Lo que está hoy en entredicho es la legitimidad del Partido como herramienta de transformación y, por tanto, su supervivencia. Así las cosas, la discusión es entre los militantes y una mesa directiva que elude su responsabilidad política. En dos años de dirección, los mismos que diferencian un reportaje de otro, fueron incapaces de evitar otra catástrofe. Tal como titularon los diarios: no se hizo nada.
El Partido Socialista, ya lo dijo el presidente de su juventud, está viviendo la mayor crisis desde el regreso a la democracia. Es también el momento de mayor debilidad de la mesa directiva actual y del pacto oficialista. Están cuestionados gravemente por la bancada de diputados, por la lista contendora y, lo más relevante, por toda la opinión pública.
La apuesta de Álvaro Elizalde y su mesa directiva fue evidente: esperaron que fuese una polémica de dos o tres días, que el Tribunal Supremo diera los resultados de la elección y tratar de convocar rápidamente al Comité Central para utilizar la mayoría que los constituye como pacto. Así, Elizalde sería proclamado nuevamente Presidente del partido, como ha repetido una y otra vez en sus intervenciones públicas. Poco probable, a estas alturas. Los medios de comunicación anunciaron la estrategia y luego la criticaron, con justa razón. No entender la magnitud del problema que aqueja hoy al socialismo chileno es su mayor error. Insólito para un senador y para un presidente del PS.
A raíz de un reportaje de TVN en 2017, se creó una legítima sospecha en la opinión pública respecto a vínculos de dirigentes del PS con narcotraficantes. Una situación que debía ser abordada de inmediato y que exigía dar las más altas señales y decisiones políticas para despejar cualquier tipo de duda al respecto. No pasó. A la actual mesa le bastó con tres expulsiones para desentenderse del asunto. La inacción permitió la vigencia de aquel vínculo, que el segundo reportaje describe, dejando al PS nuevamente en portada de todos los medios: humillación y descrédito público.
Por lo mismo, la actual conducción se equivoca en que la discusión hoy sea por la elección, que sea una disputa “entre listas”. Lo que está hoy en entredicho es la legitimidad del Partido como herramienta de transformación y, por tanto, su supervivencia. Así las cosas, la discusión es entre los militantes y una mesa directiva que elude su responsabilidad política. En dos años de dirección, los mismos que diferencian un reportaje de otro, fueron incapaces de evitar otra catástrofe. Tal como titularon los diarios: no se hizo nada.
El problema lo enfrentan los compañeros y compañeras que militan y hacen un trabajo día a día en las distintas comunas del país. Aquellos que deben soportar gritos en la calle. Una reacción distinta de parte de la conducción era la primera barrera para evitar la estigmatización nacional que actualmente viven los militantes socialistas. No se hizo.
El primer sello de esta conducción es la renuncia a hacer y tomar decisiones políticas, cuyo costo lo paga el PS y con él, toda su militancia. Del segundo reportaje a la fecha, la única declaración de la mesa directiva fue solicitarle al Tribunal Supremo que tome medidas al respecto, evitando la propia responsabilidad política. Un abdicación hecha declaración pública.
El segundo sello ha sido debilitar sistemáticamente la institucionalidad partidaria –sin primarias, sin deliberación política en el Comité Central, sin cuenta en el Congreso, sin actas de la Comisión Política, manejando a placer el Tribunal Supremo– apropiándose de la representación de todo Partido. La crítica a ellos, entonces, es presentada como crítica “al Partido”. Aquél debilitamiento institucional hoy los deja al descubierto, los expone. No pueden distribuir la responsabilidad política ni en la Comisión Política, ni en el Central, ni en el Tribunal Supremo, porque el Partido ha sido dirigido a placer, imagen y semejanza de su presidente.
Los partidos son instrumentos públicos, por ello reciben financiamiento público. Esa es la premisa de la reforma a los partidos políticos impulsada bajo el gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet, que buscaba entregar una mejor política a la ciudadanía. Hoy le estamos fallando. El Partido Socialista que entrega esta dirección es uno que no le sirve ni a sus militantes, ni a la ciudadanía, ni –lo más grave– al país. Le servirá a Álvaro para una reelección, nada más. Es frente a todo Chile que estamos en deuda y precisamente serán las y los chilenos los que juzgarán las acciones que realicemos y las que no.
A ojos de la ciudadanía se requieren decisiones drásticas, la primera de ella es ineludible: Álvaro Elizalde y su mesa directiva deben dar un paso al costado.
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