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viernes, 24 de marzo de 2023

Papi: cómprame un Banco...

 

Banquero
 

Cuando el pánico financiero del 2008 nos dijeron que eso no ocurriría nunca más. Henos aquí, de nuevo, en medio de una crisis financiera que muestra hasta qué punto la comunidad financiera está llena de payasos. Para no hablar de los bancos centrales y de los ministerios de Finanzas...


Banks



Escribe Luis Casado


La nota de The Economist* provocó lo que me temía: una serie de comentarios de lectores que, muy comprensiblemente, no entendieron un cuesco. Pasa que, como decía Bernard Maris, la economía es una disciplina abstrusa, saturada de teoremas, paradojas y disparates varios que - para más inri - utiliza una jerga en plan lunfardo, chilango o verlán, con el evidente propósito de dejar afuera a quienes no ostentan el eminente título de economista y por consiguiente no entienden, no pueden entender.

Bernard Maris - un tipo que sabía de economía – escribió:

“...la economía es el canto gregoriano de la sumisión de los hombres. La 'ley económica' es el escalpelo de los expertos, descuartizando los músculos y los cerebros de los hombres por el molinillo de la producción. Es la teoría del orden dominante, la ciencia del esclavismo. (…) La economía, decían los primeros economistas, es la ciencia del mal y de la desgracia, la dismal science, la 'ciencia siniestra', porque siniestro era el destino al que conducían el capitalismo y el liberalismo que defendían.” (Marx, Ô Marx, pourquoi m'as-tu abandonné? - Bernard Maris. Flammarion 2012).

Ahora bien, pasa que la bancarrota del SVB trajo consigo la quiebra de otros bancos en EEUU. Y en el mundo: primero fue el Crédit Suisse, segundo banco helvético, que en menos de lo que tardo en decirlo recibió un préstamo de urgencia de 30 mil millones de francos suizos del BNS, pese a lo cual quebró y fue vendido a UBS - su competidor – por pinches 1.860 millones de dólares. Suiza, como símbolo universal de la seguridad bancaria, desapareció en una rápida diarrea de menos de 40 horas a pesar de la intervención de su banco central sito en Berna y Zurich.

En eso estábamos cuando recibí un despacho de Les Echos, publicación económico-financiera francesa:“Las dudas sobre Deutsche Bank relanzan el pánico bancario”. ¡Alabao! Resulta que Deutsche Bank es el primer banco de la primera economía europea, y cuarta potencia mundial. La nada misma...

La lista de bancos encurdelaos se alarga día a día: SVB, Signature Bank, Crédit Suisse, First Republic, y ahora Deutsche Bank que arrastra hacia las profundidades los principales bancos franceses Société Générale y BNP Paribas. Gracias a dios en Chile tenemos a Mario Marcel que, solito, asegura que el Banco Chile resiste.

De ahí que me dijese: Tienes que explicar el porqué del cómo. De manera sencilla, para que cualquier pringao como tú mismo entienda. De eso va esta parida.

Para comenzar le pregunté a mi mujer: Y tú... ¿comprendes algo de este desastre? Su respuesta me tiró de espaldas: Desde luego, aseveró. Es muy simple. El oficio de banquero consiste en abrir una oficina, recibir plata, y luego desaparecer con ella.

Si lo tomas como una versión resumida de lo que ocurre desde la noche de los tiempos, en un movimiento acelerado como una película de Buster Keaton... no hay nada que ponerle ni que quitarle. Eso es exactamente.

Los mendas de The Economist escondieron la pelota, chamullaron en el lenguaje del hampa que es el suyo para darle al dolo un mano de apariencia técnica, pero en el fondo dijeron lo mismo. Lo puedes llamar sustracción de activos mediante aventuradas colocaciones de dudosa rentabilidad, o bien robo pasivo, o cretinismo en operaciones financieras... el resultado es el mismo.

Yo había comprendido hace años, escuchando a Elliot Roy, mi profesor de Contabilidad y Finanzas en París, allá por el año 1976.

Elliot había sido oficial del ejército de Papa Doc, o sea de François Duvalier, presidente de Haití. Fue tan buen oficial que formó parte de su guardia más cercana. Un tipo patriota, decente, valiente, revolucionario... se involucró en un intento de asesinato del sátrapa para terminar con esa sanguinolenta dictadura caribeña. El intento falló, y Elliot terminó en París como profesor de Contabilidad y Finanzas.

Esa mañana Elliot lanzó al aire, como si nada, una inocente pregunta: En un banco, ¿Son los depósitos los que hacen los créditos, o bien son los créditos los que hacen los depósitos?

Un rayo de luz atravesó dolorosamente mi calabaza, abriéndose paso en un mar de neuronas mal agenciadas, y entonces comprendí...

Haría falta un poquillo de técnica Contable, algo sobre las escrituras en partida doble para que te cayese claramente la chaucha, pero te ruego confiar en lo que digo. En occidente la contabilidad en partida doble fue codificada por Luca Pacioli a fines del siglo XV, en el tratado de “Tractatus XI particularis de computibus et scripturis” publicado en Venecia en el año 1494, uno de los primeros textos que aprovechó la invención de la imprenta. Los bancos italianos la usaban desde el siglo XIII, pero hay indicios de que ya existía en el Antiguo Egipto hace unos 3.700 años.

Las enormes cifras que se acumulan en los Balances bancarios provienen mayormente de los créditos que acuerdan los bancos. Y si un exiguo capital les permite darse vuelta es porque raramente todo el mundo necesita dinero efectivo al mismo tiempo. El banco presta muchas veces un dinero que no tiene. Ese es el negocio. Si recibe depósitos, los coloca en préstamos, en bonos del Tesoro, en productos financieros que algo rentan, porque la plata líquida en caja no se reproduce. Pero no es plata suya, sino la de los clientes. ¿Capici? Y los bancos se prestan entre ellos... con el mismo dinero que no tienen. Al punto que cuando el banco central interviene como prestamista de última instancia... hace lo mismo: presta dinero que no tiene. Su crédito hace el depósito. Creación monetaria que le llaman.

Cuando algún enterao se percata del carácter ficticio de la potencia de un banco... exige recuperar su dinero ipso facto. Luego otro, y otro... En pocas horas el banco está encuerao, mostrando la miseria de sus pelotas al aire. Lo peor es que la desconfianza empieza a reinar en la llamada industria bancaria y se produce un fenómeno – con perdón de la comunidad LGBTI+ – que suele recibir el nombre de maricón el último. Como no retires tu dinero del banco en los minutos que siguen, arriesgas perderlo todo.

Ahí estamos. Todo dios, Joe Biden, Olaf Scholtz, Rishi Sunak, Christine Lagarde, Jerome Powell y otros mentirosos sin buzo aseguran que no pasa nada, que no hay contagio, que la comunidad financiera responde, y si no responde para eso están ellos, los compadres Chuma, para poner lo que haga falta.

Eso, lo que hace falta... es lo que pagaremos como siempre nosotros, los pringaos.

¿Te queda claro?



▪¿Qué tan profunda es la podredumbre en la industria bancaria de EEUU?
 

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