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martes, 11 de noviembre de 2025

¿Regreso al pasado o derecho al futuro?

 

¿Regreso al pasado o derecho al futuro?OPINIÓN


Rodrigo Bustos Bottai
Por : Rodrigo Bustos BottaiDirector ejecutivo de Amnistía Internacional Chile.
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¿En algún momento le vamos a poner coto a esta forma de hacer política?


En estos tiempos de elecciones, a veces pareciera que como sociedad nos metimos en un DeLorean para regresar a 1991. En esos años, los representantes de las Fuerzas Armadas (entre ellos, el mismo comandante en Jefe Pinochet) cuestionaron las conclusiones del Informe Rettig que daba cuenta de las desapariciones y ejecuciones sistemáticas cometidas durante la dictadura civil militar. Un sector de la clase política se sumaba también a esos discursos negacionistas. 

Eran tiempos en que los tribunales aplicaban de manera uniforme la Ley de Amnistía y los perpetradores de graves violaciones a los derechos humanos seguían su vida normal y, en algunos casos,  continuaban ejerciendo funciones en instituciones del Estado. 

Afortunadamente, durante las décadas posteriores se sintió el avance. En el 2013, durante la conmemoración de los 40 años del golpe de Estado, el entonces Presidente Sebastián Piñera cerró el Penal Cordillera por considerar que ya no podía existir una cárcel con privilegios para criminales de lesa humanidad. También habló de los “cómplices pasivos” del régimen de Pinochet, para referirse a quienes “sabían y no hicieron nada o no quisieron saber y tampoco hicieron nada”. 

Ese mismo año, Manuel Contreras, uno de los militares más sanguinarios en la historia de América Latina, afirmaba durante su presidio que “no murió nadie en un centro de detención de la DINA. Ninguno de los detenidos fue lanzado al mar, todos fueron llevados al Servicio Médico Legal”. Eso sí, en 2013 eran muy pocas las voces que acompañaban su discurso negacionista. Lamentablemente ese avance se detuvo. 

Durante la actual campaña electoral parece que retrocedimos en el tiempo y volvimos a inicios de los noventa, con afirmaciones que niegan las violaciones a los derechos humanos, las minimizan o las justifican. 

Hemos escuchado que las ejecuciones extrajudiciales eran inevitables. Que el Plan Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas estaría motivado por la venganza. Se ha dicho que se liberará a los criminales de lesa humanidad como Krassnoff y otros que han cometido las peores atrocidades imaginables y que siguen orgullosos de esos actos deleznables. Algunos cuestionan que la cárcel de Punta Peuco pase a ser un penal común, porque quienes están en ese penal estarían condenados injustamente.

También algunas candidaturas han tomado la posta de la tesis negacionista de Manuel Contreras y ya la repiten con total desparpajo. Todo lo anterior sabiendo que en realidad quienes tienen los antecedentes acerca del paradero de las personas desaparecidas son los mismos que quieren indultar y que siguen callando por los pactos de silencio. 

Pero eso no es lo único. Varios candidatos han hecho caso omiso al marco de derechos humanos, al exponer sus propuestas en materia de seguridad, de inmigración y de derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. ¿Existe un límite a todo esto? Pareciera que no, se perdió la vergüenza y el pudor. 

Hasta no hace mucho, las personas y los líderes políticos sentían justa vergüenza al mentir, defender genocidios y pararse transparentemente del lado de torturadores, violadores y asesinos. Hoy, pareciera que quien grita más fuerte la frase más espantosa logra más visibilidad y ello es lo único que importa en tiempos de elecciones.

En vez de competir por quién es más digno de liderar a nuestra nación, parece que un sector de candidatos tiene un concurso interno por quién dice la frase más horripilante, olvidándose del daño que causa en la población que pretenden gobernar. 

¿En algún momento le vamos a poner coto a esta forma de hacer política? ¿En algún momento primará la sensatez y seremos capaces como sociedad de recordar y rechazar de manera transversal los horrores cometidos en nuestro país para que la historia no vuelva a repetirse? Debemos intentarlo. No podemos aceptar un retroceso al pasado sin mínimos civilizatorios comunes. Nos estamos jugando la construcción de una sociedad donde quepamos todas y todos. Nos estamos jugando nuestro derecho al futuro.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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