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martes, 30 de noviembre de 2021

OPINIÓN POLÍTICA

 

Estamos en semanas extremadamente delicadas; está en juego la memoria y el futuro

Puede que la desmemoria sea un asunto que toda la gente lleva en la cabeza, que se instaló de alguna manera y de la cual se hace imposible, al parecer, dejarla de lado.

Cuando con una mirada sencilla sin mucho análisis ideológico y político se transita por las calles de todas las ciudades del país, todos somos iguales. Algunos por supuestos más altos y otros no tanto, pero todos deben comer comida caliente dos veces por día, en eso todos somos iguales.

Las necesidades son una obligación a la cual se debe responder de forma cotidiana y urgente.

Pero en la vida de las personas y de los países hay momentos extremadamente delicados.

Los costos políticos y sociales que tanto dolor han provocado estarán eternamente en juego. Hay un segmento de la sociedad que los rechaza, que los considera un asunto de menor importancia.

No deja de asombrarme que una diputada electa de la derecha grite que su voto es diez veces más importante que el de su asesora del hogar, lo que se conocía como empleada doméstica. Personajes como aquellos llegan a un congreso donde se deben redactar las leyes para el país.

Absolutamente condenable son las declaraciones y opiniones de un electo diputado apellidado Kaiser. Si lo hubiéramos encontrado en alguna esquina durante la revolución francesa, o la cubana o la sandinista estarías a buen recaudo.

Sucede que llegar hasta estos tiempos no ha sido fácil.

Somos un país a medio terminar y a medio construir. Cargamos con tantos dolores de los años de dictadura que están allí tan cerca, a la vuelta de la esquina. Caminan los hijos de los detenidos desaparecidos pensando en su regreso y los cercanos de los ejecutados  la alevosía y la impunidad con la que actuaron los agentes del Estado.

Los pasos dados, los esfuerzos, las marchas y los apaleos no pueden ser un asunto baladí, no pueden pasar a la ligera por los días calendarios como si no pasara nada.

Estamos en semanas extremadamente delicadas, está en juego la memoria, el esfuerzo de millones por hacer avanzar las ruedas de la historia.

Se debe dejar constancia que el pinochetismo no está muerto. La concertación nunca lo quiso matar, y había que matarlo. Había que desmontar su Constitución, sus afp, cambiar el sentido en la forma y en el fondo del sistema de salud, romper en pedazos su modelo educativo, lucroso, sesgado y excluyente.

Entonces llegaron los grupos económicos vestidos de progresismo predicando que había que vender al mejor postor y comprar a menos precio y nos llenamos de baratijas, algo así como cuando llegaron los españoles regalando espejitos a nuestros pueblos originarios. Era maná caído del cielo y comenzaron a sacarse fotos los Lagos, Insulza, los Letelier, los Elizalde, las Bachelet, eso era un asunto de sentido común decían voz al cuello.

Del otro lado de la calle estaba la miseria, la carencia cotidiana, lo miserable de un salario básico, las promesas que nunca cumplieron. Tantos miserables que se han paseado por los pasillos del congreso, ufanos mercachifles que no dudaron en robar las esperanzas porque finalmente el voto es una apuesta para entrar al sueño tranquilos y contentos.

Pero estamos en horas de urgencia.

Existirán siempre caminos alternativos para vencer a la derecha y al fascismo dejando  dejar constancia frente a la historia que la vida es un asunto al que hay que cuidar y derechos que han sido el esfuerzo de marchas, manifestaciones y romerías a los cementerios en todo el país.

Tendremos que ir a votar.

Se discute bastante si es el hombre correcto y el proyecto a concretar nos asegurará un mejor pasar, puede que sí y que también necesite de la calle, que haya que asegurarlo a como dé lugar. Las batallas son asuntos cotidianos, en las ideas y en los hechos.

Se debe dejar constancia que Boric necesita de más amplio apoyo, pero no de los derrotados. Lamentable sería ver una foto de Insulza, un asco para quien salió a golpear las puertas para salvar a Pinochet.

Gabriel necesita arroparse de los premios nacionales de la educación, del arte y la cultura, de los cineastas, de sus actores, de la Anef, del colegio de profesores, de los ingenieros, de los trabajadores y de las mujeres, eso se necesita. Así nuestras pesadillas de tantos decenios se irán rumbo a la memoria. Así la señora Ofelia sabrá que su familia asesinada alevosamente en Rinconada de Maipú no serán hojas color sepia en el olvido.

Y vamos pues, cuando estamos algo cerca de asunto no menor tenemos que ser también duros con nuestros enemigos, así nos llaman ellos, enemigos peligrosos. Y en esta disyuntiva existe el voto y habrá que hacer buen uso de este instrumento. Nada más alegre que vencer en las urnas a la derecha que nos encarceló, torturó, mató y colocó en la memoria del país a los detenidos desaparecidos.

Hasta enterrarlos en el mar como gritaba Alberti.

 

Por Pablo Varas Pérez

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