En: Política
18 de junio, 2014
Como muchos sabemos, Correa lleva años en este negocio, es asesor de grandes empresas, y es uno de los grandes nombres una vez que se necesitan ideas para llevar a cabo una campaña política. Sin ir más lejos se habla mucho de su participación en lo que podríamos llamar la “puesta en escena” de la llegada de Bachelet a Chile.
Luego de haber manejado el comienzo de la transición, don Enrique se transformó en una de las personalidades más aplaudidas y homenajeadas de una democracia en ciernes que tenía más miedos que soluciones, y más inseguridades que claridades. Y una vez que Correa aprendió a manejar estos vaivenes emocionales, fue el niño símbolo de un cierto trato que duraría por años entre un sector de la Concertación y la derecha.
Enrique Correa es de quienes aplicó la llamada “política de los consensos”- que si somos más específicos podríamos llamar la prolongación incuestionada de la institucionalidad pinochetista – lo que no puede ser del todo cuestionable al comienzo debido al momento político del que estamos hablando y los adversarios armados que estaban al frente.
Haber provocado un levantamiento del dictador habría sido una brutalidad.
Sin embargo, el error de su legado fue la conveniencia que comenzó a agarrar esta política que se fue transformando en la mejor herramienta de la derecha para no democratizar en demasía, y seguir implementando lo que ellos consideraban democrático: es decir, un régimen poco participativo en el que la derecha, aunque fuera minoría, vería siempre sus prioridades por sobre las de un país.
El ex ministro de Patricio Aylwin al entender que esta era la única manera de seguir hacia adelante, se convirtió en el mejor aliado de sus adversarios políticos. Pero no solamente eso, sino que también comenzó a ver beneficios en aquel Chile aparentemente consensuado pero realmente marcado por una hegemonía de lo correcto, la que se desprendía de los razonamientos de los ideólogos de la dictadura.
Por lo tanto, hoy el hecho de que Longueira y Chadwick hayan hecho una alianza con Correa no nos debería parecer extraño. Es una manera de ejercer lo público que se traslada a lo privado, ya que no comprenden otra manera de trabajar, luego de años manteniendo una estabilidad que, si bien dio bastantes frutos, también creó falsas sensaciones de tranquilidad y construyó la ilusión de un ambiente político que parecía moverse, pero sin duda logró un gran grado de quietud. Porque cuando se hace política dentro de márgenes excluyentes, solamente se está trabajando por perpetuar esa exclusión, y eso se hace congelando el verdadero debate.
Longueira, Chadwick y Correa serán los mejores aliados, desde el mundo privado, para tratar de lograr que lo público se mantenga tal cual ellos lo dejaron. Es una manera de decirnos que están ahí como guardianes, como aliados. Es el abrazo fraterno de entre quienes entienden a la democracia como un producto suyo que forma parte de sus consensos, de sus miedos y de sus intereses.
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