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viernes, 20 de octubre de 2023

No somos ná...

 

Adaptacion
 

S&P tosió, o escupió, o frunció el entrecejo... y Mario Marcel tuvo una bajada de órganos. Se puso nervioso, y le vinieron sudaciones frías. Cuando un país independiente y soberano toma decisiones económicas, financieras o fiscales... tiene que pedir permiso. A menos que siga las recomendaciones de los que saben lo que es bueno para los chilenos. Principal característica para ser ministro de Hacienda: ser obediente.


la nada misma

Escribe Luis Casado


Algún enterao dirá que me contradigo. Primero afirmé derechamente: Chile no existe.

Luego difundí una nota en la que sugiero: Art.1º de la Constitución: Chile es un feudo.

Antes que yo, David Rothkopf, yanqui perdulario que entre otros desatinos fue bola derecha de Clinton, gerente de la consultora Kissinger Associates y agente extranjero de los Emiratos Árabes Unidos, escribió un libro en el que constata:

“Chile es un Club privado” (sic).

Nuestro amigo Edmundo Moure afirma con autoridad que en Chile tenemos un Estado paradojal, lo que en buen romance quiere decir que no es un Estado, o bien es lo contrario de un Estado, en todo caso una vaina cualquiera pero en ningún caso algo que se parezca a un Estado.

Sin referirse específicamente a Chile, pero sin excluirlo nominalmente del paquete de claveles, Samuel Huntington escribió:

“Los gobiernos nacionales no son sino residuos del pasado cuya única función consiste en facilitar la acción de las elites”.

Frédéric Lordon le explica a quién quiera oírle que los gobiernos dimitieron voluntariamente de sus poderes en favor de los mercados financieros y de los bancos centrales. El tristemente célebre ‘Consenso de Washington’ impuso la moda de la independencia de los BC.

La obediente dictadura chilena la plasmó en la Constitución de 1980. Ahí estamos.

De ahí en adelante el banco central -como los milicos- se manda solo y su Estatuto lo libera de la obligación de rendirle cuentas a nadie. Entre las competencias del BC están la creación monetaria, que fue el símbolo mayor de la soberanía de una nación, y la fijación de las tasas de interés que sirven para refinanciar los bancos privados, la economía y... las finanzas públicas.

Los gobiernos perdieron además la posibilidad de intervenir en la economía por vía presupuestaria. En Chile convirtieron el ‘superávit estructural’ en caca: eso no se toca.

Como la imbecilidad no puede con la realidad, retrocedieron un paso demonizando el ‘gasto fiscal’. Gastar es pecado mortal y no hay dónde ir a confesarse. Reducir el gasto es la receta: fuera de ella no hay salud. Esa decisión cuyo efecto se entiende per secula seculorum... ¿quién la tomó?

Nótese que la deuda pública chilena representó en el año 2022 un pijotero 37,98% del PIB...
¿Y ahí?

Pasa que -para el mismo año- la deuda pública de los EEUU se acerca al 130% del PIB...

La deuda pública francesa representa 112,50% de su PIB.

En comparación Chile no le debe nada a nadie.
¿Cómo podría? Chile no existe...

Sin embargo, no hace mucho leí una boludez en la prensa chilensis: “Gremios y economistas advierten de un crecimiento del gasto público 'excesivo' para el 2024”.

¿En serio?

En Chile la palabra Gremios designa a los patrones, no a los trabajadores como en Europa y otros sitios. La palabra economistas se refiere a los mismos abrazafarolas de cualquier lenocinio intelectual, cuya única neurona activa estaría mejor empleada preparando ese café que en el archipiélago de Canarias es conocido, según sea la isla, como un desgraciadito, o bien un cortado maricón (1).

En estas condiciones, una pinche reforma tributaria, o, para ser claros, la posibilidad de cobrarle impuestos al riquerío se transforma en uno de los doce trabajos de Hércules.

Y si lo intentas, las agencias de calificación como Standard & Poors rebajan la nota crediticia del país lo que obliga al ministro de Hacienda de turno a bajarse as calcinhas, a pedir perdón y a prometer no intentarlo de nuevo. País independiente, que le llaman.

Reflexión hecha caí en la cuenta de que Chile tampoco es una República.

La palabra nos viene del latín: Res=Cosa y Publicus=Pública, úsease lo que es común a todo el personal.

El concepto determina una forma de organización política en la que quién accede al poder lo ejerce en virtud de un mandato conferido por el cuerpo social, la ciudadanía.

En este sentido república se opone a monarquía, pero no se confunde con democracia, visto que más de algún enteraíllo le impuso restricciones al sufragio: así se vio alguna república aristocrática, para no mencionar las repúblicas populares, y periodos en que las mujeres y/o los jóvenes no tuvieron derecho a voto. Sin olvidar los regímenes de sufragio censitario: para votar había que ser propietario, saber leer y escribir o pertenecer a una etnia determinada. Detallitos que privaron a los pringaos de ciudadanía.

Al abolir la monarquía, la Revolución Francesa estableció que la Constitución y las leyes tienen al pueblo como único Soberano. ¿Cómo se les pueden ocurrir cosas parecidas?

Las conspiraciones para deshacerse de tan perversa ocurrencia nacieron al mismo tiempo. Que la República y la democracia sobreviviesen a tanto aprendiz de tirano forma parte de las incógnitas que amenizan la Historia.

Democracia y República sobrevivieron, pero como escapados de un choque de trenes: es difícil reconocerlas sin echar mano al ADN.

Confrontados, como estamos, al riesgo de perder una vez más el invicto en materia de libertades públicas, Constitución, leyes y derechos humanos... me permito ofrecerte una frase para el bronce que, a pesar de su improbable origen, habría que aprender de memoria, mira ver:

“Las democracias no mueren necesariamente por la fuerza de las armas. Pueden morir cuando las gente se callan, cuando las gentes no se movilizan o cuando no condenan los ataques contra la democracia. Cuando las gentes están prontas a abandonar lo que les es más precioso porque están confrontadas a la frustración, la desilusión, la fatiga, un sentimiento de exclusión”.

Aunque cueste creerlo, el autor de tan esclarecida parrafada no es otro que el abuelito Joe Biden (28/09/2023).

Tengo incluso mucho mejor: un militar de alto rango que al despedirse del servicio activo, en uniforme de gala, aprovechó la ocasión para proclamar alto y fuerte lo que los milicos vernáculos no saben:

“Nosotros no prestamos juramento para servir a un rey, ni a una reina, ni a un tirano, ni a un dictador. Y no prestamos juramento para servir a un dictador en potencia (…) Nosotros prestamos juramento para defender la Constitución”.

El autor de tan sabias palabras no es otro que el Jefe de Estado Mayor de las FFAA de los EEUU, el general Mark Milley.

Entretanto, Chile... ¿qué es?
¿Una región de protozoarios heterótrofos?
Algo así...

Tales eukaryotes proliferan ventajosamente en los areópagos autodesignados para redactar -o mal parir, eso es según- textos constitucionales.


(1) el desgraciadito, o cortado maricón, es un café descafeinado, con crema desnatada y edulcorante.

 

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