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martes, 29 de diciembre de 2015

Ana González o el último ícono de la lucha por conocer la verdad de las violaciones a los derechos humanos

Entrevista de Cambio21









28/12/2015 |
Por Mario López M.
En entrevista con nuestro medio, Ana González de Recabarren abre su corazón. Lúcida, consecuente, aguerrida. Esa es Ana, una figura emblemática que no ha cejado en su búsqueda por encontrar a sus seres queridos, Manuel, su marido, a sus hijos Luis Emilio y Manuel Guillermo y a su nuera Nalvia, que estaba embarazada de ese nieto, que sabe que nunca llegará a conocer.

Ana no solo lucha por sus familiares, también lo hace por los “suyos”. “Mientras exista un solo desaparecido y yo tenga fuerzas, seguiré la lucha”, asegura.  Hoy está preocupada por terminar su libro, el de los mil títulos y que aún no decide cuál será. Cambio21 tuvo acceso a él de manos de Anita que develó por primera vez su contenido. “Todavía le faltan algunos retoques, pero en una semana se termina”, comenta. Fue una entrevista atípica, en que la emoción, las buenas salidas de madre y las confesiones fueron la tónica. A la par leímos trozos del libro, cartas, reflexiones. La emotividad estremeció por momentos a todos aquellos que fuimos testigos de su relato.

Perdonar… ¿qué?

- En democracia los militares confesaron que sus familiares habían sido lanzados al mar. ¿les creyó?

“Nunca he dejado de buscarlos, recuerde que cuando dijeron que a todos los detenidos desaparecidos los habían lanzado al mar, a los pocos meses aparecieron algunos restos de compañeros en Peldehue y otros regimientos, quedó en evidencia que habían mentido. Uno nunca termina de buscar, en cada oportunidad que encuentran osamentas, una tiene esperanzas”.

- Anita, si lograra recuperar los cuerpos de su marido, hijos, nuera y niet@... O si supiera con certeza dónde están, aunque no los pudiera tener con usted, ¿perdonaría a los criminales que le causaron daño?

“Es muy complicado perdonar por anticipado, habría que pensarlo en el momento, pero hoy, ¿qué voy a perdonar?  Además no soy Dios, ¿para qué quieren mi perdón si el remordimiento lo van a llevar siempre?, si es que tienen remordimiento, claro. No puede haber perdón sin saberse la verdad y la verdad debe provenir de aquellos que hicieron los crímenes y de los que los mandaron a matar, violar y todo lo que hicieron. En realidad creo que nunca vamos a saber todas las barbaridades que hicieron”, reflexiona.

Aún si aparecieran los cuerpos de Manuel, mis hijos, mi nuera y mi nieto que venía en camino, aun así seguiría la lucha por saber la verdad. Mientras exista un solo desaparecido y tenga fuerzas, seguiré buscando la justicia. Siempre he luchado por los míos y los demás.

“No todos los gatos en el mismo saco”

- Hoy, algunos militares, sobre todo de menor rango han confesado algunos crímenes. ¿Qué actitud debe asume usted frente a ellos?

“Hay que irse con cuidado, cuando vienen los soldados de menor rango o quienes eran conscriptos en ese tiempo a hacer las denuncias, no se les puede espantar sino que acoger, así vendrán otros que también hablen. Lástima que los de arriban callan, amparándose en pactos de silencio”.

- ¿Es justo decir que todos los uniformados fueron responsables de las atrocidades?

“No meto a todos los uniformados en el mismo saco… Siempre recuerdo que en una oportunidad, en una protesta, se me acercó un teniente de Carabineros y me dijo, “señora, ¿la puedo abrazar?”… por supuesto accedí, pero más de alguien no entendió el gesto y no le pareció bien. También recuerdo cuando para un 1° de mayo caímos como cien compañeros a la Primera Comisaría presos… pasamos la noche allí. Cuando ya todo estaba apagado y la mayoría dormía, una carabinera pasó haciendo ronda, se detuvo a mi lado, no me moví, yo dormía y desperté en ese instante… en silencio se agachó y me tapó los pies… luego continuó la ronda… Son gestos hermosos… El odio nubla la mente y hace decir y hacer cosas que no ayudan a solucionar el problema que es verdad y justicia”.

- También se han conocido hechos de actos delictuales, sobre todo con los dineros del cobre…

“Qué lástima que los soldados orgullosos, tan íntegros, ahora estén desfalcando dineros de todos los chilenos. Esa plata debiera destinarse a la educación, para que puedan estudiar gratis en universidades, institutos, enseñanza media los cabros pobres”…

“Victimarios que serán víctimas”

- Hace pocos días hubo una manifestación frente a la Escuela Militar, donde familiares de los presos de Punta Peuco reclaman ser víctimas de persecuciones. Qué siente frente a esos nietos, esos hijos que directamente no son responsables.

“He vivido hartas penas, pero también hartas alegrías. También los hijos de los milicos sufrieron. Los han tenido que enterrar a escondidas..., ellos no tienen la culpa, más temprano que tarde los victimarios también se transformarán en víctimas… y también los suyos”

- Anita, ¿fue difícil que en dictadura, la gente entendiera que los detenidos desaparecidos, sí existían?

“Fue muy complicado, pero cuando el mar devolvió a Marta Ugarte (detenida desaparecida cuya captura y ejecución había sido negada por la dictadura y que apareció en Los Molles), ella aún muerta habló y les dijo en la cara que sí existían los detenidos desaparecidos, que negaban y llamaban despectivamente “presuntos”. No pudieron ocultarlo porque antes que la policía y los servicios de seguridad, llegó la gente. Incluso usaron la prensa para desviar la atención, pero no lo lograron. Recuerdo en su momento que hasta la Iglesia se hizo eco de los “presuntos” desaparecidos… costaba creer tanta brutalidad que Marta rescató como verdad”.

Un dolor permanente

- Su caso es emblemático no solo por habérsele arrebatado a 5 de sus seres queridos, también porque perdió de pena a otra de sus hijas sobreviviente…

“Mi hija, Anita María, la profesora,  fue otra víctima más… ella enfermó y nunca más pudo recuperarse hasta su muerte, luego de escuchar el informe de la Comisión Rettig que señaló que a su padre y sus hermanos los habrían lanzado al mar.  Se desmayó y nunca volvió a ser ella”… señala emocionada y con voz entrecortada.

- Anita, ¿valió la pena su lucha?

“Valió la pena todo lo que hicimos y hemos hecho para poner en conocimiento las violaciones a los derechos humanos cometidas en dictadura. No fue fácil, nos reprimieron, encarcelaron -estuve como nueve veces presa-, sufrimos muchas incomprensiones, pero valió la pena. Solo lamento que algunos de nuestros hijos no hayan tomado las banderas de nuestra lucha, pero hay otros, aunque no son los tiempos, es lamentable que no existan estructuras como antes en las poblaciones, por ejemplo”, se lamenta.

“pero depende de nosotros, de las víctimas, los familiares, empujar el carro, seguir trabajando, haciendo acciones, hacer conciencia. Cuando hacíamos huelgas y encadenamientos era para hacer conciencia de lo que pasaba en Chile, y también estábamos poniendo la semilla para derrocar a Pinochet y volver a la democracia. Hemos ido perdiendo fuerza y lo que fuimos durante la dictadura”, se lamenta…

Los “señores políticos”

- ¿Siente que los gobiernos democráticos, pos dictadura, hicieron la pega en materia de DDHH?

“Vuelta la democracia, desgraciadamente los gobiernos democráticos no han cumplido la tarea, sino estaríamos hace mucho tiempo ya en poder de la verdad. Nunca se han dado las cosas fáciles para el pueblo y esta no ha sido la excepción. Hay que luchar para conseguir la verdad y en eso no hemos transado. Aquí fallaron los partidos políticos. Pareciera que cuando líderes como el ex Intendente Francisco Huenchumilla (DC) levantan la voz para luchar por la justicia, los sacan rápido de escena para acallarlos. Si yo me encontrara con él, le diría y a usted compañero, ¿qué le pasó? No renuncie a su lucha, siga”.

“Cuidado que aún no se fue Pinochet, no se ha ido. Está toda la herencia de él.

- Hay otros que pareciera que renunciaron a sus principios y a su historia, recibiendo dinero sucio. Hoy para la gente, Marco Enríquez- Ominami encarna a aquellos. ¿Siente que los traicionaron?

“En vez de sentirlos yo traidores, creo que se traicionaron ellos mismos. Pero tengo esperanza, todavía queda gente honesta que es consecuente y que sigue en la lucha”.

“¿No les da vergüenza huevones?”

- Usted ha sido cerca de la Presidenta, ¿Qué le diría a la Primera Mandataria, a la mujer, Michelle Bachelet, si hoy estuviera frente a ella?

“Solo le diría… ¿Te acuerdas de tiempos pasados? ¿Qué más? Ella entendería”.

- Y si los que tuviera al frente fueran los que están en Punta Peuco…

“Les diría, por qué los asesinaron, cuenten la verdad, dónde están, criminales, ¿no les da vergüenza huevones?  Y hartas cosas más… incluso más fuertes”, se ríe… “he sentido unas ganas de hacerlo cuando los veo en tribunales, pero en una de estas lo hago más adelante, aún hay tiempo”. Para esta mujer incombustible, a sus 90 años aún hay tiempo, porque siente que la tarea aún está inconclusa.

Carta de mi esposo, desde el fondo del mar o desde el fondo de la tierra



El año 2006 un grupo de familiares de detenidos desaparecidos efectuaron una especie de terapia, debían escribir aquella carta que, su familiar ausente les enviaría, de poder hacerlo. “En el nombre del que está desaparecido, tú habla”, se llamaba el ejercicio, fue difícil? “Fue una tarea más difícil que la cresta”, reconoce Ana. Entregamos a ustedes un extracto de aquella emotiva carta que su esposo, Manuel, le “dirigiera” y que Anita, comparte con nosotros.


Querida Ana;

Cuando ya han pasado 38 años de nuestra desaparición forzada y cuando se acercan los 41 años del Golpe de Estado en Chile, te escribo. No sé dónde estoy, ¿estaré en el fondo del mar o en el fondo de la tierra?, tal vez en algún río, ¿estaré en alguna mina abandonada?. ¡Qué tortura, que martirio! No sé dónde estoy.

Ana, siénteme cerca de ti, nunca he dejado de estar a tu lado, tú lo sabes muy, difícil dejarte sola cuando necesitabas mi presencia. Presiento que hoy más que nunca me has extrañado, el dolor de saber que nuestros amigos de ayer ya no son los mismos, eso ha dejado una huella indeleble en tu corazón, a los dolores sumas dolor.

Ana, sigue tu camino, haz lo que debes hacer y punto.

Siénteme a tu lado Ana, resiste, te lo pido por Ricardo, Vachy, Anita María, Patricia, por nuestros nietos, bisnietos y nuestros posible tataranietos, ¡Tú los verás!

Sin embargo, aquí estoy y acudo a todos mis vecinos, a mis compatriotas, a la sociedad toda, les recuerdo que no solo soy una fotografía en tu pecho, tampoco una pancarta. Yo, Manuel Recabarren, como ustedes, estoy en la historia de mi familia y de mi país.

Mi querida Ana, como tú dices, “los porfiados hechos” reafirman la calidad de Caínes y ladrones, “chacales que el chacal rechazaría” ¿qué fue de aquellos valientes soldados?”

“El amor, el perdón, no consiste en ocultar la verdad” nos dijo Monseñor Jorge Hourton, y agregaba “solo la verdad nos hará libres”. ¡Cuánta razón hay en esas palabras!

¡Solo la verdad nos hará libres! Por duras que sean las consecuencias.

El país que olvida a sus mártires, corroe sus raíces, el desierto lo va cubriendo sin valores, sin futuro, sin sueños, y avanza, tanto avanza, que camina por la senda que no llega a ninguna parte, un camino lleno de sombras amenazantes para el futuro de nuevas generaciones.

Querida “Consentida”, desde el fondo de la tierra o desde las profundidades del mar, te extraño. Quería verte y por esa magia de los sueños, viajaste a Quinteros, yo te guie hasta Loncura, la brisa que acariciaba tus mejillas, las envíe yo, la sombra dibujada en la arena era yo, tu Manuel, esperándote como entonces, para agradecerte por los felices días que vivimos junto a nuestros niños.

Difícil encontrar cómplices como tú, estoy seguro mi “Consentida”, que aunque nadie más me espere, tú estarás allí esperándome.

Tu esposo, Manuel.

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