¿Gobiernos revolucionarios, reformistas, transformadores o de administración?
por RAMÓN BRIONES Y HERNÁN BOSSELIN 10 julio, 2017
Terminado el proceso de selección de candidaturas presidenciables, hemos entrado en tierra derecha y corresponde que los candidatos que estarán en la papeleta definitiva desarrollen, con absoluta precisión y claridad, lo que constituirán los ejes de sus programas. Dicho de otra forma, deben informar cumplidamente a la ciudadanía sobre cuál es el carácter que desean imprimir a la gestión gubernamental.
En la reciente precampaña, apenas pudimos formarnos un juicio preliminar, que no es otro que los candidatos más que definirse por un tipo de gobierno, atiborran a los electores con infinitas promesas. Ellas van desde trenes a empleos para todos, servicios de salud al servicio del aborto libre, promesas de una educación más inclusiva y de buena calidad, y nos avisan que tendremos certidumbre y que podremos caminar tranquilos por las calles. De ello inferimos que las candidaturas no han encontrado una expresión genérica de cómo definir globalmente lo que desean hacer o, dicho de otra forma, cuál es la orientación global, la filosofía doctrinal que guiará sus pasos administrativos. Se parece un poco a un tratamiento médico que da todo tipo de remedios, pero que no ha hecho un diagnóstico previamente acabado de cómo administrará la salud del paciente.
Hemos leído con mucha atención el informe económico que acaba de entregar el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, sobre Chile. Valoramos el trabajo que, sin pretensiones de ser una biblia, resume muy bien lo que ha sido y es Chile en materia socioeconómica de manera seria, reflejando bastante objetivamente el gran progreso que ha exhibido el país en general desde épocas pretéritas y, en particular, desde los años 1990 en adelante.
Naturalmente, existe una variopinta opinión sobre lo que ha ocurrido en Chile y para ello muchos actores políticos hacen consideraciones parciales, cuando no interesadas. Ello será una prueba para los candidatos serios en los próximos meses, porque no será tan fácil engañar el pueblo de Chile.
El gobierno de la dictadura efectuó una profunda revolución capitalista, no solo sangrienta, que terminó con el área social y que redibujo todo el mapa del poder y actividades económicas, la forma de relacionarse el país con el comercio, y reformuló completamente todo el sistema del mercado de capitales, aspectos en los cuales no ha existido hasta el día de hoy ningún cambio estructural, como lo reconoce el informe del PNUD, de Naciones Unidas, sino rediseños y perfeccionamientos, consagrando, de paso, en su aspecto más negativo e intocado, una gran concentración en toda el área económica, oligopolizando los mercados.
Con ocasión de las opiniones de la vocera de Alejandro Guillier, referidas a los gobiernos de la Concertación, se han conocido diversas opiniones y editoriales refiriéndose a lo que han sido esos, comparados con el gobierno actual. Es necesario señalar, en primer lugar, que las palabras suelen ser engañosas. En Chile hubo gobiernos revolucionarios, como ejemplo, el gobierno de Frei Montalva, que propuso una “Revolución en Libertad”; el gobierno de Allende alentó un cambio revolucionario, “La vía chilena al Socialismo”; y la dictadura, que hizo una revolución capitalista. Sin embargo, no cabe duda que estamos frente a tres cosas muy distintas.
Otro aspecto a considerar es qué significan los gobiernos reformista versus los gobiernos transformadores. Algunos sostienen que estas son dos categorías diferentes, sin que quede claro cuál es la diferencia y, para mayor problema, se habla de adjetivar ambas especies de gobiernos en cuanto a si proponen cambios, reformas o transformaciones, estructurales.
Complica aún más la materia, cuando se expresan estos conceptos sin señalar las circunstancias en que se llevan a cabo los gobiernos de las características ya señaladas.
Veamos algunos casos, el Gobierno de Frei Montalva fue efectivamente “revolucionario”, porque efectuó un cambio estructural en la propiedad del agro, con características socioeconómicas absolutamente estructurales. Nunca más el campo chileno volvió a ser lo mismo que antes de Frei.
En el caso de Allende, la expropiación o confiscación masiva y la formación del área social, fue revolucionaria, especialmente la nacionalización del cobre, pero, a diferencia de la de Frei, no solamente ocupó más allá del límite las instituciones del derecho, sino que hizo una mezcla con vías de hecho.
El gobierno de la dictadura efectuó una profunda revolución capitalista, no solo sangrienta, que terminó con el área social y que redibujo todo el mapa del poder y actividades económicas, la forma de relacionarse el país con el comercio, y reformuló completamente todo el sistema del mercado de capitales, aspectos en los cuales no ha existido hasta el día de hoy ningún cambio estructural, como lo reconoce el informe del PNUD, de Naciones Unidas, sino rediseños y perfeccionamientos, consagrando, de paso, en su aspecto más negativo e intocado, una gran concentración en toda el área económica, oligopolizando los mercados.
Los gobiernos de la Concertación tuvieron como tarea principal la reforma política y, dentro de este aspecto, el de reconstruir las confianzas en el sistema político y asegurar una convivencia social sin violaciones permanentes a los derechos humanos. Esas reformas políticas, aunque se hayan hecho bajo la égida de la Constitución Política de 1980, fueron también estructurales. El país bajo las actuales normativas y el entramado legal que sustituyó los aspectos más graves de la Constitución de 1980, han estructurado una nueva forma de relacionarnos. Lo anterior no obsta para que también se hayan hecho reformas en el ámbito social y económico y sin duda que no puede negarse que ellas no estructuraron un completo nuevo modelo económico y social, pero iniciaron un recorrido importante hacia el correcto camino de eliminar algunos aspectos excesivos del modelo dictatorial.
Decir que ello es solo administrar el modelo es un error, y lo es desde una doble perspectiva, primero, porque hubo avances sustantivos en todas las materias y, segundo, porque se olvida que durante los primeros gobiernos de la Concentración hubo leyes de amarre y operó un sistema que impidió la representación correcta en los sillones parlamentarios y Pinochet estuvo omnipresente hasta su vuelta a Chile desde su detención en Londres.
El actual Gobierno se presentó como un paradigma de la transformación estructural, llegando a hablarse de un nuevo ciclo. Podemos conceder, desde luego, sin la menor duda, que la vuelta al sistema proporcional, el fin del binominal, es de una importancia muy significativa y tiene carácter estructural, por cuanto cambiará la forma de las relaciones en el ámbito político.
En materia educacional, los cambios, siendo importantes, no han estructurado un nuevo modelo educacional en el ámbito universitario, aunque es muy importante la gratuidad para los más pobres. En lo que se refiere al fin de los municipios como administradores de la educación, podemos aceptar que constituirá un cambio muy importante que estructurará la educación en forma territorialmente distinta y eso es altamente significativo y valioso, pero está en veremos.
En materia tributaria, la reforma original que presentó el gobierno tenía algún carácter estructural, pero la que se hizo a propuesta de la derecha, no la tiene y todos los candidatos desean efectuarle nuevas modificaciones. Las reformas tributarias, salvo que sean confiscatorias, son instrumentales y van de la mano de los dichos económicos.
El informe el PNUD, refiere una historia un poco triste sobre las desigualdades y la concentración económica en Chile, la que se expresa en múltiples aspectos que son evidentes a todo observador. En particular, resulta interesante solo recordar aquí que, según ese informe, la concentración económica colonial y de la primera era de la república fue muy grande y que hubo un proceso que la revirtió, entre 1930 y 1970.
Posteriormente, a partir del año 1990, con la disminución del Estado y las privatizaciones, se reprodujo nuevamente el fenómeno, con nuevas características, que han producido el control en pocas manos de los mercados, materia que, si bien no trata a fondo, el PNUD menciona expresamente, pero sin estudiar profundamente todos sus efectos, resultando en este punto prácticamente el único caso en el que aparece el país retrocediendo y sin poder tener una política clara.
Cuando se inició el actual gobierno, los personeros que diseñaron el programa anunciaron que se iniciaba un nuevo ciclo político, una refundación de las relaciones políticas, económicas sociales. Pensamos que esas fueron solo frases llenas de entusiasmo electoral y lo que procede es señalar que este Gobierno ha efectuado una reforma estructural en materia política, el fin del binominal, iniciado otra en materia educacional territorial y que lo demás son cuestiones que, de una u otra forma, son propias de los gobiernos que con el paso del tiempo van haciéndose cargo de las nuevas realidades.
De lo expuesto, se puede concluir que la denominación que se da a los gobiernos debe ser cuidadosa, especialmente por quienes tienen el deber de informar a los electores. Lo que reclama el elector hoy día es saber qué ideas se plantean y si ellas buscan hacer una revolución cambiando esencialmente lo que existe o si estamos en un estadio en que se requieren reformas o, en su caso, si alguno considera que es mejor no hacer reformas o hacer contrarreformas o simplemente administrar el país, gestionando con criterios diferentes a los de otros. Es peligroso camuflar los programas, y los debates futuros deberán ser orientados por los candidatos y los medios a clarificar también estos aspectos, porque, de lo contrario, la elección presidencial devendrá en una competencia ininteligible o simplemente de rostros que le restarán total seriedad al proceso.
En lo que a nosotros respecta, sostener que los gobiernos de la Concertación fueron de mera administración, es un lamentable e inaceptable error, y sostener que el actual ha sido revolucionario o profundamente transformador, también es equivocado. Basta para ello revisar caso a caso los cambios en estos años. Corregir y cambiar está en la esencia de gobernar y Chile lo ha hecho y procede ahora discutir cómo enfrentamos los nuevos desafíos. Se requiere menos demagogia, más austeridad y realismo.
Sin embargo, es necesario tener muy en consideración que las candidaturas a la Presidencia de la República son más emocionales que racionales. Chile, en su época, se enamoró de Frei Montalva y de Allende. Hoy, ninguna candidatura, hasta este momento, ha logrado movilizar las emociones y afectos de la ciudadanía. Muchos lugares comunes, ofertas de supermercados, fraseología hueca. La elección la ganará quien logre conquistar el corazón de las chilenas y los chilenos.
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