Estados Unidos, Rusia y otras potencias no pueden abandonar su costumbre de invadir países, alentar los conflictos y lucrar de su industria bélica. Pero nuestra clase política mantiene un temor reverencial hacia los uniformados. Se pueden limitar los recursos destinados a una previsión justa, a la educación, a la vivienda y otros derechos humanos, pero muy poco se discute sobre la necesidad de rebajar los gastos desmedidos de nuestra “defensa”, con lo que se financian cuarteles y operaciones cuya preocupación fundamental son las guerras que muy difícilmente podrían llegar, cuanto sustentar a miles de soldados que podrían cumplir con tareas más loables al servicio del país. |
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