Habrá algo más violento (intelectualmente hablando) que intentar forzar al otro a pensar de una determinada manera? Si escuchamos los últimos discursos presidenciales se hace evidente la voluntad de imponer una visión homogénea sobre la situación actual en Chile y desta forma manipular a la opinión pública. El mecanismo retórico utilizado por el presidente y sus asesores es una falacia lógica conocida como falso dilema. Este subterfugio consiste en simplificar una determinada situación presentando dos puntos de vista como las únicas opciones posibles, cuando en realidad es evidente que existen otras interpretaciones posibles. Veamos un ejemplo paradigmático “Si cambiamos el modelo neoliberal, caeremos en el socialismo de Maduro”. En otras palabras, hay solo dos opciones: neoliberalismo o caos. Este caso ejemplifica la falacia del falso dilema, dado que se presenta la realidad como si el neoliberalismo y el socialismo fueran los únicos modelos económicos existentes, lo que sabemos no es el caso. Otras alternativas que podrían ser la respuesta al dilema como la economía social de mercado simplemente no son consideradas. La trampa está en no reconocer que hay un espectro de posibilidades y presentar las opciones extremas como las únicas a ser consideradas. Continuando con otro fragmento discursivo del gobierno: “o usted está a favor del orden o de los destrozos” Una respuesta plausible es “con ninguna de las dos” si entendemos por orden el intento desesperado del gobierno de silenciar e invisibilizar la tremenda injusticia social que hay en Chile.
Los maestros que trabajan con niños saben que una forma de evitar que estos se nieguen a comer o a hacer su tareas es ni siquiera planteárselo. De esta forma, se les dice: “quieres sandía o manzana?” o “ vas a hacer tu tarea con un lápiz o una pluma? En este caso específico, el falso dilema da la ilusión a los niños de que tienen el poder ya que pueden elegir, pero en realidad, al elegir entre un rango limitado de acciones, lo que están haciendo es obedecer lo que el maestro quiere que hagan sin siquiera cuestionarlo.
El gobierno de Chile ha decidido imponer su visión de esta forma, polarizando el debate con falsos dilemas y dejando a un lado todo el rango de posibilidades que admite una situación compleja como la que estamos viviendo. El problema es que ir contra la lógica equivale a actuar de manera irracional. Un gobierno irracional puede perfectamente declararle la guerra a un enemigo imaginario sin tener que presentar pruebas, argumentos o un plan de acción coherente con la realidad que plantea. Por otra parte, en cualquier país donde impere la razón, lanzar este tipo de afirmaciones al voleo sería motivo suficiente para un impeachment del presidente. Es nuestra responsabilidad no aceptar y denunciar este tipo de conducta, como también exigir que quienes nos gobiernan se rijan antes que todo por los principios de la razón.
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