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viernes, 21 de abril de 2023

Don Pablo: el amigo, el revolucionario y académico

   

Sobre la mesa, una fotografía me acompaña en la soledad de la escritura, entre lágrimas y dolor, me da ánimos. Tomada en 1991, muestra a don Pablo dictando una conferencia en los cursos de verano de El Escorial. En momentos como éste, su figura se agiganta. Don Pablo marca mi pensamiento y está presente en los últimos 40 años de mi vida. Hoy, quiero agradecer su confianza. Primero, como amigo, fue una relación cargada de afecto; la segunda como maestro en la academia, sus enseñanzas han sido un ejemplo de sabiduría; y en tercer lugar, en tanto revolucionario: coherencia e integridad ética. Desnudó el poder político, denunció la injusticia. Sin partido, militó en las causas más nobles, las que dejan huellas y forman conciencias llenas de rebeldía. Fue un hombre de acción. Su obra lo atestigua.

Don Pablo hizo gala de un humor incisivo. De risa inconfundible, no tuvo dobleces. Pasados los años, en su casa de Peña Pobre, me confesó: Por suerte no hice caso a quienes vinieron a prevenirme sobre usted. Sin embargo, hemos trabajado juntos y debo decir que no es como lo pintan, aunque es mejor tenerlo como amigo que como enemigo. Su risa inundó el salón. Agradecí la sinceridad. Sin querer queriendo transmitió valores. De él nunca se podría esperar la traición. Nunca perdió la esperanza. Sin miedo a pensar, incursionó en todas las disciplinas. Fue de las ciencias a las humanidades, disfrutaba del arte, la pintura, nada le fue indiferente. En Madrid, no faltábamos a los deberes. Primero Goya, en El Prado, luego el Guernica, en el Reina Sofía, y por último una buena paella. Era costumbre pasear por recoletos. En una ocasión coincidimos con la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión. Allí encontró una foto de Jose Martí llena de historia, había sido tomada en su viaje a Madrid. Dimos una vuelta y pensó en voz alta, tengo que volver, si no la compro me arrepentiré toda la vida. Martí. Así, la foto pasó a tener un lugar preferente en su biblioteca de Tlalpan. Defendió sus principios con pasión. En uno de los tantos seminarios que organizamos, fui testigo directo. Intervenía su amigo Darcy Ribeiro, tras su conferencia, don Pablo, midiendo los tiempos, tomó la palabra y señaló: ¡Darcy, no te enamores de tus ideas, hay que volver a repensarlas!

Don Pablo supo ver la importancia política de la lucha teórica, de allí su rigor y propuesta de una universidad democrática, plural, abierta, sin ataduras. De vocación universitaria, llamaba a una reflexión continua. En los últimos años, sintetizó su propuesta: pensar para ganar. Nunca escribió ensayo, artículo periodístico o dictó conferencia para complacer a un auditorio. Más bien lo contrario, eran notorios los gestos de rechazo de quienes no comprendieron nunca la grandeza y la honestidad intelectual que guiaba su crítica. ¿A quién se le ocurriría mencionar la experiencia del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en un acto tan solemne como un doctorado honoris causa? En Madrid lo hizo. No gustaba de honores, pero aceptó los que consideraba hacían a su trabajo. No perdió el norte. Honesto en la palabra, denunció el bloqueo a Cuba, se reafirmó en la defensa de la revolución cubana, y desde la rebelión de Chiapas en 1994, se hizo zapatista. Ahí se encuentra a don Pablo. No lo busquen en otro lado. Lección de integridad. Sentía orgullo de su militancia zapatista. Su nombramiento como comandante del EZLN, bajo el nombre de Pablo Contreras, lo llenó de satisfacción.

No se dejó amilanar por los tiempos conservadores, ni las deserciones. Defendió las causas populares en los cinco continentes. Llamó a las cosas por su nombre. A la explotación, explotación, a lucha de clases, lucha de clases, al imperialismo, imperialismo, al colonialismo interno, colonialismo interno, al fascismo, fascismo y a los traidores, traidores. Ni un atisbo de rendición.

En la conversación, animaba a seguir perseverando, a construir un proyecto emancipador. Sus reflexiones iban desde el cambio climático, la inteligencia artificial, la necesidad de construir redes, de articular propuestas, se cuestionó el patriarcado y buscó nuevas formas de actuar y pensar. Celoso de los fondos públicos, combatió la corrupción. Recuerdo estar en su despacho en la Torre II de Humanidades, iríamos a comer con su compañera, Anne Bardin. A su llegada, le ofreció un refresco, y a continuación, le recordó a Conchita, su secretaria, no es una visita académica y no está en el presupuesto, lo pago de mi bolsillo. Un acto tan simple, pero lleno de contenido ético, ese era don Pablo. Generoso y un gran amigo.

Nos deja un legado, seguir su ejemplo. Junto a Frantz Fanon, Hannah Arendt, Samir Amin, Wright Mills o Immanuel Wallerstein ha forjado una generación de rebeldía. América Latina estuvo siempre presente, pero también se implicó en las luchas en Asia, África, Estados Unidos, Europa. Su pensamiento es patrimonio de la humanidad. Fue un revolucionario, un académico y un cómplice en la amistad. Su generosidad lo ubica como un grande en la historia de las luchas democráticas. Su ejemplo estará siempre presente.

 

Por Marcos Roitman Rosenmann

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