viernes, 12 de diciembre de 2025

El día de después

 

COLUMNISTAS


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¿En qué momento los partidos del actual gobierno se dieron cuenta de que la derecha es un ente siniestro, que no reniega de sus métodos inhumanos, que utiliza la mentira en todos sus formas y envases como legítima arma política, que no oculta su aversión a todo lo que huela a pueblo y que reivindica con orgullo y nostalgia a la dictadura y a sus más sanguinarios ejecutores?

De ganar la ultraderecha, el legado más trascendente que dejará el actual gobierno será la entronización de un sector de la sociedad que en breve derrumbará todo aquello que Boric y su gente relevaron como insuperables políticas públicas que pusieron justicia ahí donde no la hubo en treinta años.

Al parecer, los beneficiados no lo han entendido de esa manera.

El actual escenario está definido por una alta expectativa ultraderechista y un pesimismo oficialista casi imposible de ocultar en funcionarios y dirigentes políticos, además de lo elocuentemente subjetiva opinión de la gente común en las calles y en el Uber. La cosa no es muy auspiciosa.


¿Cómo será el día después de la actual coalición de verificarse la tragedia que significa la ultraderecha pinochetista, genocida, corrupta y profundamente enemiga mortal de todo lo popular si llega al gobierno?

La lógica lineal diría que luego de fracaso del gobierno y su derrota electoral los restos del naufragio tenderían a reagruparse en busca de una nueva arquitectura que pusiera en el centro una estrategia política correctiva y autocrítica para los siguientes cuatro años.

Pero en la lógica de la política autoinmune las cosas tenderán a ir por otro lado, luego del silencio que siempre cubre el campo de batalla del lado de los perdedores.

Algunos dirán que es una derrota política transitoria, que no se supo relevar los logros de la gestión, que fue un problema comunicacional, que los casos de corrupción jugaron lo suyo, que no siempre se trabajó de consuno en el gobierno y, por cierto, que la gente es una chusma malagradecida que no vio todo lo que se avanzó en este lapso.

Lo cierto es que este fracaso comenzó mucho antes de las ofertas de cosa nueva y joven y de las amenazas de muerte al neoliberalismo.

Los orígenes de las causas que nos llevan al borde de una restauración autoritaria, represiva, antipopular y corrupta, nos retrotraen al año 1990, cuando la izquierda que se jugó la vida de sus mejores militantes para terminar con la dictadura renunció a sus principios, cultura e historia y permitió el proceso del cual ésta que se verificaría el domingo 14, es su mejor expresión, su más alta perfección, su triunfo más soñado: la dictadura de la ultraderecha por medios en los que no cree.

Pero el egocentrismo de la pequeña burguesía que se animó a disputar el gobierno sin saber lo que es poder, no va a entrar en discusiones respecto de lo cual no tiene una opinión formada y con fundamento. La autocrítica será formal, superficial y evitará a toda costa asumir responsabilidades de fondo.

En el caso del Partido Comunista quizás la cosa sea algo más espinuda si se considera que en el evento de que gane un ultraderechista, como resulta lógico, pierde una comunista, con las consecuencias objetivas que aquel evento traería consigo: o asume la tendencia a neoliberalizarse o se pone comunista para sus cosas.

Si resulta cierto que una gran mayoría del pueblo vota por el candidato ultraderechista, ¿cómo se lograría retomar la confianza de esa gente luego de la debacle?

En este lapso de treinta años, los rudimentos de organización social que la falsa transición logró desmovilizar prácticamente no existen como herramienta de los trabajadores para luchar por mejores condiciones de trabajo y de vida.

Las otrora poderosas federaciones estudiantiles transitan entre la nada y la cosa ninguna mientras las universidades públicas son cada vez más privadas. La CUT es un edificio vetusto que mira hacia La Moneda. Las confederaciones, federaciones y sindicatos nacionales desparecieron. La ANEF es una oficina de gobierno de turno. Los profesores dejaron la carnicería de su gremio en manos de un gato de campo. Y así hasta el infinito.

Entonces, ¿dónde está el pueblo?

No se sabe muy bien aunque algunos dicen que en el mall, pero sí podemos especular donde no va a estar: en el día de después cuando los restos náufragos del proyecto transicional que termina con este gobierno, intente el arte del birlibirloque para obtener una buena interpretación que deje tranquilas las conciencias en aquel platónico topos uranus de las comunas inmunes a las molestias del neoliberalismo que sigue gozando de buena salud luego de haber sido condenado a muerte.

 

Ricardo Candia Cares

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