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viernes, 13 de mayo de 2016

Opinión


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Informe Rettig y la fuerza de la memoria

por  13 mayo 2016

Hace 25 años fue entregado el informe Rettig y en días recientes volvió a la memoria de todo el país en la repetición vibrante de las palabras del ex Presidente Aylwin, dando a conocer la verdad revelada por el Informe y pidiendo perdón en nombre de Chile a los familiares de las víctimas.
Aquellos que constituimos el Equipo de trabajo de la Comisión –la querida “manada” de don Raúl Rettig, como solía llamarnos–, conmemoramos el Informe y podemos hacerlo porque en esfuerzos sucesivos hemos construido memoria colectiva.
Provenimos de tradiciones, cultura y posiciones políticas diversas, y como bien dice el exordio del Informe, nos unió y nos une la convicción fervorosa y amorosa del respeto a la persona humana y su dignidad, que conlleva poner límite infranqueable al actuar de los hombres.
Llegar aquí exigió un largo y duro recorrido.
Recordar es volver a sentir el recorrido fatigoso que todos hicimos por los pueblos y ciudades de Chile, es tocar las heridas, y revivir la tragedia y el dolor en la voz de los familiares reivindicando el nombre de un padre, de hijos o hijas, de un abuelo.
Cómo no recordar la valiente acción y esfuerzo de iglesias y personas de buena voluntad en la defensa y protección de los perseguidos en la primera hora del Golpe de Estado del año 73. Sin ese trabajo activo y minucioso el Informe no hubiese podido construirse.
Recordar es volver a sentir el recorrido fatigoso que todos hicimos por los pueblos y ciudades de Chile, es tocar las heridas, y revivir la tragedia y el dolor en la voz de los familiares reivindicando el nombre de un padre, de hijos o hijas, de un abuelo. Esos familiares que por primera vez eran escuchados con solemne respeto, desde el Estado, su anterior y reciente agresor.
Mirar los límites de nuestra tarea y del mandato de la Comisión de indagar solo las más graves violaciones a los derechos humanos –ejecutados y detenidos desaparecidos–, es un viaje a la muerte, pero también esa dolorosa y necesaria reconstitución es una reivindicación de la vida humana. Y quizás ahí está uno de los aprendizajes más sensibles: Chile fue capaz de ambas cosas, del terror fratricida y de la búsqueda de verdad y justicia.
Hoy, a años de distancia, entendemos que ese viaje a la memoria, al trabajo más arduo y hermoso que nos hayan convocado  en nuestra vida, valía todas y cada una de las penas, todas las lágrimas, los largos insomnios, porque hoy sabemos lo que hace 25 años ignorábamos: que Chile cambió con verdad y con justicia, que el trabajo de la Comisión Rettig fue un eslabón fundamental en la tan anhelada reconciliación, camino que seguimos construyendo, que es imperativo no olvidar lo realizado y continuar trabajando para que la casa común, la casa de todos y cada uno de los hijos e hijas de Chile, sea justa y verdadera.

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