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domingo, 6 de diciembre de 2009

Las amenazas de la marinería chilena en defensa del golpismo y el neoliberalismo


Con su inaceptable desobediencia, la Armada Nacional envía a la clase política un aviso que se sostiene en la desobediencia al poder legalmente constituido: “mis patrones quieren también el gobierno”

Pocas dudas caben a estas alturas que los acontecimientos desarrollados en Honduras –merced al apoyo que Norteamérica propic ió a Micheletti- ha dado alas a los perennes golpistas chilenos, mismos que sacan cuentas alegres luego de los hechos acaecidos en ese pequeño país centroamericano donde un grupo de enriquecidos empresarios, con la anuencia del generalato local y el visto bueno de los ‘halcones’ de Washington, decidió redefinir el concepto ‘democracia’ privilegiando los intereses económicos de sus asociados sobre los que corresponden a la población.

El desarrollo de las campañas políticas por acceder a la Presidencia de la República y al Congreso Nacional han minimizado en nuestro país un hecho de suyo grave y con pésimo pronóstico, lo cual, posiblemente, no obedezca del todo a un asunto casual sino, por el contrario, a decisiones tomadas en las cúpulas de las tiendas partidistas que conforman el duopolio binominal en esta dictadura perfecta disfrazada de seudo democracia.

La Armada –vulgo, la ‘marina’- una vez más toma las riendas de la desobedie ncia al poder político y saca a relucir un pequeño paño de su sempiterna posición de clase, como si más allá del almirantazgo no hubiese mundo posible ni mentes capaces de gobernar, salvo aquellas que se arrodillen ante los instrucciones emanadas de la alta oficialidad militar.

Como buenos vástagos del golpista José Toribio Merino –aquel individuo que trató de auquénidos metamorfoseados a los bolivianos, de monos recién bajados de los árboles a los ecuatorianos, y de humanoides a los chilenos que tenían ideas y valores progresistas- los actuales jefes de la Armada decidieron no participar en la Regata del Bicentenario, argumentando que tal decisión se explicaba por los juicios a que se encuentran sometidos algunos ex altos oficiales acusados de torturar a detenidos políticos en la época de la dictadura.

La justicia es sólo para los civiles, y muy particularmente para los civiles pobres, comunes. Nunca para los poderosos, y meno s aún para la oficialidad de una clasista rama de las fuerzas armadas chilenas.

Esa oficialidad, según el almirantazgo, es intocable.Y lo grave –gravísimo en verdad- fue escuchar de labios del ministro de defensa, Francisco Vidal, un inmediato e irrestricto apoyo oficial a la declaración de la Armada.

¿El Poder Ejecutivo encabezado por Michelle Bachelet, a través del jefe de una cartera ministerial, protocoliza la autonomía total de esa rama de nuestras fuerzas armadas? La Moneda no cuenta con ningún argumento ‘democrático’ para negar lo anterior, y a este respecto es oportuno asegurar que cualquier mandatario -poseedor de un mínimo rasgo de dignidad- habría exigido la renuncia de todos los oficiales involucrados en este acto de insubordinación anticonstitucional.

La crítica no alcanza sólo a este gobierno (el de Bachelet), ya que en las administraciones anteriores la Concertación se humilló una, dos y hasta tres veces an te el desprecio de los generales y almirantes. Con tales actitudes pusilánimes y cómplices, los distintos gobernantes concertacionistas, desde Aylwin hasta hoy, fueron también responsables de eventos como ños ‘ejercicios de enlace’, el ‘boinazo’, los ‘pinocheques’, la corrupción militar en la venta de armas a Ecuador y a Croacia, la compra de los tanques Leopard, la adquisición de los aviones F-16… y ahora esto… el ‘regatazo’ de los managuá , aprobado, entendido y defendido por el ministro de defensa, el ex cadete militar Francisco Vidal.

¿Y nuestra Presidenta, qué ha dicho respecto de estos graves acontecimientos?Hasta ahora, nada, pues quizá, tal como aseguró el Premio Nacional de Literatura, Armando Uribe, ella no manda ni ordena, ya que en La Moneda quienes sí lo hacen son aquellos políticos puestos allí por ‘consejos’ de Casa Piedra y de la Secretaría de Estado norteamericana, cuyos nombres son suficientemente conocidos como para entregar explicac iones por todos y cada uno de ellos (Velasco, Pérez Yoma, Jiménez, Vidal, Serrano, Rosende, Poniachik, entre muchos otros).

Como ‘regalón’ de las andanzas imperialistas norteamericanas, nuestro país perdió dignidad y soberanía ante los requerimientos de Washington que fueron pronta y entusiastamente avalados por empresarios, generales y almirantes. La Concertación es consciente que hoy es tarde para reaccionar, tarde e inútil pues la ultraderecha ya consiguió meter en la cabeza de muchos electores que “sólo Piñera y su gobierno pueden tranquilizar a los militares”.

Todo ello es parteviva del plan piloto aplicado en nuestra patria por el neoliberalismo globalizado. Y lo anterior no es un despropósito ni una opinión al voleo, pues Chile fue el primer país donde los neoliberales aplicaron su modelo.

La Concertación de los Partidos por la Democracia gobierna desde hace 20 años sin poder desmantelarlo y Chile es hoy el país que, después de Haití, muestra las desigualdades sociales más grandes y profundas en América Latina.

Luego de tres décadas de ‘experimentación neoliberal’, los chilenos quieren cambios sustanciales, los necesitan para seguir existiendo en sociedad, pero nadie en su sano juicio postula la violencia como elemento de cambio.

Expresando ese deseo nacional manifestado en la huelga de los escolares, en las protestas de los trabajadores, en el paro de los docentes, en la justa resistencia mapuche, en los millones de personas que requieren asistencia médica a causa de la angustia que les provoca un sistema inhumano de vida, la Derecha se apresuró en tomar nota del sentimiento nacional que comenzó a inundar el país y, con una frescura rayana en la hipocresía, trató de apropiarse del concepto ‘cambio’ a objeto de impedir cualquier intento político por revertir las actuales relaciones económicas y sociales.

Ante la posible avalancha social que los expertos intuyen posible de desencadenarse en el 2010, la candidatura de los ricos y poderosos recayó en Sebastián Piñera, hombre de turbia historia financiera, dueño –entre una multiplicidad de empresas- de la línea aérea comercial más despreciada en Perú y Argentina, multada fuertemente en Estados Unidos, LAN, quien en su calidad de postulante a la Presidencia de la República recibe críticas porque de asumir el gobierno velará por sus intereses individuales más que por los intereses públicos, lo cual queda palmariamente demostrado a escasos 10 días de las elecciones ya que, definitivamente, el candidato empresario no separó sus negocios de su acción política, pero pese a ello ofrece crear un millón de empleos y “construir la felicidad de los chilenos” (sic).

La posibilidad de que la Derecha acceda al gobierno después de medio siglo de ausencia en La Moneda, es cosa posible si basamos nuestra opinión en las encuestas. Pero, también es factible (y mucho) que en una segunda vuelta electoral esa derecha, una vez más, caiga derrotada en las urnas.

Entonces, por ello y para evitar un nuevo fracaso de las posiciones conservadoras, el almirantazgo de la Armada Nacional (o parte de él) envía a la clase política un aviso que se sostiene en la desobediencia al poder legalmente constituido: “a mis patrones (el empresariado transnacional y Washington) no les basta con gobiernos concertacionistas exitosos en el manejo capitalista de las finanzas tanto como en la excelente administración del sistema neoliberal… ahora mis patrones quieren también el gobierno”.

El temor de los derechistas reside no sólo en que algún candidato, que no sea Piñera, pueda provocar cambios reales en el sistemita, sino, además, que en materia de política internacional –o latinoamericana- un gobierno ajeno a la conservadora y aun pinochetista Alianza por Ch ile decida alinearse junto a Brasil -al gobierno de Lula da Silva-, a Hugo Chávez, Rafael Correa, José Pepe Mujica y Evo Morales, en la defensa de la autonomía de los territorios sudamericanos, rechazando entonces las pretensiones norteamericanas por apropiarse de la Amazonía y de los recursos hídricos de nuestro subcontinente.

No podemos argumentar que desconocemos estas situaciones, pues la ultra derechista y clasista Armada de Chile ya nos avisó.
















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