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miércoles, 11 de noviembre de 2020

Memorias de la dictadura UNA HISTORIA REAL

 



UNA HISTORIA REAL
“Hijos míos: hoy se cumplen cuarenta años de mi secreto. Ustedes ahora son adultos. Y tienen derecho a saberlo. Perdonen la crudeza de mi relato, pero no quiero maquillarlo ni ocultárselos más. Hace cuatro décadas, en plena dictadura, me detuvieron y me llevaron a un centro de torturas. Yo tenía veintitrés años. Y treinta y dos semanas de embarazo. El primer día, me violaron repetidamente seis o siete militares frente a mi pareja. A él lo hacían lamer el semen que me tiraban en mi cuerpo y su propio vómito en el piso. Después de ese día, a Luis, mi pareja, no lo volví a ver: nunca más se supo de él. Lo más probable es que lo hayan asesinado y arrojado al mar. Los días siguientes, me botaban a patadas al suelo, me hacían abrir las piernas y me metían ratones y arañas en el ano y en la vagina. Por el dolor, me desmayaba y me despertaba en mis propios charcos de sangre. Después me empezaron a aplicar electricidad por la vagina: eso hizo que se me adelantara el trabajo de parto. Entre torturas, parí a mi bebé. Los milicos me la sacaron, la tiraron al suelo y después la arrojaron a la basura. Yo escuchaba su llanto mientras me seguían aplicando electricidad. Lloró por horas, mientras yo, casi inconsciente, suplicaba que me mataran a mí, pero que dejaran que mi guagua viviera. Pero después, creo que ya de noche, no escuché más sus gemidos. Uno de mis torturadores me dijo, días más tarde, que se la habían comido los perros. Así fueron mis días de tortura. Valentina, su hermana que murió, cumpliría este mes cuarenta años. Perdonen mi silencio de tanto tiempo, mis depresiones cuando ustedes eran niños, mis dos intentos de suicidio. Fui la mejor madre que pude ser con ustedes, pero he estado muy dañada. Soy, a final de cuentas, una sobreviviente. No sé por qué nunca pude hablar de esto antes. Es como si estuviera hablando de otra persona. Quizás es porque tuve que volver a nacer. Cuatro años después, fuera de Chile, conocí a quien terminó siendo el padre de ustedes. El resto de la historia es la que conocen. Hoy veo a mi nieta Violeta y no puedo dejar de imaginarme cómo hubiera sido Valentina. No puedo seguir escribiendo esto, me estoy desangrando. Perdónenme. Los amo”.
Psicología Clinica Chile
(Publicado con autorización)
11 de noviembre 2020

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