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domingo, 31 de julio de 2022

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 Domingo 31 de Julio 2022

Por: Manuel Humberto Ahumada Lillo.
La voz de los trabajadores CGT.
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OPINIÓN

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Hacer política y fusilar al enemigo

por  31 julio, 2022

Hacer política y fusilar al enemigo
No se ve fácil lo que viene. El temor a ser víctima de algún delito se potencia con la incertidumbre laboral y económica. Al principio de manera furtiva y ahora de manera desatada, la inflación no da tregua. Todo esto fomenta la resolución violenta de los conflictos. 

“¡Hay que fusilar al 30% de los profesores! Esto es lo que se merecen por haber adoctrinado y envenenado a nuestra juventud con ideas marxistas”. Las palabras fueron proferidas hace días en un canal de Youtube que sale al aire semanalmente. El emisor, un empresario de Osorno que, además, ha señalado que se va a “pitear a un juez y a un fiscal”. Aparte de llamar abiertamente a la sedición, el rambo chileno ha dicho públicamente que está en proceso de organización de un grupo de autodefensas porque las Fuerzas Armadas chilenas son cobardes y timoratas. Patético. Estas palabras que podrían parecer extemporáneas son el reflejo de la polarización política ¿Cuánto falta para que algunos empiecen a “pitearse” autoridades? Sin comentarios.

Si este señor tuviera algo de conocimiento histórico y empatía humana, tendría que pensarlo dos veces antes de hablar livianamente de fusilar. En la Guerra Civil de 1891 se cuentan por cientos; en la semana roja ocurrida en Santiago durante el mes de octubre de 1905, en la llamada Huelga de la carne, decenas de manifestantes fueron ejecutados por las guardias blancas conformadas por civiles, armados por el Gobierno de Germán Riesco; otros centenares de trabajadores fueron masacrados por el ejército en 1907 en la Escuela Santa María de Iquique.

La situación se repitió en 1934 en Ránquil (Lonquimay). Decenas y tal vez cientos de campesinos fueron ultimados por las balas de la policía. Y cientos de fusilados tras el Golpe de Estado de 1973. Esto es solo un recordatorio. Grave sería que en vez de olvido sea el deseo de repetir los métodos contra el considerado enemigo. Matarlo.

Lo aparentemente extemporáneo y repulsivo comienza  a repetirse. Hace un par de semanas, un exdiputado DC, también por un canal de Youtube, trató de “monos disfrazados” al equipo diplomático chileno que acompañó a Gabriel Boric en su gira por Canadá y EEUU. Sin filtro alguno, los comparó con los indígenas kawésqar y mapuche que fueron exhibidos en Europa (1881-1883) en los llamados zoológicos humanos. Comparación en un ánimo degradante, sin duda.

No es extraño entonces que en la antesala del referéndum del 4 de septiembre próximo la situación se haya polarizado.

Pero esto es de larga data. Benjamín Vicuña Mackenna, quien fuera Intendente de Santiago (1872-1875), consideraba al mapuche un “bruto indomable”, “enemigo de la civilización”, que solo “adoraba los vicios”, “la ociosidad”, la “mentira” y la “traición”, características que había transmitido al campesino del Valle Central.

La segregación social y cultural es un tema presente y pendiente en el país. Todo lo que suene a mezcla racial y a mestizaje descompone a algunos. El exdiputado se autopercibe europeo y sin ningún grado de conexión con esos otros chilenos que califica de “monos”. La nación única e irreductible que probablemente defiende y considera bajo amenaza con el actual proceso constituyente, tiene sólo un carácter retórico.

Es imperativo comprender la creciente violencia que comienza a inundar de temor nuestras vidas. Convivimos con un campo semántico agresivo: discursos incendiarios, agresiones y funas. Y cuando salimos a la calle quedamos expuestos a encerronas, portonazos, homicidios, robos y otros delitos, como el sicariato, que asesina sin contemplación. Se percibe cierta anomia e impunidad frente al crimen. El narcotráfico dejó de ser un fenómeno aislado. Expresión del capitalismo gore, como diría la teórica mexicana Sayak Valencia, se convirtió en una industria establecida y en una estética aceptada: la narcocultura.

También es cierto que algunos grupos integrados por personas mapuche han optado por la lucha armada contra el Estado (no contra los chilenos), que refleja en la larga duración temporal un conflicto no abordado institucionalmente. Sabemos que el Estado chileno no ha honrado los pactos suscritos con el pueblo mapuche. Ni que hablar de las forestales, principales responsables del daño cultural y ecológico en la Araucanía-Wallmapu. Ni una palabra, ni un gesto concreto, ni un asomo de “patriotismo”, nada.



No se ve fácil lo que viene. El temor a ser víctima de algún delito se potencia con la incertidumbre laboral y económica. Al principio de manera furtiva y ahora de manera desatada, la inflación no da tregua. Todo esto fomenta la resolución violenta de los conflictos.

Es el germen de la división interna de un país. Sabemos que el escalamiento puede terminar en una guerra civil. Por causas diversas y con distintos alcances en Chile ya hemos tenido cuatro (1829-1851-1859-1891). Sin contar con los golpes de Estado. Más que dialogar habría que fusilar como diría el personaje señalado.

No es extraño entonces que en la antesala del referéndum del 4 de septiembre próximo la situación se haya polarizado. Sea cual sea el resultado, o “pase lo que pase”, como dijo el vicepresidente de la Convención, Gaspar Domínguez, chilenos y chilenas se manifestarán con su voto. Se discute la forma, se concuerda en el fondo: rechazar la violencia, aprobar el diálogo y cambiar la Constitución de 1980.


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

Con bombo y platillos en el Valparaíso profundo

    

Los chinchineros y las chinchineras son un patrimonio cultural vivo de nuestro país que se ha venido trasmitiendo de generación en generación desde los años veinte-treinta-cuarenta hasta nuestros días. Este arte popular callejero se desarrolló fundamentalmente en la zona central y especialmente en las ciudades de Santiago y Valparaíso.

Hoy sábado 30 de julio en el local “Valparaíso Profundo” ubicado en el medio del Pasaje Fisher o de la “Escalera de Colores” del cerro Concepción -un espacio cultural y patrimonial donde funcionaron los “Baños El Almendro” desde mediados del siglo XIX y principios del siglo XX, baños públicos para mujeres- se realizó una actividad abierta a la comunidad como parte de un trabajo de investigación denominado “Con Bombo y Platillos. Caracterización del Chinchinero en Valparaíso”, en cuya realización participaron Camila Guerrero y Daniela Ramírez, presentes en esta actividad, al cual asistieron niñas y niños de los hogares Arturo Prat y Santa Teresa.

 

 

Alejandra Jiménez, a nombre del Valparaíso Profundo, al dar inicio a esta actividad manifestó:

“Estamos culminando el mes de julio con esta hermosa actividad y estamos felices de tener acá a los chicos del Hogar Arturo Prat y del Hogar Santa Teresa. Bienvenidos todos y todas y también a los adultos que los acompañan y al público presente en general. Esta es una tarde muy especial, porque ustedes ya están viendo aquí a esta señorita. Ella es una Chinchinera y para quienes no conocen este oficio ella nos va a contar un poco la historia del Chinchin, va a chinchinear, porque cuando ella toca este instrumento se le llama chinchinear, entonces ustedes van a poder conocer así un poquito de este trabajo”

Con una sala repleta, principalmente de niños y niñas, la Chinchinera Camila Guerrero explicó en qué consistía esta actividad, expresando:

 “Vengo acompañada de la Dani y vamos a partir esta presentación. Voy a tocar un poquito, voy a hacer parte de lo que es la rutina chinchinera y después vamos a ver una cápsula audiovisual que está pensada para los niñes. Cuando este oficio lo hacemos en la calle o con más cultores es más largo, pero esta presentación de ahora es para que nos vayamos acercando más al tema. Tocaré los bailes tradicionales de la rutina que son el vals, el foxtrot y la cueca. Después de eso vamos a hacer unas actividades con ustedes para aclarar las dudas que tengan o si quieren darnos sus opiniones. Esta investigación es sobre la caracterización del chinchinero en Valparaíso. Se trata de entender dónde podemos encontrar chinchineros, cómo se visten, qué tocan, cómo se llaman las partes del chinchin y otras características propias de los cultores de esta zona.”

Con una demostración de este patrimonial oficio Camila Guerrero, actuando con su chinchin en la espalda, mostró de manera hermosa y alegre la forma como ella expresa la música y la danza, al compás de este popular y complejo instrumento que se percute con los pies al mismo tiempo que se va realizando el baile.

 

Posteriormente se exhibió una cápsula audiovisual con el trabajo realizado sobre la manifestación chinchinera en Valparaíso, a través del cual se fueron exponiendo las distintas características del instrumento, la vestimenta, los bailes que lo acompañan y los lugares en donde esta manifestación de arte popular urbano se desenvuelve.

Una vez finalizado el documental, Daniela Ramírez realizó una interesante dinámica pedagógica para estimular la participación de las niñas y niños presentes. En el interior del sombrero, un elemento característico del chinchinero y la chinchinera, había varios papelitos con distintas preguntas que fueron retirados voluntariamente por diversos niños y niñas, preguntas que guardaban relación con lo planteado en el audiovisual exhibido anteriormente. Esto generó un gran entusiasmo y participación de las niñas y niños, quienes además de ir respondiendo grupalmente las preguntas, formularon una serie de importantes interrogantes que fueron respondidas por Daniela y Camila.

Una de las preguntas planteada fue ¿cómo podemos colaborar para que el chinchinero y la chinchinera siga por muchos años más?  Las niñas y niñas respondieron lo siguiente: “apoyarles y darles espacio; que sigan tocando en las calles; invitarles a lugares; que les enseñen a sus hijos y así van a aprender a tocar.”

 

Camila hizo uso de la palabra para agregar que “este es un oficio propio de nuestra cultura. Como salía en el video, el chinchin, el chinchinero, la chinchinera, es un oficio patrimonial de la zona central de nuestro país, que es de Santiago y Valparaíso. Una buena forma de ayudar que ese oficio permanezca es darle su reconocimiento. Valorar a las personas que se dedican a este oficio ya que son patrimoniales. La forma tradicional es tocar acompañada del organillero.  Una de las formas para que este oficio continúe es reconociéndolo y la mejor forma de reconocerlo es que cuando uno vea a una chinchinera, a un organillero, lo primero es ir a verlo y si uno puede colaborar al pasar la gorra lo hace, y si no se puede saludarlo o felicitarlo. Todas esas formas de reconocimiento sirven.”

 

 

Como parte final de esta actividad Daniela y Camila invitaron a las niñas y niños al escenario para enseñarles algunos ritmos y luego permitir que se colocaran el chinchin en sus espaldas y pudieran sentir y tocar este patrimonial instrumento popular.

Menciono un par de las preguntas planteadas por los niños y niñas a Camila y Daniela:

1.-¿Cuándo empiezan a tocar los chinchineros y las chinchineras en Chile?

“Al puerto de Valparaíso llegan primero los organillos y luego desde los organillos se desprende este otro oficio. Los primeros indicios de los chinchineros son en Santiago. Hay más chinchineros en Santiago y después vienen a hacer itinerancias a Valparaíso. Eso es en el año 1940, más o menos. Es una tradición que no tiene más de cien años. Dicen que la primera que tocó un chinchin en Valparaíso fue una mujer, doña Ricarda, así le decían, es un apodo. En los años cuarenta empiezan a aparecer los primeros cultores en esta región.

En los años noventa había niñas de tradición que tocaban, pero cuando las niñas crecían, llegaban a la adolescencia, dejaban de tocar chinchin. Hubo un tiempo, como veinte años, donde no había mujeres chinchineras. Ahora pasó que otras personas, que no venimos de tradición, como yo y otras compañeras, ahora sí hay mujeres chinchineras. Se está produciendo una reactivación del rol de la mujer en el oficio, lo que es muy bueno.”

 

2.- ¿Cómo aprendió a ser chinchinera?

“Aprendí en una escuela carnavalera “Chinchitirapie” que es de Santiago. Aprendí hace muchos años atrás, el 2009, y tuve la suerte de conocer a un chinchinero de tradición que le decían “El Pepa”. El falleció, es el chinchinero que tocó con Joe Vasconcellos. Él fue mi maestro y el maestro de varias otras personas. Después una va aprendiendo y practicando con el trabajo en la calle. Además, siempre que una toca con los cultores, los de tradición, una aprende, porque ahí es donde está el conocimiento, ellos tocan desde chiquititos.”

Al final de esta actividad me acerqué a conversar con Daniela y Camila para plantearles unas pequeñas inquietudes adicionales, cuyas respuestas transcribo a continuación:

“Mi nombre es Daniela Ramírez, soy Educadora de Párvulos y Mediadora de escuela libre. Junto a Camila y otras compañeras y compañeros participamos en este trabajo de investigación que hoy hemos presentado en esta cápsula audiovisual.”

“Mi nombre es Camila Guerrero y nosotras hicimos un proyecto de investigación sobre la caracterización del chinchinero en Valparaíso, el proyecto se llama Con Bombos y Platillos. Ambas formamos parte del Equipo de Investigación. Yo como chinchinera y ella como educadora. Yo me dedico como profesión al oficio de chinchinera y , además, soy profesora de danza.”

Guillermo Correa Camiroaga, Valparaíso 30 julio 2022

 

Un mundo sin potencia hegemónica

    

En vez de lamentarnos o alegrarnos por la deriva de la guerra en Ucrania, en favor o en contra de uno u otro bando, creo que deberíamos comprender cómo los cambios en el orden mundial están afectando a los pueblos y a los movimientos populares. La geopolítica debe sernos de utilidad para definir los modos de actuar de los de abajo ante las tormentas en curso.

Un reciente artículo de José Luis Fiori, investigador brasileño en el Instituto de Estudios Estratégicos sobre Petróleo, Gas y Biocombustibles, destaca en un artículo en IHU Unisinos que el mundo está transitando desde un unilateralismo casi absoluto hacia un multilateralismo oligárquico agresivo, en un periodo en el cual el mundo vivirá por un tiempo sin una potencia hegemónica (https://bit.ly/3PwEctf).

Esta afirmación me parece tan ajustada como importante. Durante unas décadas viviremos en un mundo donde ninguna potencia podrá definir de forma unilateral las reglas y, por tanto, entramos en un periodo de caos y descomposición del sistema-mundo. Las reglas las impondrán muy a menudo las bandas o manadas armadas de asesinos paraestatales.

Un periodo relativamente breve, en términos históricos, de convulsiones profundas y gigantescas tormentas como ya lo ha analizado el zapatismo. Algo así ha sucedido durante las guerras de independencia, transición entre las hegemonías española y británica, o en la primera mitad del siglo XX, con dos guerras mundiales y múltiples revoluciones en el tercer mundo, que jalonaron el ascenso de Estados Unidos.

Aunque ahora las cosas no serán idénticas (por la suma de crisis climática, las armas nucleares, el ascenso de potencias no occidentales y la crisis del capitalismo, entre otras), la historia puede servirnos de espejo e inspiración, porque los sectores populares del mundo fueron brutalmente agredidos y no pudieron hacer prevalecer sus propios proyectos, cuando los tuvieron.

A partir de constatar que estamos ingresando en un mundo sin potencia hegemónica, quisiera exponer algunas ideas sobre el papel que podemos jugar los de abajo en esta convulsionada etapa.

El primer punto es que debemos rechazar tanto a la vieja potencia decadente como a las aspirantes a sustituirla. Se trata de guerras entre imperios y clases dominantes en las cuales nuestros intereses están ausentes. En las guerras de independencia latinoamericanas los pueblos originarios, negros y mestizos se jugaron la vida para que los criollos se hicieran con el poder.

Para ellos nada cambió. Peor aún, en muchos casos las nuevas repúblicas fueron más brutales que los virreinatos, como demuestra el caso del pueblo mapuche que sufrió despojo y genocidio en la mal llamada Pacificación de la Araucanía.

El segundo es que resulta imprescin­dible abrir espacios propios de los pueblos, poner en marcha proyectos de larga duración que no beneficien ni a las viejas élites ni a las nuevas emergentes. Si no pudiéramos enarbolar proyectos propios, seremos absorbidos por las clases dominantes que utilizarán la propaganda mediática para sumarnos a alguno de sus proyectos de dominación, como sucede en estos momentos ante la invasión de Ucrania.

El tercero es que nadie nos va a defender y muchos nos están asesinando o intentando domesticar. La existencia de múltiples violencias ejercidas por todo tipo de cuadrillas armadas –desde el narcotráfico hasta los paramilitares y las fuerzas estatales– son producto de un sistema en descomposición, del mismo modo que los feminicidios muestran un patriarcado herido y decadente, más brutal por tanto.

Por lo pronto, debemos crear los modos de autodefensa de los pueblos y sectores sociales que decidan defenderse, utilizando las formas que cada quien considere adecuados. Aunque podemos elegir la resistencia no violenta y pacífica, cuando se trata de defender la vida deberíamos ser flexibles a la hora de elegir las maneras.

Por último, en un mundo caótico atravesado por múltiples violencias, donde se suceden hambrunas, guerras y catástrofes de todo tipo (los incendios de este verano boreal son una pequeña muestra de lo que vendrá), podemos sobrevivir si creamos arcas autónomas colectivas capaces de navegar en las tormentas.

No son pocos los pueblos que ya están recorriendo este camino. Desde los pueblos originarios y barrios agrupados en el Concejo Indígena de Gobierno en México, hasta decenas de pueblos amazónicos, mapuche en Chile y Argentina, nasa y misak, en Colombia, entre otros. Como siempre sucedió en la historia, es en las periferias donde nace lo nuevo, donde nos enseñan modos que podemos replicar sin imitar.

Para recorrer el camino de las autonomías de abajo, debemos dejar de mirar hacia arriba, de entusiasmarnos con los circos electorales, con los candidatos del sistema y aún con las constituyentes, porque nos restan energías para la tarea más importante, que puede pavimentar nuestra sobrevivencia colectiva: la construcción de múltiples y diversas autonomías integrales.

 

 

Por Raúl Zibechi

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