)

-¿Por qué cree que Lavín tiene hoy tanto apoyo, apareciendo como un presidenciable que corre solo?

-Independientemente de sus méritos personales, me parece que él ha sabido aprovechar bien en su discurso esta necesidad de cambio que expresa la gente, sin explicar mucho a qué cambio se refiere. Algo no estamos haciendo bien nosotros que hace posible que esto suceda. Hemos abandonado muchos espacios que ellos ocupan. La UDI representa una visión católica para un país mayoritariamente católico. Pero es una visión conservadora (…) Nosotros representamos una visión cristiana, humanista y esto debe expresarse no sólo en nuestro discurso, sino también en nuestro quehacer, en nuestra posición respecto a todos los problemas que hoy sufre la sociedad. Es un error no hacerlo. Los errores son tremendos y cuando los cometen los partidos pueden traer consecuencias aún peores. Pueden permitir que la historia retroceda a una etapa más conservadora, que quedó atrás. Y esa sería una tremenda responsabilidad que tendríamos que asumir nosotros, como el partido más grande de la Concertación” (Rocinante; N° 42, Abril 2002).[1]

Notablemente, en las elecciones parlamentarias previas a la entrevista (2001), los partidos de la Concertación (PDC, PPD, PS y PRSD) habían sacado en conjunto el 45,7% de los votos (PDC: 18,9%; PPD: 12,7%; PS: 10,0% y PRSD: 4,0%); mientras que en las últimas elecciones parlamentarias, dichos partidos sumados obtuvieron el 29,8% de los votos. Es decir, una disminución absoluta de 15,9%; y en términos proporcionales de casi 34,8%. Y dentro de ellos el PDC siguió siendo el más votado pero apenas sobre el segundo: PDC: 10,3%; PS: 9,8%; PPD: 6,1%; y PRSD: 3,6%. Es decir, el PDC bajó 8,6% en términos absolutos, pero proporcionalmente ¡un 45,5%! A su vez el PPD bajó en términos absolutos un 6,6%, lo que proporcionalmente es ¡un 51,9%! En cambio el PS bajó en términos absolutos solo un 0,2%, lo que en términos proporcionales constituye un ínfimo 2%. Y el PRSD bajó en términos absolutos un 0,4%, lo que proporcionalmente representa un 10%.

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