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sábado, 31 de agosto de 2024

La corrupción no comenzó ahora

 




escribe Luis Mesina - 29 de agosto 2024


Durante mucho tiempo los representantes de las diferentes instituciones del país, en especial la “clase política”, alardeaban respecto de que Chile, a diferencia de los países de la región, no era un país corrupto. Existía una obsesión permanente por denostar a los demás países, en particular a los países vecinos, del que nos comparábamos frecuentemente haciendo alusión a que nosotros y no ellos, éramos un país con políticos e instituciones serias, impolutas, irreprochables.

Una arrogancia que nos granjeó muchas veces la antipatía de países latinoamericanos. El discurso de que éramos distintos formó parte de la estrategia comunicacional con que la Concertación de Partidos por la Democracia asumió la dirección del Estado en 1990.

Para ello, había que desprenderse lo más rápido posible del legado que le antecedía, lo no era fácil: 17 años de dictadura en la que la corrupción de las instituciones del Estado fue una constante, requería cirugía mayor.

La Concertación en su programa y antes de asumir la dirección del gobierno, había prometido recuperar para el Estado ciertos bienes públicos; empresas estratégicas privatizadas de manera oscura; medios de comunicación; derechos sociales convertidos en negocios, etc. Al finalizar el gobierno de Patricio Aylwin nada de ello se cumplió, y se optó, en esos cuatro años, por dar completa continuidad a lo impuesto bajo la dictadura, en especial al modelo económico.

La transgresión al programa prometido fue el primer acto de quebrantamiento de la confianza que el pueblo había depositado en los nuevos gobernantes. De ahí en adelante, un periodo largo denominado de transición, se optó por el consenso, ahogando con ello la verdadera democracia, y de paso, se validaron las formas espurias con las que gobernó la dictadura, al dejar completamente en la impunidad muchos actos contravenientes de la función pública, entre ellas, el saqueo que se hizo al Estado.

Fue quizá, el primer acto de corrupción en que toda la “clase política” estuvo de acuerdo.

A la derecha le convenía: no se investigaría el pasado, tampoco el patrimonio que habían adquirido de manera ilegítima muchos empresarios afines a ella. La izquierda, esa “renovada”, comenzaría así, su proceso de conversión en la que muchos de sus insignes dirigentes terminaron renegando de su pasado, para abrazar completamente la filosofía neoliberal que sustenta hasta hoy el modelo económico y político.

En Chile, se vienen sostenidamente corroyendo las instituciones del país. En realidad, no es el país, sino su clase dirigencial, es la oligarquía, es el sector más grande del empresariado, que elude y evade impuestos, que se colude para estafar, que soborna a políticos, jueces, fiscales y, que a pesar de lo impactante que pueden significar esas prácticas espurias, en la mayoría de los casos, permanecen en la impunidad o pagan penas que resultan irrisorias para la ciudadanía.

La corrupción comenzó hace bastante tiempo, el caso de MOP-Gate bajo el gobierno de Ricardo Lagos develó los vínculos de la empresa Gate con funcionarios del Ministerio de Obras Públicas para financiar campañas políticas. Luego se descubrió que había empresas que se adjudicaban contratos y a cambio, se pagaban sobresueldos.

El tema se selló en un acuerdo entre Lagos y Longueira, -en ese entonces presidente de la UDI-, que impidió un derrotero más grave para el gobierno. La corrupción se tapaba con un acuerdo. Se imponía así, un estilo, una práctica de resolver controversias reñidas y contrarias a la probidad publica a “puertas cerradas”, por fuera de la “justicia”, práctica que, por supuesto no se corresponde con el ordenamiento jurídico, toda vez que los políticos no tienen facultades ni competencias para resolver materias propias del poder judicial.

Dejar que las “instituciones funciones”, como señaló Ricardo Lagos, no pasó de ser un slogan, pues en realidad, cuando de salvar el “pellejo” se trata, los contubernios operaron saltándose las instituciones.

Le seguirían otros hechos emblemáticos, el “caso coimas” más conocido por el nombre del subsecretario de transporte de la época Patricio Tombolini.

Luego el caso Inverlink a comienzos de 2003, que involucró a la secretaria del presidente del Banco Central, Carlos Massad.

Luego el caso de EFE que reveló irregularidades en los planes trienales de la empresa, donde se comprobaron millones de pesos de fraude al fisco.

En 2014 -bajo el gobierno de Piñera- el caso Penta remeció a la opinión pública. Se conoció un plan coordinado para defraudar al fisco, financiar ilegalmente a la política y corromper a funcionarios públicos, llevada adelante por los empresarios Carlos Délano y Carlos Lavín y el subsecretario Pablo Wagner. Las mínimas condenas que debieron pagar por esos delitos aún provocan indignación. La intervención del Fiscal Nacional de la época fue determinante, “hay que evitar que los efectos de este caso no terminen produciendo desequilibrios en las fuerzas políticas del congreso”, en una clara e impúdica intervención a favor de los querellados.

Más tarde, en el gobierno de Bachelet el caso Caval generó mucho ruido y develó los vínculos que el gran empresariado establece con la política para someterla a sus intereses.

Este caso, sería apagado por otro de mayor connotación pública que involucraba al ex yerno de Pinochet, Julio Ponce Lerou en el financiamiento ilegal a la política a través de SQM, en la que aparecían políticos vinculados al Partido Socialista y al Demócrata Cristiano. El poder hizo todo para que esta investigación no continuara, movieron todos los hilos de la política y finalmente el manto de impunidad, una vez más terminó imponiéndose.

Todos estos casos han tenido un efecto concreto contra la población. En todos ellos, se ha burlado la justicia, se ha afectado el erario nacional con la evasión de impuestos y, lo más grave, se ha dañado la fe pública.

Como se verá, la corrupción avanza en aquellas sociedades donde existe impunidad para el delito, avanza donde los corruptos evalúan que la pena por cometer actos reñidos con la ley, son proporcionalmente menores que los beneficios que esos actos les reportan. Al final, la corrupción como siempre está vinculada a los negocios.

Esta semana estamos siendo testigos del proceso que se sigue contra el abogado Luis Hermosilla. Son cientos de millones de pesos los que están involucrados, incluso miles de millones. Demuestran lo impúdico que puede llegar a ser la conducta de algunos sujetos cuando son víctimas del dinero fácil.

Este caso, está poniendo en el centro del debate la connivencia que existe entre la política y el dinero sucio.

Al mismo tiempo, está develando el peligro por el que atraviesa actualmente la sociedad chilena. No es una, sino todas las instituciones del Estado las que se han visto involucradas en actos flagrantes de corrupción. Y son el caldo de cultivo para que los delincuentes de “poca monta” puedan encontrar argumentos para continuar delinquiendo, pues si los de arriba lo hacen y reciben penas irrisorias, ¿porqué los de abajo no pueden masificar esa forma ilegítima de saltarse las reglas?

Delinquir y obtener dinero sucio sin consecuencias que pagar se está convirtiendo en una práctica que se extiende peligrosamente en nuestro país.

Si bien la corrupción no comenzó ahora, el caso “Hermosilla” puede ser la gota que rebasa el vaso y, puede ser al mismo tiempo la oportunidad para que nuestro país detenga la vorágine de corrupción en que ha caído. Para ello será necesario conocer toda la verdad, saber quiénes pidieron favores, quienes actualmente son ministros y fiscales por gestiones de Hermosilla y, por sobre todo, será necesario que caigan todos, en especial que caigan los más poderosos, de lo contrario, si triunfa la impunidad, Chile, definitivamente habrá caído en la total pudrición, y ya no habrá motivos para continuar pavoneándose ante nuestros vecinos de que somos distintos, pues la descomposición moral de nuestra sociedad nos habrá arrojado a la misma cloaca en que se hallan los países corruptos.

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escribe Alejandro Kirk - Periodista


Hasta esta fecha, el 30 de agosto de 2024, el Consejo Nacional Electoral de Venezuela no ha publicado aún en su portal las actas finales del proceso electoral del 28 de julio pasado. Esto, como es natural, genera dudas en algunas personas acerca de ese proceso, como es el caso de los presidentes de Colombia, Gustavo Petro, y de Brasil, José Inacio Lula da Silva, quienes dicen que sólo la publicación de las actas y su verificación por ignotos "obervadores imparciales" podría legitimar la victoria del presidente Nicolás Maduro.

De ese modo, cuestionan -y no exactamente de modo elegante- todas las instituciones venezolanas, al no reconocer al Tribunal Supremo de Justicia, que tras verificar las actas físicas de los cerca de 12 millones de votantes, ratificó el triunfo de Maduro.

Un paso que no dio, por ejemplo, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, por ser una interferencia tosca, que ningún país soberano aceptaría. Como sea, sin embargo, las dudas de Lula y Petro -políticas, bajo intensa presión desde Estados Unidos y la Unión Europea- son finalmente sólo dudas. No proclaman certezas de ningún tipo.

En Chile, en cambio, quienes dudan son muy pocos. Me refiero al sector político que se autoconsidera de izquierda, donde la inmensa mayoría reconoce haber llegado a conclusiones definitivas y taxativas sobre un fraude en Venezuela y el carácter dictatorial de su gobierno... con base en nada.

La oposición venezolana, que invariablemente denuncia fraude cuando pierde, jamás ha presentado una sola queja formal ante el ente electoral venezolano, que es un poder autónomo del Estado.

Ni eso hay para alegar fraude, sólo el "relato". ¿Cuál es el relato? Metódicamente se instaló en la prensa hegemónica y las redes sociales que la victoria de Edmundo González era un hecho, que no podía perder. Con el mismo fundamento de hoy: ninguno.

Con un poquito de razonamiento científico, podrían haber estudiado los números antes de opinar: los votantes inscritos, las tasas históricas de abstención de uno y otro bando, las tendencias electorales desde 1998 (año de la elección de Hugo Chávez), el grado de organización y coherencia de cada bando, las divisiones patentes en la oposición. Todo eso estaba publicado y disponible. Pero no fue asi: la fe puede destrozar cerebros.

Entre los más destacados en abandonar el razonamiento cartesiano están el presidente Gabriel Boric, su ministra vocera Camila Vallejo, la presidenta de la Cámara de Diputados, Karol Cariola, la alcaldesa de Santiago, Irací Hassler, el músico Horacio Salinas, la senadora Isabel Allende (hija del presidente Salvador Allende), los líderes de casi todos los partidos de Gobierno, y una procesión de intelectuales y columnistas "progresistas" de todos los pelajes, cada vez más vehementes e indignados.

"No cabe la menor duda del fraude de Maduro", repiten uno tras otro, una y otra vez. Lo necesitan tal vez, como los feligreses, para reafirmar en sí mismos esa fe inconmovible basada en nada: no han visto prueba alguna, no han escuchado a los observadores internacionales de su propio país, no han leido la resolución del Tribunal, no han analizado los números ni atendido a los expertos electorales de la propia oposición venezolana que anticiparon un escenario de derrota. Ni siquiera los conocen.

Tampoco tienen reparos en abrazarse calurosamente en esta causa con los más acérrimos enemigos de cualquier tipo de democracia, como es la derecha chilena, abrumadoramente pinochetista, que nunca está satisfecha con las concesiones que el "gobierno transformador" les regala, porque ellos están habituados a tenerlo todo. No vacilan en comparar a Venezuela con la "democracia plena" de Chile y su "absoluta libertad de prensa", junto a las "sólidas instituciones", todo ello basado en la Constitución del dictador Pinochet que hasta hace muy poco aborrecían y juraban derribar.

Votan juntos resoluciones condenatorias y dicen todos apoyar resueltamente al presidente Boric cuando asocia su nombre a gente como Javier Milei, el presidente argentino liquidador del Estado y la industria; la golpista peruana Dina Boluarte -responsable de decenas de asesinatos-, o el empresario y mandatario ecuatoriano Daniel Noboa, que limpió su excelentísimo trasero con la convención de Viena sobre inmunidad diplomática.

Acto seguido, sus iras se dirigen contra quienes sí tienen dudas, como es el caso de una parte del partido Comunista, notoriamente su presidente, Lautaro Carmona, los diputados Boris Barrera, Lorena Pizarro y Carmen Herz, el economista Manuel Riesco o el arquitecto Miguel Lawner.

Estos últimos basan sus dudas en el respeto elemental a las instituciones venezolanas -otra cosa es guerra- y en un razonamiento geopolítico: detrás de todo esto no está la democracia ni la soberanía popular, sino el control del petróleo venezolano, la mayor reserva del mundo. Y del oro. Y del coltán. Y más.

Los sin-duda olvidaron la guerra económica que vive Venezuela, el sufrimiento causado a millones de ciudadanos, y hace rato dejaron de hablar del tema crucial de nuestra era: el imperialismo.

El tema conviene a muchos; se transforma en primera prioridad nacional, y es útil para ocultar la caja de Pandora que entreabre el caso del abogado de los poderosos, Luis Hermosilla -un converso que hoy amenaza con sus carpetas secretas- que tras meses de preparación judicial ha mostrado en tribunales la punta del iceberg de la podredumbre absoluta en todos los ámbitos del poder y la "elite" chilena.

También el "fraude" es útil para dejar en segundo plano la visita de dos generales estadounidenses y la realización de variados ejercicios militares conjuntos, entre ellos uno en la provincia de Tarapacá, fronteriza con Bolivia, asiento de las principales reservas de lito del mundo. Una amenaza directa a Bolivia, en que participa entusiasta la nieta de Salvador Allende, la ministra de Defensa Maya Fernández, en una pirueta histórica de la que no habrá más regreso que un suelazo.

Y aun más tapado queda el caso del alcalde comunista de Recoleta, Daniel Jadue, arrojado a la cárcel por acusaciones rimbombantes de corrupción, sustentadas en actuaciones relacionadas con medidas sanitarias de protección del pueblo en pandemia, que en el peor de los casos apenas constituirían faltas administrativas.

Como en el caso venezolano, los acusadores de Jadue alegaron que no se necesitaban pruebas para meterlo preso: bastaba que la jueza de turno se convenciera de su culpabilidad, y al parecer -según nuevos argumentos- estaba ya "convencida" desde mucho antes.

El presidente Lula, tan dubitativo hoy, fue encarcelado por una premisa similar -sin pruebas, sólo "convicciones"- en lo que se comprobó era una conspiración venida de lo más alto del poder. Eso pudo enseñarle algo, yo creo ¿no?.

Si Venezuela muestra las actas, tampoco bastará, porque luego exigirán una intervención externa, hostil, inaceptable. Nada bastará, en realidad; las elecciones no les interesan. Sólo bastaría un golpe de Estado, una guerra civil, o la invasión extranjera que la no-candidata María Corina Machado ha propiciado abiertamente desde 2017.

Sólo asi tendrían el petróleo, pero se estrellan una y otra vez con una determinación que no comprenden ni comprenderán.

viernes, 30 de agosto de 2024

Hallazgo del diario de André Jarlan a 40 años de su asesinato: Un viaje al sacrificio y el ‘sentido’

 


Hallazgo del diario de André Jarlan a 40 años de su asesinato: Un viaje al sacrificio y el ‘sentido’

Hallazgo del diario de André Jarlan a 40 años de su asesinato: Un viaje al sacrificio y el ‘sentido’

Por: Antonio Bentué | 30.08.2024
Este cuaderno, oculto por más de 40 años, no solo revela la realidad cotidiana de los más vulnerables, sino que también pone de manifiesto el compromiso inquebrantable de Jarlan con los trabajadores y los jóvenes.

El reciente descubrimiento y publicación del diario personal de André Jarlan, sacerdote francés asesinado por Carabineros en 1984, abre una ventana crucial a un capítulo oculto de nuestra historia.

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Jarlan, inmerso en la población La Victoria durante los años más oscuros de la dictadura de Pinochet, documentó de primera mano la brutal represión estatal, la miseria que enfrentaban los pobladores y la lucha por la justicia desde la no violencia activa. Sus palabras son un testimonio vivo de la resistencia pacífica, la fe y la solidaridad en medio de la violencia institucionalizada.

Este cuaderno, oculto por más de 40 años, no solo revela la realidad cotidiana de los más vulnerables, sino que también pone de manifiesto el compromiso inquebrantable de Jarlan con los trabajadores y los jóvenes. Su testimonio resuena hoy como un llamado a recordar el sacrificio de quienes lucharon por la dignidad y los derechos humanos en nuestro país. Es fundamental que no permitamos que estos relatos caigan en el olvido.

Este sábado 31 de agosto, a las 18:00 horas, en la población La Victoria, miles de personas repetirán el mismo gesto que hace 40 años, y prenderán velas para recordar que la solidaridad y la unidad son la memoria de lo mejor del alma de Chile.

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Al recordar a Jarlan, recordamos a las miles de víctimas de la dictadura y a quienes, a través de su resistencia pacífica, mantuvieron viva la esperanza de un Chile mejor.

Jarlan pasaba largas horas, en la esquina de la Capilla de Ranquil de la Población, conversando con jóvenes drogadictos, ayudándoles con momentos de amistad y cercanía significativa. Y hoy, en épocas tan faltas de sentido de la vida, que llevan a la búsqueda de llenar esos vacíos de sentido con todo tipo de consumismo desenfrenado, la figura de Jarlan constituye un tremendo testimonio de la verdad que encierran expresiones tan aparentemente utópicas, como “Felices los pobres” y “Felices los perseguidos”.

Su impacto, que llevó a Jarlan a dejar su país natal, Francia, hasta terminar acribillado en la capilla de Ranquil en La Victoria, representa una poderosa toma de conciencia capaz, por lo mismo, de hacer feliz a quien lo descubra, superando así el riesgo angustiante del sin sentido de la existencia.

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A ese tipo de toma de conciencia se referían también, con indudable profetismo, los obispos al terminar el Concilio Ecuménico en 1965 , al expresar: ‘El futuro de la humanidad está en manos de quienes sepan ofrecer a las generaciones futuras, razones para vivir y razones para esperar’ (GS 31)… Es decir, “Sentido”.

Crédito de la fotografía: Iglesia.cl

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