Las
principales instituciones están de nuevo en manos de golpistas y
antidemócratas. La reciente votación del Senado aprobando la presencia
del ex militar pinochetista J.A. Cheyre en la presidencia del Consejo
Ejecutivo del SERVEL, lo demuestra sin ambages.
Si lo que está sucediendo hoy en
política no se aproxima a un serio intento del duopolio por asfixiar la
democracia y perpetuarse en el gobierno, simplemente -como decía mi
abuelo- ‘pasa raspando’. No crea amigo lector que hablo por boca de
ganso, ni tampoco mire a huevo estas líneas, porque –recuerde usted-
algo similar ocurrió allá por 1972-73 cuando muy, pero muy pocos
chilenos creían en la posibilidad de una dictadura militar fascistoide y
genocida… y sin embargo, ¡ya ve!, sucedió.
¿Cuáles son las instituciones que
caracterizan y representan a cualquier sistema político, y que en
nuestro caso –donde supuestamente impera una democracia institucional-
ellas deben alzarse como defensoras a ultranza del sistema en vigencia?
No son tantas como para olvidar sus nombres. Mencionemos, pues, a las
que constituyen el corazón de nuestro actual sistema, además, por
cierto, de los tres Poderes del Estado.
Esas instituciones son, entre otras de
menor rango: Tribunal Constitucional, Contraloría General de la
República, Banco Central, Fuerzas Armadas, Policía, Servicio de
Impuestos Internos, Prensa y Televisión. Es un hecho cierto que todas y
cada una de ellas se encuentran cooptadas por elementos que tuvieron
activa participación durante la dictadura militar, o que –simplemente-
la apoyaron con entusiasmo y voluntad evitando durante 17 años que los
chilenos tuviesen posibilidades de elegir a quienes debían ser sus
representantes en el gobierno, en el poder legislativo y en las comunas.
Hace ya tiempo se desveló uno de los
hechos más trascendentes (y negativos) de la política criolla, acaecido
pocos días después del histórico plebiscito del Sí y el No el año 1988,
ocasión en la que un naciente bloque llamado Concertación de Partidos
por la Democracia aceptó casi sin chistar –a espaldas de la gente- los
términos que la derrotada dictadura exigió como condición sine qua non
para entregar el gobierno. En ese mismo momento, el pinochetismo clavó
la rueda de la Historia solidificando una interminable transición que
sólo podrá concluir cuando ninguna de las coaliciones firmantes en ese
instante, sea gobierno.
Si a Jaime Guzmán Errázuriz se le
responsabiliza por la creación de este monstruo predador y clasista
llamado Constitución Política del Estado (calendas facha impuesta por la
dictadura en 1980), bien podríamos achacarle a la Concertación –durante
sus 20 años de mayordomía- la argamasa atentatoria contra una
democracia institucional que ese bloque injertó en el cuerpo social
chileno, como es el caso de la ley antiterrorista, el lucro en la
Educación, la venta del agua a manos privadas (y extranjeras, por
añadidura), la rifa de los recursos minerales, la ley de pesca, la
estafa en los indicadores de la encuesta CASEN, el haber prohijado
estafas y corruptelas en Isapres y AFP’s, el desinterés oficial por
cambiar el sistema binominal, y un etcétera cuya largueza superaría el
espacio disponible para este artículo.
No es de extrañarse, pues lo anterior
obedeció a los términos del acuerdo (¿o imposición?) protocolizado con
los representantes de Pinochet a finales del año 1988, teniendo al
embajador de EEUU como testigo de fe (asunto que reconoció públicamente
ese mismo diplomático años más tarde), lo que permite al menos sospechar
de cuán profunda era la intrusión de Washington en cuestiones
atingentes a la soberanía chilena. El departamento de Estado yanqui
intermedió sólo motivado por un asunto: que el nuevo gobierno mantuviese
intocado el sistema neoliberal salvaje impuesto por los Chicago boys a
través de las bayonetas militares. La derecha pinochetista, a su vez,
extremó esfuerzos para impedir que la Concertación tuviese la peregrina
idea de echar abajo la Constitución dictatorial, lo que a juicio de esos
ultra conservadores podía redundar en un escenario que tanto la UDI
como RN -y el empresariado- desean se mantenga contra viento y marea. Me
refiero al “derecho a veto” que en el Congreso nacional ha permitido al
mundillo conservador detener todo proyecto de ley que procure mejoras
laborales para los trabajadores u obligaciones para la parte patronal.
Esta sociedad de intereses mutuos, hoy
conocida como duopolio binominal, durante más de dos décadas interpretó
el conocido juego del “policía bueno y el policía malo”, logrando que
la mayoría de la gente concertacionista (amén de la gente de derecha)
creyese a pie juntillas que el bloque triunfador en el plebiscito de
1988 era un conjunto de tiendas partidistas de “centro izquierda”,
antidictatorial y profundamente democrático y progresista. A ese bote
hoy le entra agua por todas partes y parece hundirse irremisiblemente.
Pero, en una suma de momentos
aparentemente aislados entre sí, lo anterior comenzó a resquebrajarse.
Las organizaciones sociales –pobladores, estudiantes, deudores
habitacionales, pescadores, trabajadores subcontratados- se pusieron de
pie y el país comenzó a remecerse con las marchas y manifestaciones, al
mismo tiempo que las encuestas de opinión señalaban una inatacable caída
en la aprobación ciudadana de ambos bloques. A ello, se agregó otro
despertar, tan importante como el mencionado; en la mayoría de las
naciones sudamericanas los pueblos rechazaban a la derecha cipaya de las
transnacionales, e instalaban en sus palacios de gobierno a
representantes de la modernidad progresista y profundamente democrática
(Brasil, Perú, Argentina) y, en casos muy ejemplificadores, a
socialistas de verdad, como el Presidente venezolano Hugo Chávez, y los
mandatarios de Ecuador, Bolivia y Uruguay; Rafael Correa, Evo Morales y
José Mujica, respectivamente. Sólo Colombia y Chile quedan tambaleando
en ese tablero. Hasta que…
… en nuestro país el ‘modelo’
neoliberal fundamentalista y talibán comenzó sufrir quebrazones por
muchas partes. Las falacias demagógicas de la derecha, tanto como los
engaños traicioneros de la Concertación, ya no eran de utilidad plena
para los predadores transnacionales. Sobrepasada completamente por las
redes sociales y por los medios de comunicación electrónicos
independientes, la prensa ‘oficial’ dejó ser creíble para un
significativo número de lectores. Con ello, toda publicidad pro sistema
pasó a constituirse en hecho negativo que medraba a la propia autoridad.
Nuevos referentes estaban surgiendo en el país, y muy peligrosamente
(para los capitalistas) Chile comenzaba a despertar del letargo
inyectado por el pinochetismo y el Departamento de Estado
norteamericano. La irrupción de organizaciones estudiantiles,
poblacionales y laborales –sumado ello a la histórica lucha de la nación
mapuche por sus derechos ancestrales- puso en jaque no sólo a la
Concertación y a la Alianza sino, específicamente, al proyecto de
dominio y expoliación que U.S.A. tiene diseñado para imponerlo en el
resto de naciones sudamericanas.
Y llegó la orden. En algún oscuro lado
(nunca del pueblo) se expidió la instrucción. Era el momento de que el
anillo de Sauron regresara a los pestilentes escenarios de Mordor. Fiel a
su antidemocrático compromiso contraído con la dictadura en 1988, la
Concertación inició los cambios que impetraban empresarios, banqueros y
aliancistas. Uno tras otro, desde el año 2001 a la fecha, los
principales cargos de las instituciones de primera línea en el sistema
comenzaron a ser ocupados por reconocidos pinochetistas. Ex almirantes,
ex generales, siempre nominados por La Moneda, pasaron a hacerse
responsables de instituciones que “funcionaban”, según el principal
defensor concertacionista del neoliberalismo chileno, Ricardo Lagos
Escobar.
Luego, la administración actual, de
absoluto corte ultraderechista, va terminando la tarea impuesta desde
las faltriqueras de las transnacionales, y ahora todas esas
instituciones –sin faltar ninguna- están ya en manos de antiguos
golpistas que odiaban la democracia y que siguen siendo sediciosos,
clasistas y serviles con una bandera extranjera, como es la yanqui. Ahí
están, pues, en esas manos organizaciones como el Tribunal
Constitucional, Contraloría General de la República, Banco Central,
Fuerzas Armadas, Policía, Servicio de Impuestos Internos, Prensa y
Televisión, etcétera.
El pinochetismo (ergo, el
totalitarismo) ha regresado. Silente, pero concreto. La Concertación
nunca lo impidió, ni lo hará tampoco en el futuro. Por el contrario (y
con el mismísimo Partido Comunista asociado a él por intereses
electorales), ese bloque insistirá en que se trata de “aspectos propios
de la democracia”, aunque jamás definirá qué entiende por democracia,
pues el objetivo único no es otro que impedir –a como de lugar- el
avance de una idea que ya ha hecho carne en millones de chilenos: la
Asamblea constituyente para redactar una nueva Constitución Política y,
de ser posible, un también un nuevo poder legislativo en el que no tenga
cabida ninguno de quienes hoy maman y engordan en aquel edificio sito
en Valparaíso.
En resumen, Alianza y Concertación
estrechan otra vez su concordato dispuestas a no permitir que algún
nuevo referente les desaloje desde el gobierno. La reciente votación del
Senado aprobando la presencia del ex militar pinochetista J.A. Cheyre
en la presidencia del Consejo Ejecutivo del SERVEL, lo demuestra sin
ambages. “La democracia no alcanza para todos, sino sólo para nuestras
dos coaliciones”, aseguran patrones y mayordomos. Para ello, no trepidan
en cercenarle el cuello a esta seudo democracia y sumergirla en las
aguas del totalitarismo pinochetista. Sin violencia explícita, pero sí
pudriendo leyes para hacerlas pasar como “justas y necesarias”, aunque
en el trasfondo de ellas el propósito sea el mismo que ha motivado a la
traición a tantos concertacionistas: servir de lacayos bien pagados al
patrón transnacional.
Eso es, ni más ni menos, un “golpe
blando”, o si se prefiere (emulando lo hecho por Fujimori en Perú hace
años), un “golpe de estado constitucional”. Está ocurriendo en este
momento, aunque usted no se percate… o no quiera percatarse por temor,
comodidad o desinterés.
arturoalejandro90@gmail.com
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