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martes, 22 de agosto de 2023

OPINIÓN POLÍTICA El sepulturero de la Concertación

   

Cuando el ex presidente Frei Ruiz-Tagle insiste en que “no hay que seguir discutiendo por el pasado, hay que mirar hacia adelante”, quiere evitar que no solo se retome la búsqueda de restos de detenidos desaparecidos y que se continúe encarcelando a los criminales que violaron los derechos humanos durante la dictadura, sino que también pretende que la mirada retroactiva no alcance a su propio gobierno que claramente fue un desastre para el pueblo.

Frei Ruiz-Tagle encabezó el gobierno de Chile entre 1994 y 2000 que fue una continuidad del régimen dictatorial a tal punto que comenzó a marcar el principio del fin de la Concertación de Partidos por la Democracia, que nunca más volvió a ganar nada significativo, empezó a perder terreno, electores y votos, dejó ir su popularidad y terminó por desaparecer.

Con razón hay quienes le endosan el mote de sepulturero de la Concertación, la que con los años ha tenido que cambiar una y otra vez su nombre, se llamó Nueva Mayoría y centro izquierda, hoy es el conglomerado Socialismo democrático siempre marcado por aquello de “en la medida de lo posible” y actualmente convocado por el presidente Boric a su administración para ampliar su base de apoyo parlamentario.

Desde siempre, el ex mandatario demócrata cristiano fue un admirador de Pinochet. Por eso el 11 de septiembre de 1973 celebró el derrocamiento del gobierno popular constitucional junto a su padre, considerado uno de los generales civiles del sanguinario golpe de Estado.

Como joven ejecutivo de la empresa Sigdo Koppers, a mediados de octubre de ese año, Frei hijo acudió a donar una importante suma de dinero y joyas a la campaña “reconstrucción nacional”, ideada por la entonces llamada junta de gobierno. Tal como en este y otros casos, del destino de las donaciones nunca más se supo.

En su tiempo en La Moneda Frei ni se inmutó cuando Pinochet, ya terminada la dictadura, anunció su decisión  de instalarse en el Congreso, como “senador vitalicio”. Sin vergüenza de ningún tipo y menos algún impedimento gubernamental,  el que había sido dictador supremo llegó al Senado junto a una pandilla de generales y almirantes golpistas que constituyeron una “bancada militar”.

El mayor bochorno ciudadano en ese periodo se vivió tras la detención en Londres del capitán general, que andaba de paseo cuando fue apresado por orden del juez Garzón a raíz de los crímenes  de la Operación Cóndor y en el exterminio masivo de disidentes. Antes que la justicia internacional pudiera intervenir en Chile hubo intensas gestiones del presidente  y su canciller  Insulza que pronto tuvieron de regreso al tirano que arribó sonriente y burlándose de las víctimas de su régimen ilegítimo.

Con innumerables cuentas pendientes con la justicia y para evitar la acción de los tribunales chilenos, Pinochet con cobardía eludió su responsabilidad en el genocidio cometido simulando una demencia senil. Ello le permitió morir en la mas absoluta impunidad en diciembre de 2006 ante la indignación de los familiares de quienes cayeron por la democracia.

Este Frei hijo, “gran hermano” y señor del negacionismo nunca quiso aceptar la comisión de tantos asesinatos, desapariciones forzadas, torturas y exilios en dictadura. Por eso hoy declara que simplemente hay que mirar hacia adelante y se desentiende de nuevas investigaciones por aclarar horrorosos hechos de sangre que, aunque haya transcurrido medio siglo,  todavía están pendientes y permiten a sus autores circular impunes entre la gente decente.

El ex mandatario plantea dejar de discutir por el golpe y la dictadura. Dice que “van a pasar 200 años y no va a haber una verdad oficial”… En realidad, oficial o no, lo cierto es que la única verdad que estremeció al mundo es que en Chile hubo una masacre que dejó al menos 5 mil muertos, 1.300 detenidos desaparecidos, cientos de miles de torturados y exiliados, y un terrorismo de Estado que los sobrevivientes no van a olvidar jamás.

Antes que nadie se lo pregunte Frei se pone del lado en que están determinados sectores que buscan imponer la impunidad. Con ello tratan de beneficiar a los responsables, uniformados y civiles, que perpetraron los graves atropellos y tropelías que la gente  indefensa y desprovista de recursos padeció durante el interminable régimen de facto sustentado por la oligarquía.

Marcada por el modelo  neoliberal impuesto por la tiranía para favorecer a los grandes capitales,  la administración freista terminó por privatizar lo poco estatal que quedaba : el agua se entregó a consorcios internacionales y desapareció la prestigiosa  Empresa Portuaria de Chile, Emporchi,  para que el control de los puertos fuera asumido por privados. Por sus políticas antipopulares la Concertación comenzó a debilitarse, tambaleó, trastabilló y finalmente se diluyó, y en la actualidad es una invitada de piedra en un gobierno que se proyectaba  como un cambio generacional.

El Partido Demócrata Cristiano en que milita Frei ha sido el mas damnificado. En otro tiempo el PDC llegó a tener 82 diputados y ahora solo 5, carece de representantes en el proceso constituyente y añora  aquellos años en que ganaba holgadamente elecciones presidenciales,  parlamentarias,  de organizaciones sociales,  agrupaciones poblacionales y federaciones de estudiantes, lo que en estos días está lejos de ocurrir.  Frei sepultó a su propio partido.

Con su mirada empresarial el ex mandatario afirma que “los últimos 30 años han sido los mejores de la historia de Chile”. No obstante las clases populares que durante todos esos años sufrieron el menosprecio de las dos caras de la derecha, tienen una opinión muy distinta, antagónica y definitivamente contrapuesta.

 

Por Hugo Alcayaga Brisso

Valparaíso

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