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jueves, 31 de agosto de 2023

Philippe Sands, el abogado que acusó a Pinochet: “Otros fueron los titiriteros detrás de él”

 

Brecht
 

Dios los cría... y el diablo los junta. Pinochet y Walter Rauff. Siniestra historia de un dictador siniestro, y de un nazi refugiado en Chile, inventor de las cámaras de gas móviles... y asesor de la dictadura militar.


MACBETH 1.5.1



Entrevista en El Mostrador


A inicios de esta semana, el abogado, profesor y narrador de no ficción británico-francés Philippe Sands envió un primer manuscrito de su nuevo libro a su editor, luego de pasar los últimos cuatro años dedicado de lleno a su investigación, que abarca a dos personajes, Augusto Pinochet y el oficial de las SS nazis Walter Rauff, y la relación entre ambos, tantas veces negada, pero que hoy Sands confirma.

Como sus dos premiadas novelas de no ficción previas (Calle Este-Oeste y Ruta de Escape), su próximo libro, que se publicará en 2025 y será lanzado en Chile y en español, antes que en inglés, también tiene que ver con su propia vida. En efecto, mientras Calle Este-Oeste es básicamente la historia de su abuelo, el judío Leon Buchholz, y el gobernador de Polonia designado por Hitler (Hans Frank), Ruta de escape es una suerte de spin-off del primero, pues abarca a Frank desde la visión de su hijo Niklas –quien tenía conciencia de los delitos que había cometido su padre– y por medio de los ojos de otro hijo de un criminal nazi: Horst Wächter. Este último, hijo de Otto Wächter, sin embargo, no era capaz de asumir lo hecho por su progenitor y, tratando de demostrar lo indemostrable, entregó a Sands un montón de documentos.

Fue en medio de ellos que el escritor se encontró con una carta que Wächter había recibido de parte de un camarada suyo: Walter Rauff, quien le daba instrucciones acerca de cómo escapar de las autoridades.

W Rauff

Walter Rauff, durante sus crímenes de guerra

W Rauff 1

Walter Rauff, asesor de la dictadura en Chile

Rauff, creador de las cámaras de gas móviles, sabía muy bien de lo que hablaba. Luego de pasar dos años oculto en un monasterio de Génova, tras la guerra, huyó a Medio Oriente, pero en 1952 emigró a Quito, en Ecuador. Desde allí mandó a sus dos hijos a estudiar a Chile, a la Escuela Militar y a la Escuela Naval, y en 1958 se trasladó a Punta Arenas. En 1962, el Gobierno alemán pidió su extradición, debido a su responsabilidad en la muerte de 97 mil personas de origen judío, asesinadas en las cámaras de gas móviles que él había creado, pero la Corte Suprema chilena negó la extradición, apelando a la prescripción de los delitos.

La relación de Walter Rauff con Chile interesó de inmediato a Sands que, por esas cosas del destino, se vio íntimamente relacionado con nuestro país debido a un hecho casi fortuito: la detención de Augusto Pinochet en Londres, en octubre de 1998.

Profesor universitario experto en Derechos Humanos y en Derecho Internacional, Philippe Sands fue inmediatamente contactado para participar en el caso, tanto en calidad de defensor como de acusador de Pinochet. Finalmente, aceptó este último rol y de ese modo conoció en forma íntima los entresijos de la dictadura chilena.

Muchos años más tarde (en 2015), cuando supo de Rauff y de las acusaciones según las cuales había sido también miembro de la DINA en Chile, supo que tenía que escribir acerca de él y también de Pinochet, y eso es lo que ha estado haciendo desde 2019 a la fecha, lo que le ha significado una extensa investigación, muchos viajes a nuestro país y una dedicación casi exclusiva a este nuevo libro, que ha ido armando como si fuera un puzle judicial, tratando de encontrar las piezas que junten a sus dos protagonistas.

Lee todo lo que se publica sobre Chile y mucho más: en los últimos años se ha convertido en un fan de Roberto Bolaño y, desde París, señala a El Mostrador que hoy “estoy pensando mucho en el 50 aniversario del golpe. Estoy siguiendo con mucha atención la cobertura mediática, no solo en Chile, sino también en la prensa británica y norteamericana, que también siguen el tema y han informado además acerca de la desclasificación de nuevos documentos por parte de la administración de Biden. Es muy interesante leerlos”, dice.

-¿Cómo ves esta conmemoración, a la distancia en que estás, pero con la cercanía que tienes con el tema?

-Sigo este aniversario muy de cerca porque es un momento de reflexión, un momento importante, porque muchas de las personas implicadas en los hechos del 11 de septiembre de 1973 están vivas y tienen la experiencia de primera mano, desde los diferentes lados de la historia. Pienso que es muy importante ser respetuosos, en particular hacia aquellos que sufrieron los horrores que sucedieron. Este momento de reflexión es distinto de otros en los cuales las personas que vivieron el conflicto ya no están.

También creo que es un momento de extrema sensibilidad. Es un momento para mirar atrás y ver las consecuencias que (el golpe) tuvo para el país y sus habitantes. Lo que es muy llamativo para mí es lo mucho que queda por resolver, lo fresca que está la herida y la gran cantidad de historias y actos criminales que aún no tienen responsables, así como las investigaciones aún en marcha. Uno tiene la sensación, desde la distancia, que esto es algo que generó mucho dolor y heridas que aún están a la vista, así como rabia. Por ello es tan delicado.

Sin embargo, admite que dada la gran cantidad de tiempo que ha invertido en el tema, las entrevistas que ha realizado, los libros que ha leído y mucho más, “mi propia comprensión de todo esto ha cambiado en los últimos cuatro años”, agregando que “hoy entiendo mucho más acerca de lo que sucedió en el periodo anterior al golpe y lo que pasó en los días y semanas después del golpe y las diferentes fases en que ocurrió. Pese a ello, aún tengo muchas preguntas y estoy seguro que todos las tienen”, subraya.

-¿Como cuáles?

-Me parece que la gran conclusión que obtengo de todo esto es que lo sucedido en Chile está íntimamente ligado con los conflictos en Europa, desde los años 30, pues es una suerte de continuación de los asuntos no resueltos de la Guerra Civil española, llevados al contexto chileno, y es también una continuación de los conflictos de la Guerra Fría.

En otras palabras: la motivación esencial de quienes estaban detrás del golpe de Estado era el anticomunismo y el antiizquierdismo, y se prepararon para eliminar, por el tiempo que fuera necesario, a personas que ellos consideraban una amenaza. Eso es algo que creo que no vislumbraba a cabalidad cuando inicié mi investigación, hace seis o siete años. No comprendía totalmente las conexiones con estos otros conflictos y ahora he entendido el nexo, que sitúa esta historia, básicamente, en el contexto de la lucha de clases y las consecuencias de la Revolución rusa, el ascenso del comunismo. En 1973, el sentimiento en algunas personas era que Chile iba a ser el siguiente frente en una suerte de Revolución cubana a través de América Latina. Estoy absolutamente convencido de que Allende era un demócrata y también de que él no suponía ese tipo de amenaza.

También tengo muy claro que el país estaba en una situación muy difícil en 1972 y 1973, en términos económicos, y en medio de una inestabilidad política, pero nada de lo que sucedió en ese periodo siquiera permite comenzar a justificar la posterior brutalidad y los asesinatos que ocurrieron después del 11 de septiembre.

-¿Qué piensas de Pinochet ahora, luego de haber pasado cuatro años de tu vida investigando acerca de él?

-No era un intelectual ni un hombre educado. Creo que tenía un alto grado de inseguridad y una de las cosas que he rastreado en mi investigación son sus registros universitarios en Ecuador, donde él falló todos sus exámenes en Derecho. Se matriculó en 1956, en Quito, pero dejó los estudios un año más tarde, porque reprobó todos los exámenes. En definitiva, pienso que no era un hombre sofisticado ni una persona visionaria. Tenía un montón de inseguridades en lo relativo a la relación con su esposa, quien fue muy insistente en tratar de mejorarlo.

En síntesis, él vivió un momento histórico, pero no era alguien que destacara o que dejara la sensación de que algún día iba a conducir a otros, y eso me deja la sensación de que probablemente era manejado por otros, que estaban detrás de él y sus acciones. Creo que una de las historias que aún no se ha contado totalmente es el rol de los empresarios en el apoyo a Pinochet. Una de las cosas más interesantes es la ausencia de investigaciones judiciales en relación con el sector privado. El foco ha sido, esencialmente, la DINA, y algunos oficiales del Ejército, pero pienso que la historia no contada del golpe en Chile es el rol del sector privado.

Lo que quiero decir es que pienso que él fue una figura decorativa. Creo que estaba al mando, sabía lo que estaba pasando, pero pienso que otros fueron los titiriteros detrás de él. Estoy pensando, por ejemplo, en una persona en particular: Agustín Edwards, el dueño de El Mercurio, un hombre muy influyente y rabiosamente anticomunista. Ahora sabemos que él se reunió personalmente con el presidente Nixon, poco antes del golpe (nota: se refiere al año 1970) para hablar de lo que sucedía en Chile, y el vacío en el cual estoy interesado es la relación entre los poderes económicos y comerciales en el Chile de 1973, con personas como Pinochet, Mendoza, Leigh y otros, pero tengo muchas preguntas. No creo que Pinochet tuviera la capacidad intelectual para ser la mente brillante detrás de todo esto. Eso me dice mi instinto: que hubo otras fuerzas involucradas. No creo que él tuviera la capacidad intelectual.

Otro asunto que emerge es el poder de los medios. Estoy realmente impresionado por el rol de El Mercurio. He leído muchos artículos de este diario, he visto sus caricaturas famosas, como la de Lumi Videla. Agustín Edwards era parte de una comunidad, no era un operador solitario. Era de una familia muy poderosa, con muchos intereses económicos.

En mi investigación sobre Rauff y Pinochet, me llamó mucho la atención cómo algunas personas del sector privado tomaron el control de ellos y los utilizaron e instrumentalizaron para llevar adelante las medidas represivas. Estoy pensando en algunas empresas pesqueras, en los documentos que he encontrado acerca de la construcción de (Isla) Dawson, pues hubo grandes empresas chilenas involucradas en la construcción del campo de concentración de Dawson, incluyendo a quienes proveían de electricidad en Dawson o el hecho de que, increíblemente, los motores, los generadores, fueron provistos por Mercedes Benz. Esta es una historia inexplorada.

-El domingo pasado, el ex Presidente Sebastián Piñera dijo, en una entrevista, que la Corte Suprema era parte de los cómplices pasivos. ¿Concuerdas con ello?

-Sí, hay historias al respecto en mi libro. Es absolutamente claro que los tribunales fueron pasivos y, aunque no quiero dar muchos detalles, déjame decir esto: conozco al menos dos casos en que la Corte Suprema tuvo un rol absolutamente decisivo en la vida y carrera de Pinochet. Una vez fue en 1977, cuando Pinochet estuvo en muy serias dificultades, después del asesinato de Orlando Letelier. Pienso que lo salvaron. La segunda vez fue en 2000, cuando él volvió y la Corte Suprema estuvo “conectada” a las condiciones de su regreso. Desde ese punto, lo que el señor Piñera dijo es consistente con mi sensación.

-A estas alturas, ¿qué relación has encontrado entre Pinochet y Rauff?

-No puedo adelantar mucho de lo que viene en el libro, pero sí puedo decir esto: ellos se conocían. Se conocían muy bien y Pinochet, en efecto, fue quien llevó a Rauff a Chile (desde Ecuador) y el contacto continuó por los siguientes 30 años, hasta que Rauff murió. En 1984, Pinochet dio una entrevista a la revista Newsweek, en la cual le preguntaron por Rauff y él respondió: “Yo no conozco a Walter Rauff”. Eso fue una mentira.

 

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