El Derecho a vivir y decidir de un pueblo
por DIEGO ANCALAO GAVILÁN 26 febrero, 2017
Hace tiempo vengo planteado la necesidad de crear un registro electoral indígena, donde los pueblos originarios tengan la posibilidad de elegir libremente a sus representantes en el Parlamento de Chile, con el número de escaños de acuerdo a su densidad poblacional. Esto perfeccionaría la democracia, permitiendo que los pueblos originarios en desmedro demográfico, accedan al poder, en una democracia que, por definición, es el gobierno de la mayoría soberana.
Esto permitiría incidir en la toma de decisiones y defender nuestros derechos en el epicentro del poder. Sin embargo, este diseño debe aplicarse en el poder local y comunal con altos índices de población mapuche. Hay que entender, eso sí, que ésta no es la solución al problema del Estado con el pueblo Mapuche, que quede absolutamente claro.
Lo digo, porque he visto que se está hablando de esta propuesta como la solución al pueblo Mapuche, tal como lo ha hecho, por ejemplo, un pre candidato presidencial (Lagos). En todo caso, hay que valorar que, algo se plantea, ya que, los candidatos demuestran no tener idea de cómo dar respuesta a las demandas del pueblo Mapuche, al parecer, tampoco saben cómo dar cumplimiento a los requerimientos y necesidades de los chilenos.
Pero, ¿por qué no es la solución? Porque, el problema no es netamente electoral. El problema concreto es que el Estado no reconoce al pueblo Mapuche como nación y sujeto de derechos colectivos, con la facultad de decidir libremente su futuro. El Estado debe reconocer un estatuto legal que regule el funcionamiento autónomo en territorio Mapuche y una estructura política que le de representación, un Parlamento Mapuche de acuerdo a las identidades territoriales.
Éste debe conferir poder a esta estructura de representación del pueblo, para decidir presupuestos y leyes que determinen el futuro como nación, de acuerdo a representantes elegidos por un mismo registro electoral indígena dentro del Wallmapu y que regule la relación entre el pueblo Mapuche y el Estado. Con esto, salimos de la fácil consigna hacia una propuesta concreta, que no sólo genera participación social, sino, representación política.
“Que no sólo genere participación social” se refiere a que el pueblo Mapuche no es una junta de vecinos, club deportivo o fundación, no somos una organización funcional creada por ley de otra nación-Estado, como las organizaciones en las que nos han obligado a reunirnos. Éstas permiten participación social, pero no poder político para decidir como pueblo, es imposible generar soberanía política, sin una estructura de pueblo para ejercer poder y decidir el futuro colectivo.
Para tristeza de algunos críticos, esta solicitud de devolución de autonomía está fundada por los tratados del Pueblo Mapuche con España, el de Quilín, y con el Estado chileno, Tratado de Ipinco, Negrete, Yumbel y Trapigue. El territorio reconocido por los tratados, hoy, se encuentra en manos de dueños de forestales, por lo que no es un conflicto Mapuche, es un conflicto de intereses económicos y territoriales de privados protegidos por el Estado.
Después del incumplido Pacto de Nueva Imperial hay un agotamiento de la dirigencia Mapuche, en eso concordamos con la CAM, hay un estancamiento en las reivindicaciones sociales y políticas. Y los intelectuales, se ven distantes de ser un aporte que permita socializar y construir una propuesta desde las bases, no desde la academia, replicando lo que criticamos a la élite chilena y a los revolucionarios de escritorio.
Debemos recuperar la libertad, ser libres, en este caso, es estar al mando y no, simplemente, estar limitados por obstáculos para actuar, como decía Isaías Berlín, a lo que llamaba la libertad negativa, es decir, que usted es libre si hace algo y nadie se lo impide: puede comprar libremente una bebida, pero eso no lo hace libre, porque no incide en las decisiones y no cambia las cosas para mejorar su futuro.
Recuperar la autonomía nos permitiría decidir en libertad, derecho arrebatado hace 133 años cuando el Estado violó los tratados, dejando al pueblo sobreviviente sin poder de ningún tipo, bajo un constante intento de asimilación. En efecto, no tenemos poder para beneficiar a nuestro propio pueblo, ese poder está en manos del 1% más acaudalado de Chile, que hace leyes que sólo los benefician a ellos. Hablo, específicamente, del poder político, porque creo en esa vía, ya que hay otras formas de ejercer poder, como los insurgentes, ejércitos e iglesias.
Como pueblo tenemos menos poder que las minorías extranjeras en Chile. ¿Pero qué es el poder? Moisés Naim lo define como la capacidad de dirigir o impedir las acciones actuales o futuras de otros grupos o individuos. Dicho de otra forma, el poder es aquello con lo que logramos que otros tengan conductas que, de otro modo, no habrían adoptado. Efectivamente, no hemos logrado resolver el problema de fondo.
Por esta razón, tener autoridades Mapuche en distintos gobiernos no nos ha mejorado nuestra condición como pueblo, porque no obedece a un plan político como nación, más bien, a cualidades personales y profesionales reconocidas. En efecto, un alcalde, diputado, senador, intendente, subsecretario o ministro Mapuche, es un triunfo, pero no cambia la realidad del pueblo Mapuche.
Por esta razón, la propuesta de Admapu, de pedir trabajos públicos a Mapuche, con la justificación que somos el 10% de la población, no cumpliría el objetivo de autonomía política, depender laboralmente del Estado, se ve lejano a la libre determinación. Esta acción revolucionaria, obedecerían al programa popular del Partido Comunista (PC), como propone el documento “El pueblo Mapuche tiene derecho a la autonomía” de 1996, del líder de Admapu, en una política de liberación nacional, los partidos son aliados, pero no el centro político de la nación Mapuche. Sin embargo, concordamos en la reivindicación de un espacio territorial y el derecho a la autonomía.
Algunos dirigentes han ido más allá del ideal Mapuche y han superado al propio Partido Comunista, aseguran que el proceso de liberación nacional es imposible mientras no se derrote el sistema capitalista y la súper estructura, según los “Cinco mitos sobre la CAM del año 2000”. Una gran misión, que no pudo lograr ni la Unión Soviética. No obstante, la CAM se define más Mapuche que Marxista. Apoyaría una utopía, pero después que logremos la autonomía de nuestro pueblo. Porque, creo que sí es posible, como ejemplo tenemos el país Vasco y los maoríes.
Después del incumplido Pacto de Nueva Imperial hay un agotamiento de la dirigencia Mapuche, en eso concordamos con la CAM, hay un estancamiento en las reivindicaciones sociales y políticas. Y los intelectuales, se ven distantes de ser un aporte que permita socializar y construir una propuesta desde las bases, no desde la academia, replicando lo que criticamos a la élite chilena y a los revolucionarios de escritorio.
La violencia contra el Pueblo Mapuche no viene del pobre ni del campesino, sino de las familias que manejan el Estado, que es una asociación que reivindica el monopolio del uso legítimo de la violencia, como dijo Max Weber. Aun así, creo que la no violencia es la respuesta política que debemos dar en estos tiempos, a diferencia de la CAM, los mismos vascos pasaron a la acción política con el partido Sortu, los irlandeses con Sinn Féin. Ya lo había hecho Nelson Mandela y los Tupamaru con Mujica.
Un dirigente, luego de un amplio y democrático debate interno de él, propone el co-gobierno, luego la autonomía y, por último, la independencia. No conozco un documento que defina estas propuestas, hay que lograr deducirlo de sus comunicados de prensa. Sin embargo, coincidimos en el reconocimiento de la nación Mapuche y sus derechos políticos, territoriales y económicos que solicitan las declaraciones de las Naciones Unidas sobre los pueblos indígenas.
Otros líderes se han dedicado a esperar propuestas del gobierno de turno o de algún pre candidato presidencial. Aunque las propuestas de ese mundo, nunca apuntan a resolver el problema político de fondo, más bien apuntan a la demanda social y económica, donde es difícil resolver la pobreza y el reconocimiento, mediante un invernadero y unas ovejas. Ha sido un fracaso la aplicación de políticas asistenciales por que apuntan a impedir liberar nuestro pueblo, manteniéndolo dormido a punta de bonos, algunas hasta han llegado a movilizarse para reivindicar bonos y no la autonomía.
Debemos sacar a nuestro pueblo del estancamiento centenario con propuestas políticas concretas, de acuerdo a nuestra propia condición de pueblo, ya que nuestros dirigentes han sido influenciados por ideologías externas. Tampoco es la solución creer que transformándose en empresarios y haciendo un encuentro al año, resolvemos el problema político de pueblo, copiando modelos y estereotipos practicados más bien por la derecha, de creerse superiores, como cuicos pobres, ya no son los hippies de izquierda que consideraban importante al campesino.
De todas maneras, que quede claro, que nadie tome el nombre de nuestro pueblo para un enjuague que vienen practicando por años, en el que sólo ganan ellos o él, mientras el pueblo Mapuche se queda 100 años esperando que nos reconozcan como nación. No vamos a permitir más que se utilice nuestro pueblo bajo la consignas fácil o tomando sólo un punto de nuestra propuesta, con fines electorales. Que nadie cuente con eso, nadie.
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