No es ningún secreto que las familias políticas han dado vueltas por los distintos gobiernos y sillones del Congreso durante décadas. Las dinastías Larraín, Zaldívar, Walker y Allende, entre varios otros, fueron y siguen siendo activos políticos y muchos de ellos una y otra vez aparecen en la papeleta para cada elección parlamentaria.
En la instalación del nuevo gobierno de Michelle Bachelet la situación se repitió. Padres, hijos, primos, hermanos, tíos y sobrinos se reencontraron en los ministerios y en los pasillos del Congreso. Muchos de ellos fueron acomodados por las grúas de los partidos políticos y otros se ganaron un espacio gracias a las confianzas construidas con personeros claves del gobierno entrante durante la campaña.
El cruce entre redes familiares y poder en ningún caso es privativo de un color político. Basta recordar que el ex presidente Sebastián Piñera puso a su primo Andrés Chadwick en el ministerio del Interior y a su hija Magdalena en el segundo piso de la casa de Gobierno. Y hoy en el Congreso se repiten apellidos de la oposición como Sabat, Coloma y Lavín.
Para graficar esta fórmula, El Dínamo revisó los lazos familiares instalados en el Congreso y el Ejecutivo. Hay quienes hoy tiene uno o más familiares que trabajan en el aparato público. Otros son hijos de ex presidentes, de ex parlamentarios o parientes de ex funcionarios de gobierno de distintos ministerios. Practicamente no hay repartición del Estado donde no se reiteren los nombres.
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