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viernes, 19 de noviembre de 2021

OPINIÓN POLÍTICA Corrupción: roba en grande y niega todo

    

La carcoma de la corrupción ha escalado hasta conformar una conducta que no reconoce clases sociales, religiones, condiciones económicas ni niveles educativos. Pero que tiene sus nichos regalones: los poderosos o los que quieren serlo.

De este efecto de la revolución pinochetista, es falso que el país se haya sacudido.

A contrario sensu, se ha perfeccionado y anclado con la fuerza de lo cultural.

Desde la pequeña coima que se da al funcionario para que dé la pasada, hasta los negocios turbios en paraísos fiscales, nombre elegante que reciben aquellos lugares en que los poderosos delinquen a cacho visto, como decían los antiguos ladrones.

Según el diccionario, corrupción es una práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de las organizaciones en provecho económico, o de otra índole, de sus gestores.

Es decir, robar.

Entonces para que exista la corrupción debe existir un corrupto, un espacio corruptible y otros muchos que miren para otro lado.

Así, la cultura inaugurada un marte once nublado fue capaz de entronizarse en el modo en que los chilenos nos relacionamos y se extendió como una mancha de acero en cincuenta años.

¿Alguien recordará los esfuerzos que hizo el fascismo para encontrar en la figura de Salvador Allende y sus colaboradores alguna traza de arreglín, negociado u otra inconsistencia relacionada con el robo al Estado o a privados?

No pudieron.

Y lo que debió ser una línea de conducta moral que perviviera en la historia como una enseñanza diferenciadora con el fascismo y sus adláteres, muy pronto fue considerada una cosa medio romántica que no sirve para nada.

Se convirtieron en aquello que era todo lo malo.

Una de las primeras lecciones de cosa corrupta fue la declaración del presidente Aylwin: Justicia en la medida de los posible. Y a continuación, la ceguera autoimpuesta por cobardía y por sus propios intereses económicos: jamás tuvieron la hombría de revisar lo obrado por el dictador.

Los corruptos de la dictadura en breve supieron corromper a los corruptos de la Concertación. De esa trenza salió todo lo que conocemos.

El dinero, se transformó en un vicio para el que tenía y quería más, y del que no tenía y quería tener.

En breve supieron los secretos cardinales: roba en grande, y si te pillan: niega todo.

Presidentes, ministros, jueces, altos funcionarios del Estado, generales, almirantes de las fuerzas armadas y Carabineros y policía de investigaciones, senadores, diputados, alcaldes, intendentes, candidatos a cualquier cosa, poderosos empresarios, periodistas, dirigentes sindicales y sociales, conforman el universo en el que danza la fetidez de lo corrupto.

Se hacen leyes en un parlamento corrupto, propiciada por políticos corruptos, que buscan legitimar a poderosos corruptos, por la vía de legalizar lo corrupto, de modo que en Chile la corrupción es legal: el que fue, alega:

– Los tribunales dicen que no fui.

Fin del caso.

No hay semana del año en que no aparezca un alto funcionario, un estrellado general, un elegante político, un emperifollado millonario o una simpática postulante, comprometidos hasta el tuétano con actos de sinvergüenzura químicamente pura.

Lo de ayer fue la trampa de la candidata Oliva en su intento por llevarse para su casa y/o para la de sus amigos, ingentes recursos trampeando al Estado. Ella, que se postulaba para cambiar todo lo que había criticado, fue tragada por la gravedad de lo que había criticado.

Había aprendido demasiado rápido.

Pero, tranquilos, en breve aparecerá blandiendo en una mano el fallo que la absuelve:

– Yo fui, pero aquí dice que no.

Y el mundo seguirá andado.

 

Por Ricardo Candia Cares

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