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lunes, 26 de agosto de 2024

Muhammad Ali, Javier Macaya, y el Rope-a-Dope

 

escribe Arturo Alejandro Muñoz

El 30 de octubre de 1974, en el estadio Maipara, de Kinchasa, Zaire, se enfrentaron por el título mundial de boxeo categoría máxima, Muhammad Ali y George Foreman, campeón vigente en esa época. Las casas de apuestas, especialmente las de Londres, daban como seguro ganador a Foreman, y las de Estados Unido le iban a la par.

Por su parte, la prensa especializada en ese deporte opinaba que Ali podría ser destrozado por el poderoso campeón. Incluso, algunos periodistas estadounidenses temían que pudiese ocurrir una tragedia sobre el ring.

No fue así, ya lo sabemos. Muhammad Ali triunfó en ese combate y se proclamó campeón mundial. Puso en práctica una técnica que derivó en un cansancio físico de Foreman, quien recibió en los últimos asaltos (o rounds) una seguidilla de golpes por parte de un Alí aún fresco, cayendo abatido sobre la lona. ¿Cuál era esa técnica? La llamaron Rope-a-Dope. Durante ocho rounds Ali prácticamente no atacó a su rival; se refugiaba con su espalda pegada a las cuerdas, cubriendo con sus brazos la cara y el pecho dejando que Foreman golpeara y golpeara, pero sin efectos rentables.

Por cierto, también, de vez en cuando, lanzaba sus mandobles certificando con ello que no estaba ‘groggy’ y que seguía en la pelea. El diario ‘Marca’, de España, escribió esa vez: "Ali fue quien, finalmente, alzó los brazos al cielo de Kinshasa aquella noche, después de dejar que su rival se desgastase mientras él esperaba su momento para resolver un combate irrepetible. Con los gritos de 'Ali bomaye (Ali mátalo)' desde las gradas, en medio de una atmósfera irrespirable".

The Collins Dictionary define el Rope-a-Dope Strategy de esta manera: a method of tiring out a boxing opponent by pretending to be trapped on the ropes while the opponent expends energy on punches that are blocked. En frases simples, es una estrategia destinada a cansar al oponente para luego salir con fuerzas y derribarlo. Bien, eso fue (y sigue siendo) en el boxeo profesional.

Digamos que en la política chilena también se está aplicando. ¿No me cree? Revise usted el caso Macaya desde sus orígenes, cuando la prensa recién comenzó a hablar de él, luego que las redes sociales habían incendiado la pradera con comentarios y ácidas críticas contra el inefable Senador UDI, defensor a ultranza de su pederasta progenitor.

Digamos que Javier Macaya aún sigue recostado en las cuerdas del ring, cubriendo rostro y pecho con sus brazos, en posición quieta y meramente defensiva, resistiendo los golpes de sus críticos (que son millones), a la espera de que estos finalmente se cansen y desgasten sus fuerzas de tal manera que él pueda salir en contrataque feroz y ganar la partida, lo cual señala que no abandonará el ring (ergo, no renunciará a su cargo ni a su partido).

Usando nuestra jerga popular, Macaya está ejecutando algo así como hazte el de las chacras, no respondas, no contestes…se van a ‘cabrear’ luego. Esa es su esperanza para seguir usufructuando de su cargo senatorial que le proporciona pingües ganancias económicas y, además, significativa injerencia en la discusión y aprobación de leyes beneficiosas para sus mecenas empresariales.

Pero, tal vez, esa estrategia del Rope-a Dope fracase esta vez, ya que el pueblo tiene más fuerza y resistencia que aquel excampeón mundial, y continúe golpeando con la misma fuerza del comienzo de la pelea, obligado a su contendor (Macaya) a abandonar el ring a objeto de no sufrir la paliza (política) del siglo, arrastrando con ello a su propio partido.

En definitiva, contra la gente, contra el pueblo, contra las redes sociales, en asuntos políticos, el Rope-a-Dope carece de eficacia.

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