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martes, 15 de noviembre de 2022

Opinión

 

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En el 2022, habla Amanda Labarca

por  15 noviembre, 2022

En el 2022, habla Amanda Labarca

Cuando se cumplen 100 años de su gran proeza que debemos rememorar, la voz de Amanda Labarca nos interpela, con una actualidad y vigencia preocupantes. En 1922, hace un siglo, Amanda Labarca fue nombrada profesora de la Universidad de Chile, transformándose así en la primera mujer académica en Latinoamérica.

Había estudiado pedagogía en castellano, aunque hubiera querido estudiar medicina. En 1915 fundó el “Círculo de Lectura” que dio origen al Consejo Nacional de Mujeres, desde donde luchó por los derechos civiles, jurídicos, educativos y políticos. Necesitó alcanzar esos y muchos otros logros para que se le permitiera entrar a la academia, hasta entonces un campo vedado para las mujeres, como muchos otros.

Es necesario enfatizar que la de Amanda Labarca fue vida portentosa y era ella, a diferencia de quienes casualmente destacan, del todo consciente del curso y sentido de lo que fue logrando, social e histórico, y esencialmente político. En tiempos de abrir caminos, los inauguró sin excusarse, y al mismo tiempo, sin correr riesgos personales, pues caminó a paso y estilo seguro. Bien expresa la propia Amanda Labarca esa seguridad y certeza cuando en 1944 recuerda el estreno en 1922 de primera mujer catedrática:

“Cuando la que escribe esto, ingresó en 1922, en calidad de catedrática a la Universidad de Chile, el ciclo de conquistas culturales femeninas en Chile completó una etapa. Desde entonces, ni legal ni prácticamente existen obstáculos para el ascenso de la mujer por los senderos de la superación intelectual”.

Ni legal ni prácticamente existen obstáculos para el desarrollo y la libertad de la mujer en Chile, nos dice Amanda Labarca con optimismo, o tal vez con afán retórico por impulsar esta senda, pues la realidad que nos muestran las distintas perspectivas es otra. Transcurridas las dos primeras décadas del siglo XXI, en 2022, seguimos inaugurando espacios, abriendo caminos, celebrando casos únicos y excepcionales de mujeres que logran sortear obstáculos, batallando por terminar con la violencia, acoso y discriminación, saliendo a las calles en masa tal como lo hicieran nuestras hermanas precursoras cuando, con gran prepotencia y ningún fundamento real, se nos impedía votar.

Y si bien ha habido anhelados y dificultosos recientes avances legislativos que han venido a humanizar la sociedad chilena, la violencia contra las mujeres está aún vigente en la forma de acoso y, peor aún, de daño emocional, físico y hasta de asesinato femicida.

Habría sido para gran satisfacción de nuestra Amanda constatar que sus iniciales pasos tuvieron frutos, aunque hayan sido tardíos, con la creación del Servicio Nacional de la Mujer en 1992, precursor del Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género (2015), pero aun así, contra las demandas desde movimientos sociales, los avances consolidados y las instituciones creadas, la resistencia conservadora y machista se sigue haciendo notar en su absurdo afán reaccionario, y la imprescindible emancipación económica de las mujeres está lejana aún, a pesar que ha sido desde siempre un aspecto central de los planteamientos feministas.

Para Amanda Labarca no era ajeno el cruce entre los derechos de la mujer y la lucha por la construcción de una sociedad más justa y equitativa: “¿Dónde estamos? Nos hemos empeñado, desde mediados del siglo último en una batalla por nuestra emancipación y mejoramiento, muy parecida a la que libran los obreros del mundo. Como ellos, exigimos condiciones económicas mejores, educación más amplia, reconocimiento más completo de nuestra importancia como individuos y como grupo”.

Bien podríamos tomar las palabras de Amanda Labarca hoy como certeros discursos de análisis político que nos orienten en un territorio convulsionado por el ascenso de ideas neofascistas, que son propiciadas por las injusticias impuestas a la mayoría de las personas por el modelo económico neoliberal fundamentalista. Labarca lo tenía claro cuando al abogar por el derecho a voto femenino se enfrentaba a los argumentos manipuladores retardatarios, respondiendo de frente y apelando a acciones políticas honestas:

“Si con la participación femenina, la mayoría tendiese hacia la derecha, lo deploraríamos todos cuantos somos izquierdistas; más, acatando los principios y fundamentos democráticos, trabajaríamos por superarla por medio de una acción inteligente, cuerpo de una persuasión traducida en hechos que aliviasen el sufrimiento popular y que proveyesen el bienestar de todos para atraernos de nuevo el favor perdido. En esa lucha correcta y legal entre las mayorías y minorías radica la posibilidad de progreso de una democracia”.



Estas citas a la feminista Amanda Labarca parecen recomendaciones al progresismo del siglo XXI que se ha visto enturbiado por reformas tibias o simplemente eludidas en una aparente estrategia de avance prudente, que más bien ha sido funcional a la irrupción de populismos vacíos y falaces y que hoy tuercen a su favor las derechas extremas. Los feminismos de hoy, a la par de defender los derechos de las mujeres, no pueden desconocer que su lucha es por la democracia y por una sociedad más justa, sin abusos ni privilegios. Nuevamente, en palabras de Amanda Labarca:

“¿Cuál es nuestro deber en la hora presente?… fortalecer la democracia…, si no nos afanamos por hallar fórmulas de convivencia que aseguran bienestar para todos… en que los derechos y legítimos anhelos de cada cual hallen campos propicios, caeremos indefectiblemente en alguna forma de dictadura. Y las primeras en sufrirla serán las mujeres. Sobre ellas se hunde más violento el puño de los regímenes naci-fascistas porque, en virtud de doctrinas de falsa necesidad jerárquica, las arrojan a la inferioridad”.

En el 2022 seguimos en disputa, a un siglo de aquellos tiempos que aquí recordamos rindiendo homenaje ya no desde el lugar que nos ha sido asignado buscando dar pequeños pasos fuera él, sino que, con la fuerza de nuestro cuerpo como territorio político, buscando la subversión de toda normativa discriminadora. “Ensanchar la democracia” era preocupación de Amanda Labarca y es la nuestra hoy. Son tiempos en que los feminismos se sitúan al centro de las fuerzas de progreso.


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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