¿Nos volvimos esquizofrénicos los chilenos?
por Germán Silva Cuadra 15 noviembre, 2021
La esquizofrenia es un trastorno psiquiátrico que se caracteriza por síntomas sicóticos, alucinaciones, delirios y otras alteraciones, sumado a déficits cognitivos que disminuyen la expresividad, la motivación, entre otras cosas. Sin embargo, la mejor forma de representar esta grave enfermedad es con el quiebre del juicio de realidad. Es decir, el paciente observa el mundo de una manera distorsionada. Esto es lo que pareciera estar pasando en Chile en los últimos dos meses. Repentinamente, nuestro país, migró desde la vivencia de una sociedad que se rebelaba contra la desigualdad, los abusos, las colusiones, el trato discriminatorio y se expresó de manera contundente en las calles –que luego fue capitalizada por un grupo minoritario que se refugió en la violencia–, luego en el plebiscito y, finalmente, en la elección de una Convención Constitucional en que la derecha tocó fondo. Y ahora, de una manera inexplicable, tiene a Kast primero en algunas encuestas. Digno de un ataque psicótico.
Hace apenas dos años, un 15 de noviembre de 2019, se firmaba un pacto parlamentario de urgencia, el que permitió evitar un quiebre democrático que pudo tener consecuencias insospechadas. La gente seguía expresándose en las calles, el Presidente Piñera se hundía con un 6% de aprobación ciudadana y todo hacía prever que habíamos iniciado un ciclo en que se imponían las ideas más progresistas.
Chile estaba haciendo un giro estructural e importante, para lo cual contaba con mucho respaldo ciudadano. Sin embargo, todo eso parece haber sido borrado de manera abrupta en pocos meses. ¿Cómo pasamos de esa situación a tener en primer lugar en las encuestas, a solo una semana de las elecciones, al ultraderechista José Antonio Kast? Un hombre que mantiene posiciones duras en materias que han evolucionado en todo el mundo, como el divorcio, aborto, minorías sexuales, etc. Un candidato que anunció construir una zanja para evitar el paso de migrantes –a lo Trump–, que quiere eliminar el Ministerio de la Mujer y que reivindica aún a los militares presos por delitos de lesa humanidad que cumplen condena en la cárcel de Punta Peuco.
Yo no creo que los chilenos seamos esquizofrénicos. Lo que ha ocurrido, en estos meses, es que se creó una peligrosa burbuja artificial impulsada por un relato simple pero efectivo: el miedo. De esta forma, desde La Moneda –la Contraloría dejó claro, el viernes pasado, que ha existido intervención electoral–, los candidatos de derecha, medios tradicionales –El Mercurio perdió por completo el pudor– y, por supuesto, Cadem, instalaron los conceptos de incertidumbre e inestabilidad. Miedo a los inmigrantes, a los mapuches, a la delincuencia. Y aunque el objetivo era golpear a la oposición, si el emisor era un Gobierno que ha fracasado estrepitosamente en esos ámbitos, solo podía beneficiar a Kast, quien ha focalizado siempre su relato ahí. Claro, sumado esto a los errores de Sichel.
Y, por supuesto, fue un nuevo autogol de Piñera, motivado en la desesperación de apuntalar a su delfín –obsesionado por el legado, esta vez en instalar a su sucesor–, porque logró dividir definitivamente a la derecha –el pacto Chile Podemos + se derrumbó casi junto con su nacimiento– e hizo crecer a un candidato extremo, pero que siempre ha sido consistente –reconozcámoslo– y se ha mantenido firme en su posición. De seguro, eso es lo que ha conquistado a un sector de la derecha decepcionado por la falta de convicción de Piñera y que hoy optó por Kast.
Sin embargo, una cosa es que JAK haya capturado el voto de los electores que perdió Sichel y otra es que Chile esté optando por olvidar estos dos últimos años. Las encuestas –las serias, no Cadem– le dan un empate técnico a Kast y Boric (en 25% aprox.), aunque todas muestran entre un 20% y 27% que dice no saber aún por quién votara, a pocos días de los comicios –algo completamente inédito si lo comparamos con todas las encuestas previas a las elecciones desde 1989 en adelante–. Eso implica que ese alto porcentaje se podría distribuir de cualquier forma. Los datos, hasta ahora, perecen indicar que Boric se ha estancado en las últimas semanas y que Kast ya habría alcanzado su techo. Eso podría significar que Provoste o hasta el candidato fantasma de Parisi dieran un batatazo.
Además, debemos considerar que todas las encuestas –salvo la de Criteria– pronosticaban, hace apenas un año, un estrecho resultado entre Apruebo y Rechazo, el que se resolvió finalmente 80 a 20. También, hace solo unos meses, el Gobierno, Cadem y los medios tradicionales proyectaban que Chile Vamos “arrasaría” en la elección de convencionales. Recordemos que el ministro Jaime Bellolio pronosticaba –en la portada de El Mercurio– que el bloque oficialista ganaría “3 a 0”, es decir, mayor cantidad de electos, primera mayoría con Cubillos y sería el conglomerado con más votos. Bueno, ya sabemos cómo terminó la historia.
Creo que la burbuja artificial que se ha instalado, y que está haciendo creer que Kast estaría representando un giro radical de la derecha al extremo –al estilo Vox en España– y una involución de la sociedad chilena al conservadurismo, no es más que una hábil estrategia que logró capturar un ambiente de incertidumbre –sumado a errores no forzados de las oposiciones–, pero que difícilmente se debería reflejar en la votación del próximo domingo. Sin embargo, sí es preocupante que Kast –que ha desplegado una muy buena campaña– haya realizado un giro estratégico para bajar el tono en sus intervenciones y así capturar votantes más de centro. Es decir, transformarse en un lobo con piel de oveja.
Y todo iba viento en popa para Kast hasta el sábado recién pasado. El candidato había logrado evitar polemizar, incluso ha hecho “gestos” que apuntaban no solo a los seguidores de Sichel, sino incluso a sectores más de centro. Dijo que, aunque no cambiaría sus convicciones –sin especificar cuáles…–, estaba disponible para hacer modificaciones a sus propuestas, hasta relativizó la idea de la zanja que quiere hacer en el norte para evitar el ingreso de migrantes, similar al muro de Trump. Sin embargo, frente a periodistas extranjeros y sus preguntas provocativas volvió a aflorar el Kast de siempre, ese que apoyaba a Krassnoff y que aplaudió a la dictadura. No se pudo aguantar y, en un benchmark bastante curioso, afirmó que Pinochet no tuvo presos políticos, entre otras barbaridades. ¿El resultado? Alineó a todos los otros candidatos, incluido Sichel. Sin duda, la estrategia no contemplaba que fuera el propio Kast quien levantara un tema que siempre, en todas las elecciones, ha buscado la centroizquierda: “pinochetizar” las campañas.
En una semana más estaremos analizando, en este mismo espacio, los resultados. Veremos si se repite la tendencia observada este último año: que la gente ha descolocado a los medios, a Cadem y los Bellolio y su famoso “3 a 0”. Creo que en la presidencial podemos tener una sorpresa, pero a nivel parlamentario da la impresión de que a la derecha, por ir esta vez dividida –la oposición está acostumbrada–, le va a ir mal. Sin embargo, esta elección pasará a la historia no solo porque es nuestra primera competencia en que la gente votará por descarte y el mal menor, porque tuvimos a todos los presidenciales en cuarentena –qué más simbólico de esta etapa– y con un candidato fantasma que no ha pisado suelo chileno desde hace años. Todo un récord Guinness.
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