18/12/2016 |
Por Francisco Castillo
La Operación Exterminio –así se titula el libro- terminó con la vida de 150 dirigentes de elite, pero no logró que el comunismo desapareciera del ámbito político nacional
Tras una fatigosa tarea de investigación, los autores de "Operación Exterminio, la represión contra los comunistas chilenos" - Carmen Hertz, Apolonia Ramírez y Manuel Salazar-, lograron reconstruir lo sucedido a centenares de dirigentes comunistas de todos los estamentos, universitarios, gubernamentales, obreros, campesinos, pobladores e intelectuales, la mayoría de los cuales murieron por acción de los escuadrones represivos, entre los años 1973 y 1976.
Sus historias se relatan con nombre y apellido de víctimas, agentes represores y circunstancias. Uno tras otro. Y también se da cuenta de acciones políticas de respuesta, como las actividades de Radio Moscú y sus programas destinados a la audiencia chilena que se transmitían por onda corta.
A pesar de los intentos de la dictadura por exterminarlo, el PC sobrevivió. "Asesinaron sus cuadros públicos en los primeros meses después del Golpe", dice la ex abogada de la Vicaría de la Solidaridad, Carmen Hertz, "secuestraron e hicieron desaparecer a dos direcciones clandestinas en 1976, a los comités regionales clave", pero, "el partido se reorganizó en todos sus frentes sociales, ingresaron al país clandestinamente importantes cuadro dirigentes, se convierten en la columna vertebral de las protestas populares de los años 80, y se crea el FPMR, que implementó importantes acciones de resistencia antidictatorial".
El PC chileno
El PC chileno fue el más fuerte conglomerado de ese signo en la Sudamérica de los años 60. Ya en 1965 tenía 18 diputados y 6 senadores; en 1969 suben a 22 diputados y mantienen sus 6 senadores; en 1973 los diputados llegan a 25 y los senadores a 9. En esa elección, el PC obtuvo 593.738 votos, el 16,36% del universo electoral
En los gobiernos municipales, los regidores (concejales) comunistas son 149 en 1967, que alcanzan a los 223 en 1971. En el gobierno de Allende, sus militantes ocupaban cargos en todos los estamentos y también en las organizaciones de base: sindicatos, federaciones estudiantiles, gremios profesionales, pobladores, campesinos, señala un estudio de la Universidad de Georgetown, Washington DC.
El PC tradicionalmente ha tenido organización celular. Las estimaciones indican que unas 4 mil células, de 20 militantes cada una, había en esa década, lo que arroja un grueso de 80 mil militantes activos.
Al llegar al gobierno, surgió la idea de incorporar a cuadros juveniles a las Fuerzas Armadas; a los que estaban en edad de hacer el Servicio Militar que ingresaran a regimientos y que otros se matricularan como alumnos en las escuelas de oficiales. Pero todo aquello quedó trunco.
Errores de cálculo
La campanada de alerta sonó el 29 de junio de 1973. Ese día, el del "tanquetazo", los dirigentes del PC advirtieron que el fin del gobierno de la UP estaba cerca, dice en el libro uno de sus autores, el periodista Manuel Salazar. La sublevación fue encabezada por el coronel de Ejército Roberto Souper, al mando del regimiento Blindado Nº 2. Al final del día, la intentona tuvo un saldo de 22 civiles y una decena de militares muertos, y unas 50 personas heridas. Fue una especie de "ensayo general" de lo que vendría el11 de septiembre de ese año.
"Después del tanquetazo nos dimos cuenta que no habría un sector ‘constitucionalista' en el Ejército que evitara el Golpe", relató a Salazar el que fuera jefe militar del PC, David Canales Úbeda, "no íbamos a poder quitarle la iniciativa a los conjurados".
"Uno de los errores que cometió el PC", escribe Salazar, "fue subestimar el carácter jerárquico y disciplinado del Ejército chileno. Creyó que los conscriptos y los soldados rasos, por ser ‘hijos del pueblo', iban a estar con el programa de la UP. Tampoco fue capaz de de vislumbrar la influencia de los civiles golpistas ni la magnitud de la ascendencia de los militares estadounidenses involucrados en la Guerra Fría contra el ‘marxismo internacional', los que estuvieron estrechamente vinculados a los oficiales chilenos desde mediados de la década del 50".
Brutalidad inimaginable
El "tanquetazo" los hizo prepararse para la eventualidad del Golpe. Juan Carlos Arriagada, entonces encargado de Organización de la Jota, recuerda que decidieron habilitar casas donde permanecer en semiclandestinidad. Una tarea fundamental era proteger a la secretaria general de la Juventud, Gladys Marín.
Pero llegado el 11 de septiembre, los refugios fallaron. De las tres casas a las que acudieron en la población San Joaquín los echaron. Partieron a Última Esperanza y de allí a una población de militares de bajo rango cerca de la Población Dávila.
Duraron muy poco allí. Por delación de un vecino, allanaron la casa donde se ocultaba Gladys Marín. Ella se escondió bajo una cama y los militares no la vieron. Detuvieron a los dueños de casa. Vino entonces un deambular. A Ñuñoa primero, después a Huechuraba y a Las Rejas.
Recién a principios de octubre se contactaron con "los viejos" del PC. Se organizaron. "Nadie debía permanecer en sus casas, había que rotar, para comunicarse surgió el sistema de mantos (sic), buzones y enlaces", dice Arriagada.
Esa primera etapa fue de repliegue. Lo principal era salvar a la gente. Nadie imaginaba la dimensión de la brutalidad de la dictadura. Los partidarios de la Unidad Popular estaban sumidos en el desconcierto y la confusión, sorprendidos por un golpe militar sin resistencia activa por parte de los uniformados constitucionalistas.
Las Fuerzas Armadas controlaron al país en cuestión de horas. Miles de mujeres y hombres, militantes o simpatizantes de la UP fueron arrestados. Decenas de ellos fueron fusilados Las embajadas empezaron a llenarse de personas que pedían asilo
Entre enero de 1974 y diciembre de 1976 fueron detenidos, torturados y asesinados más de 150 comunistas, "muchos de ellos entre los mejores y más valiosos cuadros del partido. La dictadura creyó haber aniquilado a los hijos de Recabarren. Pero no fue así", escriben Hertz, Ramírez y Salazar al cierre de la obra.
Radio Moscú: esperanza en onda corta
Para muchos chilenos, era un ritual; para represores de la dictadura, una obligación. El hecho es que cada noche, a las 00:00 horas, se encendían las radios a pila para escuchar la voz de la locutora Katia Olevskaia, que decía: "Aquí Radio Moscú, Escucha Chile". Con esas palabras comenzaba un programa con noticias chilenas, que algo de esperanza traían a los atemorizados auditores y que grababan los funcionarios de la dictadura para buscar pistas y atrapar a los informantes.
Radio Moscú estaba a 14 mil kilómetros de distancia. Pero su señal transmitida en onda corta, desde la calle Piátnitskaia 25 en la capital rusa, por las frecuencias 12O7O, 15195, 1521O y 15545 llegaba fuerte y clara.
El programa comenzó en la misma noche del golpe -una entrevista al senador comunista Volodia Teitelboim, quien se encontraba en Europa - y estuvo al aire hasta el 31 de enero de 1989.
Participaron en sus emisiones, entre otros periodistas y locutores, Ligeia Balladares, Mario Gómez López, Leonardo Cáceres, Gabriela Meza, Virginia Vidal, José Miguel Varas, Eduardo Labarca, René Largo Farías, Guillermo Ravest, el actor José Secall y Orlando Millas.
En una entrevista para la emisora moscovita, el periodista y escritor Eduardo Labarca comentaba que podían informar casi de inmediato de las acciones represivas de la dictadura. "Cuando una persona era detenida y sacada de su casa por la noche, la familia, los vecinos, los amigos, los compañeros trataban de hacernos llegar la noticia por cualquier vía, lo más rápidamente posible.
"Entonces, nosotros a veces de día y de noche, recibíamos llamadas, también mensajes por los teletipos que existían entonces, por muchas vías recibíamos información. A veces llamaban a Argentina, Francia, España, Estados Unidos o Canadá y desde allí se comunicaban con nosotros. Siempre teníamos los teléfonos "abiertos". Dábamos la noticia inmediatamente, a veces con diferencia de media hora, una hora, cuando estábamos al aire, durante el período de transmisión.
"Sabíamos que el programa era grabado, era estudiado, por la gente de la dictadura. En los propios campos de concentración y centros de tortura era frecuente que los propios militares o torturadores pusieran el programa Escucha Chile. Era una cosa desafiante. Ellos a veces, cuando estaban interrogando a alguien, ponían el programa y se burlaban, pero en el fondo tenían mucho temor.
"Nosotros hacíamos la Lista Negra de los torturadores y criminales, y cada nombre de un militar que llegaba a nuestro conocimiento, lo repetíamos en cada programa dándolo a conocer. Ese procedimiento salvó a mucha gente, pues los represores temían que se les mencionara. .
"Por otra parte, las denuncias de las detenciones, al hacerse públicas, ya no podían ocultarse; eso repercutía en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra, en las ONG, era un gran altoparlante difusor".
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