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sábado, 3 de mayo de 2025

¿Una epidemia de falsas denuncias de abuso infantil, por parte de mujeres, contra los padres de sus hijos? No tan rápido


 
Imagen: Sandro Baeza/The Clinic 

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Un nuevo libro, que está entre los más vendidos en el país, afirma que vivimos una oleada de falsas acusaciones de abuso sexual contra padres, empujadas por madres enojadas que usan a sus hijos para saldar cuentas. ¿Es así? Las cifras no afirman esa conclusión. Y, más grave aún, el discurso nuevamente socava 

Entre el ranking de libros más vendidos de las últimas semanas en Chile está “Falsas denuncias”, del periodista Javier Rebolledo. En su portada se lee: “Una investigación sobre padres acusados de abuso sexual”. La tesis del libro, repetida en múltiples entrevistas por su autor, es que estaríamos viviendo un vendaval o pandemia de mujeres que denuncian a los padres de sus hijos como abusadores sexuales, para mejorar sus pensiones alimenticias, quedarse con la tuición o por simple y pura venganza.

Tildar al libro de Rebolledo como “investigativo” es como decir que esta columna es un paper académico; una verdad estirada.

Rebolledo habló con fiscales, jueces y abogados y se adentró en agrupaciones de padres que declaran injusticias judiciales, pero nadie -dice él- quiere hablar ante micrófonos de este “flagelo” de acusaciones falsas.

Según él, sería una práctica constante y común. En medio de esta oscuridad de testimonios, entonces, el libro se afirma en dos casos reconocidos de padres que fueron encarcelados, donde luego sus hijos denunciantes se retractaron. 

Podría largarme a citar pasajes en que me arranqué pelos de la cabeza frente a partes de esos testimonios; el nivel de liviandad y justificación con que se menciona que no pagaban pensiones de alimentos, por ejemplo, o la escena del periodista frente a hijo y padre, donde este último ejerce lo que considero es violencia sicológica con su retoño como si fuera algo natural. Pero yo no soy crítica de libros, ni soy periodista de investigación. Tampoco conozco a Javier Rebolledo, sólo sé de su seria trayectoria previa, con varios libros sobre la dictadura muy reconocidos. 

Sí considero urgente poner la pelota en el suelo con una serie de “verdades” que se afirman en esas páginas y que veo replicadas en redes sociales, armando un eco en la contra ola al nuevo feminismo. Este ruido socava a víctimas, relativiza culpas, hace “cherry picking” de datos duros y, sobre todo, banaliza lo que significa el abuso infantil sexual hoy en Chile. Hagamos mejor un remezón pesadillesco de la realidad.

Las cifras de denuncias de abuso sexual en el país se han mantenido más o menos estables en los últimos tres años. El año pasado, por ejemplo, hubo 35.664 niños o adolescentes ingresados como víctimas a la fiscalía, y 18.462 imputados (de los cuales 16.948 son hombres y el resto mujeres). El número de formalizaciones que se logró fue sólo de 5.500.

¿Qué pasa en el camino? Son crímenes difíciles de probar frente a la justicia, ya que no suceden a plena luz del sol con testigos a la mano, como ya sabemos. Hay vergüenza y secretismos involucrados, y muchas veces las víctimas, cansadas y puestas en duda, se retractan. Rebolledo cita números similares en las páginas de su libro, y dice: “Esto sugería, pensé, que un alto número de denuncias podrían haber sido infundadas o falsas”. Lo que es hacer un salto mortal en deducción lógica, alejándose de la evidencia con total relajo.

“Vemos retractación de víctimas de delitos sexuales: es porque se cansan, porque ven las consecuencias negativas. Muchas veces sienten que no se les cree. O ven que el proceso no avanza. Y este tipo de debates, sobre si están mintiendo, les agrega otro estigma a personas que ya han sufrido”, me dice Maurizio Sovino, director de la unidad especializada en delitos sexuales de la Fiscalía Nacional, frustrado ante un nuevo debate que retrocede el camino avanzado.

Ante las críticas sobre que sean los padres los sospechosos de crímenes de abuso sexual a niños, me agrega: La violencia con los niños y niñas tiene cara conocida. La violencia sexual no ocurre en la calle. Ocurre en lugares cerrados. ¿Con quién están los niños en esos lugares? Papás, mamás, padrastros, profesores. No estoy generalizando, son los cercanos, el imputado desconocido es muy muy bajo”.

Es difícil llegar al número de cuántos progenitores son acusados de este delito, porque las cifras no están desagregadas de esta manera en nuestro país; en otros, se habla del 6%.

¿Y las denuncias falsas de delitos sexuales, en general? Depende del estudio: algunos dicen que 1%, otros dicen que hasta 8%. Lo que indica que, por supuesto, existen. No hay que negarlo, ni ignorarlo.

Hemos hablado antes en este espacio que el “amiga, yo te creo” no es para tomar a la ligera. Que quizás una de las fallas que cometió la última ola feminista es usar la funa como práctica habitual ante la imposibilidad de probar ciertos hechos como verdad jurídica y que eso se salió de las manos: un acoso en el metro podía ser igual de grave que una violación, infieles eran condenados en redes sociales como si fueran abusadores y así. La presunción de inocencia pasada a llevar.

Y, asumo, debe haber mujeres que usan una denuncia tan grave para manipular causas de separación, pensión o divorcio a su antojo. Pero normarlo como regla general y mayoritaria es insólito. Esa es la investigación que me habría interesado como feminista y no encuentro: dónde están esos abogados inescrupulosos que aconsejan manipular de esa manera las causas, los testimonios de mujeres que aconsejan a otras a hacer esa locura. Tienen que existir; esas había que encontrar, denunciar, revelar.

Siendo franca, no puedo creer que, nuevamente, la historia va a transformar a las mujeres en las villanas. Porque, la verdad, es que lo que me encuentro en testimonios cercanos es hombres que deciden no pagar pensiones, que tratan a mujeres que cargan con todo el cuidado y sostén económico de los hijos como si fueran locas por exigir el mínimo.

Y lo que veo son cifras nacionales e internacionales de niños y niñas abusados sexualmente y que viven con el dolor y el secreto; veo titulares sobre menores de edad violentados y vulnerados.

Y pienso que sí, la justicia a veces es falible y cuando falla el error debe ser rectificado: si hay hombres que han pagado con cárcel crímenes que no cometieron o han sido alejados de sus hijos por sospechas infundadas, es una tragedia también. Son realidades que conviven.

Pero no puedo pensar que mejor pecar de exceso de cautela cuando se trata de estos casos porque estamos hablando de infancias quebradas, de posibles atrocidades que son demasiado graves como para tomar el riesgo de ignorarlas. Que si hay una denuncia lo más probable es que sea cierta, dicen los números, aunque esta no pueda ser probada. Y que quizás en cuanto a delitos sexuales no rozamos jamás el verdadero horror en cuanto a cifras.

Que volverlas una generalización, subestimarlas y exculpar por anticipado a cualquiera que podría ser culpable, es francamente impresentable.

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