Vistas de página en total

miércoles, 10 de octubre de 2018

OPINIÓN


Autor Imagen

Una tesis de nunca acabar: cuando la cooptación se vuelve evidente

por  10 octubre, 2018
Una tesis de nunca acabar: cuando la cooptación se vuelve evidente
Desde los años 90 en adelante, la cooptación de los movimientos socioambientales de parte del Estado y del empresariado es observada por algunos investigadores del conflicto como una salida que consiste en el ofrecimiento de recursos económicos a la comunidad, en vez de resolver problemas estructurales. Muchas veces, son medidas de compensación, que se muestran como medidas de “mitigación”. Es una herramienta política de control social, que busca mantener el poder y la estabilidad del grupo dominante, pues se encarga de amparar el orden, sostener la jerarquía y las relaciones de obediencia que en ella se inscriben. A su vez, termina germinando un clientelismo capaz de resguardar la gobernabilidad. Finalmente, la cooptación busca derrotar los movimientos territoriales autónomos, a través de lo que se denomina represión sutil, integrando demandas parciales, pero manteniendo el orden establecido.

Luego de haber trabajado alrededor de 3 años en la zona, llevando a cabo distintas investigaciones, que convergieron en el desarrollo de mi último trabajo como estudiante de pregrado, para obtener el título de Socióloga, en la Universidad de Playa Ancha, terminé conociendo de cerca la problemática ambiental que aqueja a las comunas de Quintero y Puchuncaví, a sus organizaciones sociales, sindicales, ambientales, como también las estrategias que lleva a cabo el Estado en alianza con el empresariado para apaciguar el conflicto latente en el territorio.
El proceso investigativo de la tesis fue desde marzo de 2016 a enero de 2017. Y su principal objetivo fue conocer el modo en el que el Estado de Chile y las empresas del Parque tratan y han tratado el conflicto por más de 50 años, poniendo énfasis en la reconstrucción histórica del periodo 2010-2016. Así, y con la antesala de haber realizado otras investigaciones en la zona, una luego del derrame de petróleo en 2014, sostuve, y sigo sosteniendo, que la principal estrategia que ha tenido el Estado y el empresariado para apaciguar, aminorar o, más bien, controlar el conflicto en la zona, es a través de la cooptación de su comunidad.
La cooptación, desde los 90, ya es observada por algunos investigadores del conflicto como una salida que consiste en el ofrecimiento de recursos económicos a la comunidad, en vez de resolver problemas estructurales o “de raíz”. Muchas veces, son medidas de compensación, que se muestran como medidas de “mitigación” (Sabatini, 1994). Es una  herramienta política de control social, que busca mantener el poder y la estabilidad del grupo dominante, pues se encarga de amparar el orden, sostener la jerarquía y las relaciones de obediencia que en ella se inscriben. A su vez, termina germinando un clientelismo capaz de resguardar la gobernabilidad (Valenzuela y Yévenes, 2015). Finalmente, la cooptación, busca derrotar los movimientos territoriales autónomos, a través de lo que Valenzuela y Yévenes (2015) denominan represión sutil, integrando demandas parciales, pero manteniendo el orden establecido.
Así fue como sucedió una vez más en Quintero y Puchuncaví, los mismos de siempre, medulares en la organización territorial, ágilmente levantaron la lucha. Esos a los cuales el Estado y el empresariado siempre han querido derribar y no han podido. La piedra en el zapato, esa mosca desagradable que ha estado pendiente de cada paso, día a día y minuto a minuto, del quehacer de las autoridades. Ellas y ellos, las y los que nunca, en todos estos años, el Estado y el empresariado han podido comprar ni callar. Son esos  incorruptibles a los que han querido silenciar con la muerte de Alejandro Castro, dirigente del Sindicato de Pescadores S24, que se levantó tras el derrame de petróleo en la bahía de Quintero en 2014, para hacer frente a la cooptación de los pescadores.
En este contexto, las comunidades de Quintero y Pucuncaví han sido víctimas de la contaminación y el genocidio, por más de 50 años. En todo este tiempo, siempre ha habido lucha y organización, y, por supuesto, estrategias del Estado y los empresarios para la cooptación.
La empresa, con sus proyectos concursables para las organizaciones territoriales y funcionales, más la ausencia aparente del Estado chileno, que aparece indemnizando de tanto en tanto, han sembrado frustraciones y desesperanzas, que buscan normalizar la problemática ambiental. Sin embargo, cuando se les pasa la mano, y la prensa hace un mínimo guiño de esperanza, las energías se renuevan, algunos despiertan, y otros rebrotan con más fuerza, porque nunca han perdido la esperanza.
Así fue como sucedió una vez más en Quintero y Puchuncaví, los mismos de siempre, medulares en la organización territorial, ágilmente levantaron la lucha. Esos a los cuales el Estado y el empresariado siempre han querido derribar y no han podido. La piedra en el zapato, esa mosca desagradable que ha estado pendiente de cada paso, día a día y minuto a minuto, del quehacer de las autoridades. Ellas y ellos, las y los que nunca, en todos estos años, el Estado y el empresariado han podido comprar ni callar. Son esos  incorruptibles a los que han querido silenciar con la muerte de Alejandro Castro, dirigente del Sindicato de Pescadores S24, que se levantó tras el derrame de petróleo en la bahía de Quintero en 2014, para hacer frente a la cooptación de los pescadores.
Luego de una reflexión profunda y dolorosa, creo aberrante, impresentable, detestable, inhumano e inaceptable (y más), el descaro inescrupuloso de la suerte que corrió el compañero dirigente de uno de los sindicatos más fieles a la causa ambiental, uno de los menos corrompidos y cooptados de la zona. Sé fielmente que este golpe fue directo al corazón del movimiento, por lo que, desde mi mirada, se vuelve evidente la intencionalidad del suceso. Buscando de una vez por todas acallar a las y los que llevan su lucha desde mucho antes de esta coyuntura.
Que la muerte del compañero no sea una derrota, solo parte de la batalla, que su lucha, y la de todos y todas, no sea en vano. Que el espíritu y la energía de los que decidieron seguir dando la pelea, a pesar de las adversidades y desigualdades, siga creciendo. Que nazcan más ideas, más convicciones y fuerzas para no bajar los brazos.
  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores