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sábado, 19 de abril de 2025

Anatomía de una primaria incómoda: ¿Coalición sin cohesión?


 
Imagen: Sandro Baeza/The Clinic 

Por MARCO MORENO 

"El oficialismo está frente a una encrucijada. En una democracia robusta, las primarias son un mecanismo para resolver tensiones políticas de forma transparente y participativa. Pero en un sistema fragmentado, con liderazgos debilitados y escasa cohesión programática, pueden ser también el escenario de un desangre anticipado", escribe el académico Marco Moreno en su columna de hoy, en la que desmenuza la conformación de la primaria del oficialismo. . 


A menos de dos semanas del plazo para inscribir oficialmente las primarias presidenciales, el oficialismo enfrenta un dilema de alto riesgo: ¿Optar por una competencia abierta que permita medir fuerzas reales entre los partidos en la primaria, o privilegiar una negociación que evite el desgaste electoral y permita ordenar las fuerzas en función del ciclo parlamentario?

El comité central del Partido Socialista fue el escenario donde esta disyuntiva se explicitó con crudeza. Al proclamar a Paulina Vodanovic como su candidata presidencial, el secretario general del PS, Camilo Escalona, lanzó un mensaje tan directo como desafiante: “Veamos el peso en nuestra sociedad del Partido Socialista”. La frase no solo reveló la convicción de que el PS puede competir con éxito, sino que también buscó marcar territorio frente a un Frente Amplio que, desde La Moneda, ha sido hegemónico en la conducción política del gobierno.

La tensión se agudizó tras las declaraciones de la propia Vodanovic, quien aseguró que su candidatura no representa la continuidad del gobierno. La respuesta no se hizo esperar: Carolina Tohá, también en carrera como posible carta del oficialismo, respondió con una frase cargada de simbolismo político, señalando que cuando un partido se siente incómodo con el gobierno del que forma parte, debe decidir si quiere seguir en esa coalición. La bajada de la candidatura del diputado Vlado Mirosevic, quien adelantó su apoyo a Tohá, fue leída como un intento por proyectar unidad en torno a una figura que representa la continuidad del eje oficialista, pero también como una jugada para aislar a quienes optan por una vía crítica desde dentro de la alianza.

La candidatura de Gonzalo Winter, en representación del Frente Amplio, refuerza esta tensión. Más que una figura con altas chances de ganar la primaria, su postulación busca revalidar el ideario fundacional del FA y testear su sintonía con la ciudadanía luego de tres años en el poder. En otras palabras, medir cuán vigente sigue siendo el relato transformador que los llevó a la presidencia con Gabriel Boric. 

Pero mientras algunos apuestan por la lógica de competencia democrática, otros actores del oficialismo, particularmente en el Socialismo Democrático, observan con pragmatismo el calendario. En estas dos semanas que restan para inscribir las primarias el 30 de abril próximo, se abren espacios de negociación que, en la práctica, pueden llevar a la bajada de candidaturas, tal como ocurrió con el diputado Vlado Mirosevic a cambio de compensación en la conformación de pactos y las listas parlamentarias.

Ciertamente, esta “lógica de canje” responde más a incentivos de poder que a convicciones programáticas.

El dilema es profundo. Si se impone la negociación entre élites, el oficialismo puede evitar una contienda fratricida, pero corre el riesgo de verse capturado por el cálculo pequeño y la lógica cupular. Si, en cambio, opta por una primaria abierta, podría fortalecer su legitimidad democrática, pero al costo de visibilizar fisuras, desorden y, eventualmente, una derrota humillante para alguno de sus bloques.

Lo cierto es que el proceso ya ha tenido efectos divisivos. La desconfianza entre el PS, el PPD y el Frente Amplio ha vuelto a la superficie, con recriminaciones cruzadas respecto a lealtades gubernamentales, conducción política y manejo de las relaciones internas. A esto se suma el riesgo de que un proceso mal gestionado deje heridas abiertas de cara al verdadero desafío: la primera vuelta presidencial y la construcción de una mayoría parlamentaria que permita gobernar.

El oficialismo está frente a una encrucijada. En una democracia robusta, las primarias son un mecanismo para resolver tensiones políticas de forma transparente y participativa. Pero en un sistema fragmentado, con liderazgos debilitados y escasa cohesión programática, pueden ser también el escenario de un desangre anticipado.

La pregunta clave no es solo quién gana o pierde una primaria, sino si el oficialismo saldrá de este proceso más fuerte, más unido y en sintonizando con su electorado más fidelizado. O si, por el contrario, terminará reafirmando la imagen de un bloque que, aún estando en el poder, no logra procesar después de cuatro años sus propias diferencias.

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