Líder DC arremetió contra ex Presidente Allende muerto y lo acusó del Golpe Militar
En 1990, el diario español El País, publicó una nota de José Comas, titulada “Allende y el difícil equilibrio de Patricio Aylwin”, donde se señaló que “en los días del gobierno de Allende y la Unidad Popular, Aylwin, desde la presidencia del Senado
y de su partido después, encabezó el sector de la democracia cristiana
que, de hecho, con su actuación, propició el golpe de Pinochet”.
Veintidós años después, también en El País, en una entrevista de Rocío Montes, Patricio Aylwin espetó: “…en el golpe de Estado, la DC no tuvo ninguna participación. Eso puedo asegurarlo de manera absoluta, en conciencia”.
Nítidamente un desequilibrio. Una,
cuando menos, contradicción explicitada por el propio medio español.
Historiadores, cientistas políticos, periodistas, analistas,
legisladores estadounidenses y chilenos, y la opinión pública local e
internacional, conocen el papel jugado por la Democracia Cristiana y su presidente de entonces, en la asonada golpista de septiembre de 1973.
El País ya había dado señales de estos
desequilibrios del dirigente DC, cuando indicó que “la derecha chilena y
un general retirado… acusaron a Aylwin de hipocresía”, al intentar en
reiteradas ocasiones desprenderse de lo que fue su simpatía con el
“pronunciamiento militar” contra la administración del doctor Salvador Allende, apartándose de quienes fueron sus aliados en su guerra contra el gobierno de la Unidad Popular, principalmente el derechista Partido Nacional y gran parte del alto mando de las Fuerzas Armadas.
Claro que hubo ocasiones en que el ex
jefe democristiano no pudo evitar expresar su postura anti allendista,
al punto de que en el funeral público y masivo del ex jefe de Estado no
vaciló en afirmar: “Debo decirlo con franqueza: si se repitieran las
mismas circunstancias, volvería a ser decidido opositor” a las políticas
del médico socialista.
Eso había quedado más que claro en una
entrevista televisiva de 1973 donde no sólo expresó su rechazo al
proyecto de la Unidad Popular y su antipatía conservadora y beligerante
contra Salvador Allende, sino que justificó políticamente el Golpe de
Estado y reivindicó a los militares anticonstitucionalistas.
“La crisis económica, el intento de la
Unidad Popular por acaparar el poder -dijo Aylwin- el caos y la
destrucción institucional a la que había llevado el señor Allende,
provocaron un grado de desesperación y angustia colectivo en los
chilenos que precipitaron este pronunciamiento de las Fuerzas Armadas”.
Prosiguió Aylwin: “Nosotros tenemos el convencimiento de que la llamada
vía chilena de construcción del socialismo que empujó la Unidad Popular y
que exhibió en el extranjero, estaba rotundamente fracasada y esto lo
sabían los militantes de la Unidad Popular y Allende, y por eso ellos se
aprestaban a través de la organización de milicias armadas, muy
fuertemente equipadas y tuvieron un verdadero ejército paralelo, para
dar un autogolpe y asumir por la violencia la totalidad del poder”.
Con base en esa tesis -que no resistía
en ese momento y menos ahora ningún análisis de evidencia histórica,
constituyéndose no sólo en un sometimiento a las tesis de los golpistas
sino en una grotesca pieza comunicacional- Patricio Aylwin, sin más,
lanzó su explícito respaldo y justificación del golpe de Estado. “En
esas circunstancias -indicó- pensamos que la acción de las Fuerzas
Armadas simplemente se anticipó a ese riesgo para salvar al país de caer
en una guerra civil o una tiranía comunista”.
LA OBRA DESESTABILIZADORA DEL EX JEFE DC
En archivos del Congreso está el acuerdo promovido por Patricio Aylwin, junto a Sergio Onofre Jarpa, presidente del Partido Nacional, y otros legisladores anti/allendistas, poco antes del derrocamiento del gobierno de la U.P.,
destinado a deslegitimar “la legalidad” de la administración de
Allende, creando un supuesto “marco institucional” para la acción
“ordenadora” de los militares. El contenido -si se revisa bien el estado
de cosas en esa época a través de la prensa y textos de historiadores-
es desproporcionado y falaz. Se sostuvo que el Presidente de la
República era responsable “de veinte violaciones a la Constitución y las
leyes, entre las cuales destacaban amparar grupos armados, torturar,
detener personas ilegalmente, amordazar la prensa, manipular la
educación, limitar la posibilidad de salir del país, confiscar la
propiedad privada, formar organismos sediciosos, y violar las
atribuciones del Poder Judicial, el Congreso y la Contraloría”. Por cierto, mucho, todo o más que eso, lo hicieron los militares que Aylwin reivindicó como salvadores del país.
Además, el acuerdo promovido por el
presidente de la DC indicaba que la administración allendista “desde sus
inicios, se (ha) empeñado en conquistar el poder total, con el evidente
propósito de someter a todas las personas al más estricto control
económico y político por parte del Estado y lograr de ese modo la
instauración de un sistema totalitario”.
La postura en favor del Golpe de Estado del que era el presidente de la DC, avalado por el senador Eduardo Frei Montalva
y la cúpula democristiana, llevó a que 13 militantes de esa
colectividad tuvieran que redactar y difundir una carta explicando que
ellos no respaldaban la acción de los militares.
La evidencia histórica, periodística y
testimonial da cuenta de que Patricio Aylwin quiso imponer las
condiciones de acuerdo ante Salvador Allende y como éste no lo aceptó,
el DC optó por cortar cualquier diálogo para superar la crisis política.
Aylwin promovió que altos mandos de las FF.AA. fueran designados en
varios ministerios y tomaran las riendas del Gobierno; promovió la
violenta y antipopular Ley de Control de Armas, convertida en esos años
en instrumento de represión y preparación del Golpe. Fue incitador de
acusaciones constitucionales contra muchos ministros para desestabilizar
la administración allendista. Siendo jefe del PDC, su partido recibió
millonarias donaciones desde Estados Unidos. Apoyó paros, protestas y boicot contra el gobierno de la U.P.
Con todos esos antecedentes, y varios
más, se puede comprender la irritación, molestia y rechazo que
produjeron sus declaraciones de mayo de este año al diario español El
País, donde entrega una mirada propia de 1973, llena de baches,
omisiones y tergiversaciones, quizá con la misma matriz del caso
‘Carmengate’, operación interna de la DC que le permitió posicionarse
como candidato presidencial de ese partido, violentando una decisión que
apuntaba a que el ex senador Gabriel Valdés ocupara ese sitial.
Sin referencia al papel de los militares
golpistas, Patricio Aylwin achacó al Presidente Salvador Allende la
responsabilidad de la asonada militar: “Hizo un mal gobierno” que “cayó
por debilidades de él y de su gente”. Se permitió además, la frase de
que “Allende… no fue un buen político, porque si hubiera sido buen
político no habría pasado lo que le pasó”. Y acotó severo: “No tiene
ninguna razón lógica echarnos la culpa” de la ruptura democrática e
institucional de 1973.
Esas afirmaciones llevaron al presidente del Partido Comunista, Guillermo Teillier,
a declarar que el ex jefe de la DC quiso “lavarse las manos en la
responsabilidad histórica” de los sucesos políticos que acabaron
violentamente con la administración allendista y de los cuales Aylwin
fue protagonista como lo indican los hechos.
LA RESPONSABILIDAD HISTÓRICA REAL
El economista Belarmino Elgueta, en un largo artículo publicado en la revista Punto Final,
esbozó mucho del papel jugado por la DC y particularmente por Aylwin
contra el gobierno de la Unidad Popular y específicamente contra
Salvador Allende. “La derecha y la Democracia Cristiana decidieron
derrocar al gobierno por la fuerza ante el fracaso del camino electoral y
parlamentario. Sustituido Renán Fuentealba en la
presidencia de la DC por Patricio Aylwin, hombre de confianza del
presidente del Senado, Eduardo Frei Montalva, comenzó la promoción
abierta del golpe”, escribió el académico.
Recordando lo que fue el primer intento
de derrocamiento del Gobierno, en junio de 1973, Elgueta señaló que “el
presidente del Senado, Eduardo Frei, habló por televisión sosteniendo la
inconstitucionalidad del gobierno de Allende y haciendo un tácito
llamado a las Fuerzas Armadas a ‘restituir’ la legalidad. El presidente
de la DC, Patricio Aylwin, entretanto, respondiendo a una invitación al
diálogo del presidente Allende, establecía tres condiciones: 1)
inmediato desarme de los grupos armados mediante la aplicación, por las
Fuerzas Armadas, de la ley sobre control de armas; 2) devolución de las
industrias y demás establecimientos ocupados en los últimos días; y 3)
promulgación de la reforma constitucional Hamilton-Fuentealba, aprobada recientemente, para liquidar el área de propiedad social.
Estas exigencias impedían el diálogo:
quienes estaban armados no eran los partidarios de la Unidad Popular
sino los de la derecha; las industrias y predios tomados por los
trabajadores eran resultado del reciente golpe intentado por la derecha;
y la ‘reforma constitucional’ se había aprobado al margen de la Carta
fundamental. Por eso, el diálogo ni siquiera se intentó”.
Fue el Cardenal Raúl Silva Henríquez
quien llamó a “evitar la guerra civil”, alejándose desde ese año de las
posturas golpistas. Salvador Allende planteó varios puntos para superar
la crisis política, pero Aylwin no aceptó e insistió en que el marco de
diálogo eran las exigencias de su partido, sólo esas. Belarmino Elgueta
recordó que “el 7 de agosto de 1973, después de dos entrevistas de
cinco horas, la dirección de la Democracia Cristiana, por intermedio de
Patricio Aylwin, anunció que las conversaciones habían terminado, porque
Allende ‘no aceptó las condiciones mínimas para iniciar los puntos de
convergencia’”. El académico escribió además que “a la acción
conspirativa se agregó una campaña pública avalada por profesores de
derecho, incluido Patricio Aylwin, dirigida a demostrar la legitimidad
de la intervención militar”.
Con mirada histórica, como si le
contestara o recordara ahora a Aylwin cómo fueron las cosas, el
Presidente Allende declaró un mes antes del golpe de Estado que la
oposición, liderada por Patricio Aylwin y Sergio Onofre Jarpa, “asume la
responsabilidad histórica de incitar a la destrucción de las
instituciones democráticas y respalda de hecho a quienes conscientemente
vienen buscando la guerra civil”.
EL EMPUJONCITO DE ESTADOS UNIDOS, SEGÚN AYLWIN
En la entrevista a El País, el ex jefe
de la DC planteó que “el golpe se habría producido sin la ayuda de
Estados Unidos. Estados Unidos lo empujó, pero la mayoría del país
rechazaba la política de la Unidad Popular, eso era evidente”.
La última frase es relativa y
distorsionada. Porque en la elección parlamentaria de marzo de 1973, la
Unidad Popular obtuvo el 44% de los votos, subiendo un 7% respecto a la
elección de 1970. No se podría afirmar que era un Gobierno perdiendo
apoyo.
Pero donde el relativismo y la
distorsión llegaron al límite de la mentira, es cuando Aylwin habló del
papel de Estados Unidos en el golpe de Estado contra Salvador Allende.
Son cientos los documentos con declaraciones de Richard Nixon y Henry Kissinger (Presidente y secretario de Estado de la época), contra la administración del médico socialista. Existen los informes de la Comisión Church y Hinchey, los desclasificados de la CIA, los llamados “documentos secretos de la ITT”,
los archivos de las sesiones del Senado estadounidense, las pruebas de
la entrega de al menos 20 millones de dólares a la DC por parte de
entidades de esa potencia.
No se podría creer o pensar que Patricio
Aylwin desconocía toda esa documentación e informes -a lo cual
cualquier persona con un mínimo de interés en el tema puede acceder
hasta el día de hoy-, lo que incluye sus contactos con la embajada de
Estados Unidos en esa época y la sumatoria de la cúpula democristiana a
la teoría de combatir “al totalitarismo comunista en todo el mundo” como
se lo dijo Frei Montalva en una carta al presidente de la DC italiana, Mariano Rumor, a parte de señalar, al igual que Aylwin, que los militares habían salvado a Chile.
Al final de la entrevista con El País,
Patricio Aylwin indicó cómo quiere que lo recuerden los chilenos y la
historia: “… como un demócrata… abierto al pluralismo, impulsor de la
justicia social y defensor de los derechos humanos”. Todo indica que los
recuerdos de su figura irán por otros senderos y por otros énfasis.
Por Hugo Guzmán R.
El Ciudadano
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