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lunes, 18 de diciembre de 2023

La sociedad contra la Constitución

 

La sociedad contra la ConstituciónOPINIÓNManuel Lema Olguín/AgenciaUno

La sociedad contra la Constitución

Daniel Chernilo
Por : Daniel CherniloProfesor Titular de Sociología en la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez en Santiago y Director del Doctorado en Procesos e Instituciones Políticas.
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Si el triunfo del Rechazo el año pasado había sepultado la promesa refundacional de un Chile “socialista” e “interseccional”, es de esperar que a contar de hoy nadie siga pensando que en el futuro el país consiste en emular a Trump, Bolsonaro o Milei.


Pasó lo peor: el holgado triunfo de anoche del “En contra” nos libró de lo que habría sido a todas luces un retroceso para un país que aún busca asentar su democracia y acercarse a estándares tolerables de desigualdad. Si el triunfo del Rechazo el año pasado había sepultado la promesa refundacional de un Chile “socialista” e “interseccional”, es de esperar que a contar de hoy nadie siga pensando que en el futuro nuestro país consiste en emular a Trump, Bolsonaro o Milei. La lección inicial más clara, me parece, es lo mal que intelectuales y políticos han venido interpretando la insatisfacción de una sociedad diversa, compleja y que cambia aceleradamente.

Un punto de partida para corregir la comprensión de lo que está sucediendo es aceptar de una buena vez que la Constitución que nos rige, con todas sus deficiencias, no es hace ya mucho tiempo la Constitución de Pinochet. Puede ser deficiente y “neoliberal”, pero no es la que el dictador ofreció al país hace más de 40 años, con prohibiciones ideológicas, con sistema binominal, con Doctrina de Seguridad Nacional y cerrojos inamovibles. Varios lo dijimos en ese momento: el estallido social no debió nunca asociarse al proyecto de una nueva Constitución, sino a reformas estructurales orientadas a resolver al menos algunas de las grandes desigualdades del país.

Si esa noche tensa en noviembre de 2019 hubo disposición para negociar “hasta” un nuevo proceso constitucional –incluida la rebaja de los quórums para futuras reformas constitucionales–, perfectamente pudo (debió) esa noche haberse acordado un programa concreto de reformas en pensiones y salud. Pero el enamoramiento de los intelectuales de izquierda y centroizquierda con la idea de la “Constitución tramposa” –Fernando Atria, Jaime Bassa, Claudio Fuentes– se tradujo en una trampa para los partidos políticos que la apoyaron: una sociedad no se reduce a su Constitución y las crisis sociales se encauzan, mas no resuelven institucionalmente, pero se impuso la tesis errada de que la Constitución es más importante que la sociedad. Y eso es lo que estamos pagando aún.

Una segunda lección de este resultado es que Chile no era ni es el paraíso neoliberal donde la preocupación principal de sus ciudadanos es consumir tanto como sea posible. La elección de Gabriel Boric, aun bajo un padrón electoral diferente al actual, nos mostró que las causas del estallido seguían presentes porque la desigualdad estructural no ha desaparecido.

A ello se suman nuevas preocupaciones, en seguridad y migración, que refuerzan la sensación de que, cuando las cosas funcionan bien, lo hacen solo para algunos. El rechazo de ambos procesos constituyentes no reafirma sino que refuta las ideas de la derecha, repetidas hasta el cansancio por Daniel Mansuy, Pablo Ortúzar y Carlos Peña, de que los chilenos no aspiran a otra cosa que a que los dejen hacer su vida en paz. Pero esas opiniones no alcanzan para comprender que la modernización de la sociedad no se ajusta a trayectorias lineales, preferencias individuales ni formas racionales puras: se trata de procesos complejos, con demandas y conflictos que se superponen de forma inconsistente y de soluciones siempre imperfectas.

Para el ciclo que viene, el desafío para la elite política e intelectual es cómo no quedar atrapados entre la hipocresía del “no lo vimos venir y la “amenaza” de un nuevo estallido, porque la refundación sigue, ahora sí que sí está a la vuelta de la esquina. Mientras tanto, la sociedad seguirá su propio camino de demandas por una mejor distribución del ingreso, igualdad ante la ley para una población cada vez más educada y diversa, y equidad en el acceso a los servicios básicos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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