Inminente detención de autor de disparo en la sien del cantautor
A oficial que ajustició a Víctor Jara, le decían “El LOCO"
A oficial que ajustició a Víctor Jara, le decían “El LOCO"
La Nación tiene la declaración judicial de Paredes en la que menciona la presencia de un tercer teniente en el camarín donde asesinan al cantante. Junto a Nelson Haase y Pedro Barrientos aparece “El Loco”, quien jugó a la ruleta rusa con su revólver y la cabeza de Víctor Jara. Los tres oficiales matan personalmente a los 15 detenidos que estaban con el artista.
Jefe Nacional de Delitos Contra los DDHH: “Pensamos que dice la verdad”
"Cadáver de sexo masculino que yace vestido con la ropa manchada con sangre y tierra. Mide 1,67 cm y pesa 66 kg. Rigidez ausente, livideces pálidas en el dorso. En la región parietal derecha hay dos orificios de entrada de bala".
El protocolo de autopsia -que no firmó el doctor Ezequiel Jiménez Ferry- fue escrito el 18 de septiembre de 1973. Según la declaración del médico, el examen practicado al cuerpo sin vida de Víctor Lidio Jara Martínez fue una autopsia "económica", superficial.
Una salida ejecutiva ante los centenares de cadáveres que se comenzaban a acumular en el Instituto Médico Legal, recogidos desde calles y sectores baldíos a partir del 11 de septiembre e ese año.
El documento, que figura en el expediente del proceso por el crimen del cantante, compositor y actor, era el epílogo de una vida que fue truncada sin saberse hasta ahora, con certeza, lo que había ocurrido los días 15 y 16 de septiembre de 1973, en el Estadio Chile.
Hoy comienza a esclarecerse, pero aún hay temor. Los testigos del escalafón más bajo de las Fuerzas Armadas, los conscriptos, ya no temen a las represalias de los altos mandos poderosos que ordenaron verdaderas masacres -según prueban decenas de procesos judiciales-, sino a las consecuencias judiciales de sus testimonios.
Le sucedió al ex conscripto José Paredes Márquez (54), que hoy apenas sabe escribir y sobrevive como obrero de la construcción.
Con lágrimas en los ojos, apenas pudo dibujar su nombre en las cuatro hojas donde dejó estampada su declaración judicial, en la que nombra a quienes presenciaron y participaron en el ritual de muerte al que Jara Martínez fue sometido la noche del 15 de septiembre de 1973.
El autor del disparo mortal está identificado, localizado y sólo se espera cerrar el círculo policial para caer sobre él. No se trata sólo de un testimonio, se trata de varios que lo sitúan en el tiempo y en el espacio, en el mismo lugar en que estaba Paredes Márquez.
La Nación conoce el nombre del presunto asesino de Víctor Jara. Pero para resguardar la seguridad de la investigación y de los testigos que hoy están colaborando con la justicia, lo llamaremos "El Loco".
Su nombre no ha sido publicado nunca, porque en la escena final, aparte de los conscriptos y dos tenientes, hubo un misterioso tercer oficial.
En la declaración judicial de José Paredes, a la que este medio tuvo acceso exclusivo a través de fuentes de tribunales que la Ley de Prensa permite resguardar, éste relata las circunstancias en que llega al Estadio Chile, misma versión que dan los otros conscriptos del Regimiento Tejas Verdes.
La participación de contingente de esta unidad se descubrió gracias a las indagaciones que se realizan para identificar a los oficiales que fueron delegados por Augusto Pinochet y que, a modo de una "caravana de la muerte metropolitana", recorrieron los primeros centros de detención entregando listas de prisioneros a los que había que exterminar de inmediato.
Así se supo de la presencia de miembros de Tejas Verdes en el Estadio Chile. Y como existen otros procesos por muertes y torturas ocurridas al interior de ese lugar, algunos conscriptos se excusaron diciendo que estaban en Santiago.
Fue a ese grupo al que los investigadores de la Jefatura Nacional de Delitos Contra los DDHH comenzó a interrogar y así fue como se dio con Paredes Márquez.
Dice que ingresó al servicio militar en abril de 1973, a la Escuela de Ingenieros de Tejas Verdes. Allí fue destinado a la primera sección de la Segunda Compañía de Combate.
Horas previas al golpe de Estado, su unidad fue destinada a Arsenales de Guerra y luego, llegó a un punto de control en el cruce Padre Hurtado (Camino a Melipilla). Al día siguiente, el 12 de septiembre son destinados a la Universidad de Santiago (ex UTE).
Paredes dice que "era el guardaespaldas del teniente (Pedro) Barrientos, motivo por el cual lo acompañaba a todas partes".
EL ESTADIO
El 15 de septiembre, cuando llegan al Estadio Chile, "mis compañeros conscriptos me empiezan a comentar que en el lugar estaban detenidos el director de Gendarmería, Litre Quiroga, el cantautor Víctor Jara y el director de Investigaciones, Coco Paredes", dice la declaración donde el ex conscripto también relata al juez y policías que al día siguiente el "teniente Barrientos me va a buscar y me señala que me dirija al sector del subterráneo, concurriendo para ello por el pasillo del segundo piso, costado oriente".
Paredes relata que en este lugar lo apostaron en un camarín como guardia mientras "había oficiales de otro regimiento, ignorando su grado, pero eran alrededor de cinco o seis con tenidas de combate, quienes escribían en unos papeles los datos que les preguntaban al detenido, el cual estaba sentado frente a un escritorio". Paredes no podía observar si los interrogatorios eran con tortura.
Cerca de las 19 horas, continúa el relato, "llegaron los tenientes Barrientos y ‘El Loco’, quienes traían un detenido y me llaman junto al conscripto Francisco Quiroz, donde me indican que era Víctor Jara y empezamos a insultarlo por su condición de comunista, reconociendo a esta persona en ese instante como Víctor Jara, ya que no lo conocía previamente. Lo dejaron en ese lugar, siendo custodiado por Quiroz".
Los detenidos iban y venían, dice Paredes, al igual que los oficiales interrogadores. Para el 17 de septiembre, cerca de las 21 horas, "estando de centinela, observé el ingreso de aproximadamente 15 detenidos, quienes eran traídos por otros funcionarios de Ejército de otra repartición, ignorando cuál. Entre estos detenidos estaban Víctor Jara y Litre Quiroga, a quienes lo colocan frente a la pared", contó.
Antes de llegar al momento más dramático del único relato que revela la forma en que muere el artista y el resto de los detenidos, el ex conscripto aclara que los interrogadores ya se han marchado.
"Después de las 21 horas llegan los oficiales de la Escuela de Ingenieros de Tejas Verdes, Nelson Haase Mazzei y "El Loco" e ingreso al interior junto a Quiroz, donde "El Loco" comienza a jugar a la ruleta rusa con los detenidos, que consistía en colocar un cartucho en la recámara y dar vuelta la nuez y disparar, agarrando primero a Víctor Jara y lo comienza a insultar", relata Paredes.
A estas alturas, dice que ya reconocía perfectamente a Jara, describiéndolo como "de pelo crespo, color negro, de aproximadamente 1,70 cm, delgado y vestía ropa oscura", que calza con la vestimenta con que fue visto por última vez por testigos.
El rito sangriento de "El Loco" continúa: "Lo coloca (a Víctor) hacia la pared y da vuelta la nuez y le dispara, cayendo al suelo y después nos ordena; es decir, a mí y a Quiroz, darle una ráfaga del fusil SIG en el cuerpo, sin precisar ninguna parte, sino en forma horizontal".
RECONOCIMIENTO
Las tesis policiales acá pueden aclarar algo. El protocolo de autopsia revela dos disparos en la sien derecha, "16 orificios de entrada y 12 orificios de salida de diferentes tamaños; en el abdomen hay 6 orificios de entrada de bala y 4 de salida; en la extremidad superior derecha hay 2 heridas a bala transfixiante; en las extremidades inferiores hay 18 orificios de entrada de bala y 14 de salida". Es decir, descargas que suman en total 44 proyectiles calibre 7.65, la munición del tipo de fusil (SIG) usado.
Cada arma utiliza un cargador con 20 municiones, lo que implica que se utilizaron más de tres para completar el trabajo sucio. Fuentes consultadas no descartan que en el lugar se haya descargado una primera ráfaga y luego, en otro sitio, una segunda. Esto, debido a las características del lugar que presentaba riesgo de rebote de proyectiles, esquirlas y escombros de las baldosas destruidas por los tiros.
Consultado sobre la certeza de que se trataba de Jara, el ex conscripto, que en ese momento sólo tenía 18 años, asegura que "sí, ya que previamente me había burlado de él y sabía perfectamente quién era Víctor Jara y observé cuando le dispara y por orden del "Loco" tuve que dispararle una ráfaga en su cuerpo".
Unos camilleros quienes trasladan a Víctor Jara a una ambulancia, fueron llamados en ese momento por "El Loco". Pero el terror no se detuvo, porque ahora era el turno del resto de los detenidos, incluidos Quiroga y Paredes. Y la solución vino de una manera más directa, según José Paredes Márquez.
"Posteriormente salgo y me quedo en la puerta del mismo camarín como centinela, junto a Quiroz, e ingresan los oficiales Barrientos, R. S. J. (identidad reservada), quienes junto a Haase y "El Loco" empiezan a dispararle, tiro a tiro, con el fusil SIG a los demás detenidos que se encontraban en el interior del camarín. Después de esto, llega un enfermero con una camilla y empieza a sacar los cuerpos y los lleva hacia la ambulancia", revela.
Tras mostrarle un set fotográfico actualizado, Paredes va reconociendo uno a uno a sus jefes, los oficiales que ordenan y comandan la matanza.
Al "Loco" lo reconoce en un 70% "debido al tiempo transcurrido, pero sí estoy seguro que la persona que le disparó a Víctor Jara Martínez, era él, ya que era de mi mismo regimiento y lo veía constantemente... Era más bien pelusa y loco, de hecho era conocido como "El Loco", además que era comando, boina negra".
Sobre Nelson Haase Mazzei, el teniente de mayor rango, dice que "reconozco su fotografía en un 80%. Debo hacer presente que las características de Haase era muy apegado a la disciplina militar".
"El Loco" está cercado, ya no tiene escapatoria. Es sólo cuestión de horas. Después de 36 años, al menos en este caso, el olvido se llenó de memoria. investigacion@lanacion.cl
Juez ordena exhumar a Víctor Jara
La única abundancia que la tumba de Víctor Jara muestra son las flores que invaden el nicho en el Cementerio General. En los registros de lugares de interés para los visitantes del camposanto, la humilde morada final del cantante es uno de los puntos más visitados.
El ministro Juan Fuentes Belmar, quien investiga el crimen de Jara, ordenó en las últimas horas la exhumación del cadáver del cantante y éste sería el motivo por el cual el magistrado se reunió el viernes último con la viuda del músico, Joan Turner, en su oficina del Palacio de Tribunales.
Víctor Jara nunca fue sometido a una autopsia. El médico, Ezequiel Jiménez, que sólo redactó el borrador del protocolo, mencionado en la nota principal, declaró judicialmente que el examen era sólo visual. El doctor reconoció que nunca firmó el documento que fue transcrito y agregado al expediente.
Por ello es que el juez tendría la inquietud de realizar un nuevo estudio tanatológico para confirmar la versión sobre los disparos en la cabeza y el cuerpo. Lo anterior podría aclarar la muerte de Víctor Jara. Dicho de otra forma, si el disparo en la cabeza fue anterior o posterior a las ráfagas que dispararon los conscriptos.
Macabro rompecabezas
Tras una paciente labor, los oficiales de la PDI reunieron declaraciones y cotejaron datos hasta que lograron armar -cual si fuera un macabro rompecabezas- las circunstancias en que fue asesinado el cantautor nacional.
Así descubrieron la existencia de una especie de “caravana de la muerte metropolitana” que en los primeros días, tras el golpe militar de 1973, recorrió los centros de detención con una lista de los nombres de los prisioneros que debían ser liquidados en forma inmediata.
Uno a uno fueron interrogados los ex conscriptos del Regimiento de Ingenieros de Tejas Verdes hasta dar con José Paredes Márquez, quien admitió que cuando sólo tenía 18 años obedeció la orden de acribillar el agónico cuerpo de Jara. También contó que el oficial que disparó sobre el parietal derecho del cantautor recibía el mote de “El Loco”. Para no perjudicar la investigación, La Nación se reserva el nombre del sujeto cuya detención es inminente.
Jefe Nacional de Delitos Contra los DDHH: “Pensamos que dice la verdad”
"Cadáver de sexo masculino que yace vestido con la ropa manchada con sangre y tierra. Mide 1,67 cm y pesa 66 kg. Rigidez ausente, livideces pálidas en el dorso. En la región parietal derecha hay dos orificios de entrada de bala".
El protocolo de autopsia -que no firmó el doctor Ezequiel Jiménez Ferry- fue escrito el 18 de septiembre de 1973. Según la declaración del médico, el examen practicado al cuerpo sin vida de Víctor Lidio Jara Martínez fue una autopsia "económica", superficial.
Una salida ejecutiva ante los centenares de cadáveres que se comenzaban a acumular en el Instituto Médico Legal, recogidos desde calles y sectores baldíos a partir del 11 de septiembre e ese año.
El documento, que figura en el expediente del proceso por el crimen del cantante, compositor y actor, era el epílogo de una vida que fue truncada sin saberse hasta ahora, con certeza, lo que había ocurrido los días 15 y 16 de septiembre de 1973, en el Estadio Chile.
Hoy comienza a esclarecerse, pero aún hay temor. Los testigos del escalafón más bajo de las Fuerzas Armadas, los conscriptos, ya no temen a las represalias de los altos mandos poderosos que ordenaron verdaderas masacres -según prueban decenas de procesos judiciales-, sino a las consecuencias judiciales de sus testimonios.
Le sucedió al ex conscripto José Paredes Márquez (54), que hoy apenas sabe escribir y sobrevive como obrero de la construcción.
Con lágrimas en los ojos, apenas pudo dibujar su nombre en las cuatro hojas donde dejó estampada su declaración judicial, en la que nombra a quienes presenciaron y participaron en el ritual de muerte al que Jara Martínez fue sometido la noche del 15 de septiembre de 1973.
El autor del disparo mortal está identificado, localizado y sólo se espera cerrar el círculo policial para caer sobre él. No se trata sólo de un testimonio, se trata de varios que lo sitúan en el tiempo y en el espacio, en el mismo lugar en que estaba Paredes Márquez.
La Nación conoce el nombre del presunto asesino de Víctor Jara. Pero para resguardar la seguridad de la investigación y de los testigos que hoy están colaborando con la justicia, lo llamaremos "El Loco".
Su nombre no ha sido publicado nunca, porque en la escena final, aparte de los conscriptos y dos tenientes, hubo un misterioso tercer oficial.
En la declaración judicial de José Paredes, a la que este medio tuvo acceso exclusivo a través de fuentes de tribunales que la Ley de Prensa permite resguardar, éste relata las circunstancias en que llega al Estadio Chile, misma versión que dan los otros conscriptos del Regimiento Tejas Verdes.
La participación de contingente de esta unidad se descubrió gracias a las indagaciones que se realizan para identificar a los oficiales que fueron delegados por Augusto Pinochet y que, a modo de una "caravana de la muerte metropolitana", recorrieron los primeros centros de detención entregando listas de prisioneros a los que había que exterminar de inmediato.
Así se supo de la presencia de miembros de Tejas Verdes en el Estadio Chile. Y como existen otros procesos por muertes y torturas ocurridas al interior de ese lugar, algunos conscriptos se excusaron diciendo que estaban en Santiago.
Fue a ese grupo al que los investigadores de la Jefatura Nacional de Delitos Contra los DDHH comenzó a interrogar y así fue como se dio con Paredes Márquez.
Dice que ingresó al servicio militar en abril de 1973, a la Escuela de Ingenieros de Tejas Verdes. Allí fue destinado a la primera sección de la Segunda Compañía de Combate.
Horas previas al golpe de Estado, su unidad fue destinada a Arsenales de Guerra y luego, llegó a un punto de control en el cruce Padre Hurtado (Camino a Melipilla). Al día siguiente, el 12 de septiembre son destinados a la Universidad de Santiago (ex UTE).
Paredes dice que "era el guardaespaldas del teniente (Pedro) Barrientos, motivo por el cual lo acompañaba a todas partes".
EL ESTADIO
El 15 de septiembre, cuando llegan al Estadio Chile, "mis compañeros conscriptos me empiezan a comentar que en el lugar estaban detenidos el director de Gendarmería, Litre Quiroga, el cantautor Víctor Jara y el director de Investigaciones, Coco Paredes", dice la declaración donde el ex conscripto también relata al juez y policías que al día siguiente el "teniente Barrientos me va a buscar y me señala que me dirija al sector del subterráneo, concurriendo para ello por el pasillo del segundo piso, costado oriente".
Paredes relata que en este lugar lo apostaron en un camarín como guardia mientras "había oficiales de otro regimiento, ignorando su grado, pero eran alrededor de cinco o seis con tenidas de combate, quienes escribían en unos papeles los datos que les preguntaban al detenido, el cual estaba sentado frente a un escritorio". Paredes no podía observar si los interrogatorios eran con tortura.
Cerca de las 19 horas, continúa el relato, "llegaron los tenientes Barrientos y ‘El Loco’, quienes traían un detenido y me llaman junto al conscripto Francisco Quiroz, donde me indican que era Víctor Jara y empezamos a insultarlo por su condición de comunista, reconociendo a esta persona en ese instante como Víctor Jara, ya que no lo conocía previamente. Lo dejaron en ese lugar, siendo custodiado por Quiroz".
Los detenidos iban y venían, dice Paredes, al igual que los oficiales interrogadores. Para el 17 de septiembre, cerca de las 21 horas, "estando de centinela, observé el ingreso de aproximadamente 15 detenidos, quienes eran traídos por otros funcionarios de Ejército de otra repartición, ignorando cuál. Entre estos detenidos estaban Víctor Jara y Litre Quiroga, a quienes lo colocan frente a la pared", contó.
Antes de llegar al momento más dramático del único relato que revela la forma en que muere el artista y el resto de los detenidos, el ex conscripto aclara que los interrogadores ya se han marchado.
"Después de las 21 horas llegan los oficiales de la Escuela de Ingenieros de Tejas Verdes, Nelson Haase Mazzei y "El Loco" e ingreso al interior junto a Quiroz, donde "El Loco" comienza a jugar a la ruleta rusa con los detenidos, que consistía en colocar un cartucho en la recámara y dar vuelta la nuez y disparar, agarrando primero a Víctor Jara y lo comienza a insultar", relata Paredes.
A estas alturas, dice que ya reconocía perfectamente a Jara, describiéndolo como "de pelo crespo, color negro, de aproximadamente 1,70 cm, delgado y vestía ropa oscura", que calza con la vestimenta con que fue visto por última vez por testigos.
El rito sangriento de "El Loco" continúa: "Lo coloca (a Víctor) hacia la pared y da vuelta la nuez y le dispara, cayendo al suelo y después nos ordena; es decir, a mí y a Quiroz, darle una ráfaga del fusil SIG en el cuerpo, sin precisar ninguna parte, sino en forma horizontal".
RECONOCIMIENTO
Las tesis policiales acá pueden aclarar algo. El protocolo de autopsia revela dos disparos en la sien derecha, "16 orificios de entrada y 12 orificios de salida de diferentes tamaños; en el abdomen hay 6 orificios de entrada de bala y 4 de salida; en la extremidad superior derecha hay 2 heridas a bala transfixiante; en las extremidades inferiores hay 18 orificios de entrada de bala y 14 de salida". Es decir, descargas que suman en total 44 proyectiles calibre 7.65, la munición del tipo de fusil (SIG) usado.
Cada arma utiliza un cargador con 20 municiones, lo que implica que se utilizaron más de tres para completar el trabajo sucio. Fuentes consultadas no descartan que en el lugar se haya descargado una primera ráfaga y luego, en otro sitio, una segunda. Esto, debido a las características del lugar que presentaba riesgo de rebote de proyectiles, esquirlas y escombros de las baldosas destruidas por los tiros.
Consultado sobre la certeza de que se trataba de Jara, el ex conscripto, que en ese momento sólo tenía 18 años, asegura que "sí, ya que previamente me había burlado de él y sabía perfectamente quién era Víctor Jara y observé cuando le dispara y por orden del "Loco" tuve que dispararle una ráfaga en su cuerpo".
Unos camilleros quienes trasladan a Víctor Jara a una ambulancia, fueron llamados en ese momento por "El Loco". Pero el terror no se detuvo, porque ahora era el turno del resto de los detenidos, incluidos Quiroga y Paredes. Y la solución vino de una manera más directa, según José Paredes Márquez.
"Posteriormente salgo y me quedo en la puerta del mismo camarín como centinela, junto a Quiroz, e ingresan los oficiales Barrientos, R. S. J. (identidad reservada), quienes junto a Haase y "El Loco" empiezan a dispararle, tiro a tiro, con el fusil SIG a los demás detenidos que se encontraban en el interior del camarín. Después de esto, llega un enfermero con una camilla y empieza a sacar los cuerpos y los lleva hacia la ambulancia", revela.
Tras mostrarle un set fotográfico actualizado, Paredes va reconociendo uno a uno a sus jefes, los oficiales que ordenan y comandan la matanza.
Al "Loco" lo reconoce en un 70% "debido al tiempo transcurrido, pero sí estoy seguro que la persona que le disparó a Víctor Jara Martínez, era él, ya que era de mi mismo regimiento y lo veía constantemente... Era más bien pelusa y loco, de hecho era conocido como "El Loco", además que era comando, boina negra".
Sobre Nelson Haase Mazzei, el teniente de mayor rango, dice que "reconozco su fotografía en un 80%. Debo hacer presente que las características de Haase era muy apegado a la disciplina militar".
"El Loco" está cercado, ya no tiene escapatoria. Es sólo cuestión de horas. Después de 36 años, al menos en este caso, el olvido se llenó de memoria. investigacion@lanacion.cl
Juez ordena exhumar a Víctor Jara
La única abundancia que la tumba de Víctor Jara muestra son las flores que invaden el nicho en el Cementerio General. En los registros de lugares de interés para los visitantes del camposanto, la humilde morada final del cantante es uno de los puntos más visitados.
El ministro Juan Fuentes Belmar, quien investiga el crimen de Jara, ordenó en las últimas horas la exhumación del cadáver del cantante y éste sería el motivo por el cual el magistrado se reunió el viernes último con la viuda del músico, Joan Turner, en su oficina del Palacio de Tribunales.
Víctor Jara nunca fue sometido a una autopsia. El médico, Ezequiel Jiménez, que sólo redactó el borrador del protocolo, mencionado en la nota principal, declaró judicialmente que el examen era sólo visual. El doctor reconoció que nunca firmó el documento que fue transcrito y agregado al expediente.
Por ello es que el juez tendría la inquietud de realizar un nuevo estudio tanatológico para confirmar la versión sobre los disparos en la cabeza y el cuerpo. Lo anterior podría aclarar la muerte de Víctor Jara. Dicho de otra forma, si el disparo en la cabeza fue anterior o posterior a las ráfagas que dispararon los conscriptos.
Macabro rompecabezas
Tras una paciente labor, los oficiales de la PDI reunieron declaraciones y cotejaron datos hasta que lograron armar -cual si fuera un macabro rompecabezas- las circunstancias en que fue asesinado el cantautor nacional.
Así descubrieron la existencia de una especie de “caravana de la muerte metropolitana” que en los primeros días, tras el golpe militar de 1973, recorrió los centros de detención con una lista de los nombres de los prisioneros que debían ser liquidados en forma inmediata.
Uno a uno fueron interrogados los ex conscriptos del Regimiento de Ingenieros de Tejas Verdes hasta dar con José Paredes Márquez, quien admitió que cuando sólo tenía 18 años obedeció la orden de acribillar el agónico cuerpo de Jara. También contó que el oficial que disparó sobre el parietal derecho del cantautor recibía el mote de “El Loco”. Para no perjudicar la investigación, La Nación se reserva el nombre del sujeto cuya detención es inminente.
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