El
dictador Augusto Pinochet dispuso de toxinas botulínicas capaces de
eliminar a miles de personas dentro y fuera de Chile, reveló la ex
directora del Instituto de Salud Pública (ISP) Ingrid Heitmann.
Los químicos, provenientes del Instituto Butantan de Sao Paulo, estuvieron en poder del régimen en la década de 1980, cuando éste enfrentaba precarias relaciones con Argentina, Perú y Bolivia, además de protestas sociales por la crisis económica.
Estas toxinas permanecieron en secreto por 27 años en un subterráneo del ISP al lado del Estadio Nacional, fueron descubiertos e incinerados en 2008, sin informar al Gobierno de Michelle Bachelet (2006-2010) o la Justicia.
En una entrevista con el periodista Mauricio Weibel para la agencia DPA, Heitmann sostuvo que "eran dos cajas llenas de ampollas con toxina botulínica, suficientes para matar a la mitad de Santiago", matizando su afirmación a continuación: "Se podía matar a muchísimos, pero no sé cuantos", según consigna Cooperativa.
Un adulto de 70 kilos de peso muere si es inyectado con sólo 0,15 picogramos de la toxina (cada picogramo equivale a apenas la billonésima parte de un gramo) y la toxina puede ser suministrada oralmente.
La botulina, que desde hace pocos años tiene usos cosméticos, es una neurotoxina elaborada por una bacteria denominada Clostridium botulinum que provoca parálisis muscular progresiva. Como arma de destrucción masiva, está prohibida por las Convenciones de Ginebra y la Convención sobre Armas Químicas.
Las armas secretas de Pinochet
Investigaciones judiciales en curso ligadas al envenenamiento de presos políticos y a la muerte del ex Presidente Eduardo Frei en 1982 detectaron los últimos años documentos que corroboraron el ingreso de las toxinas desde Brasil.
Hasta ahora, sin embargo, su destino era desconocido. En la entrevista con Weibel, Heitmann asegura que "la Policía de Investigaciones fue muchas veces al ISP, pero no las encontró" dado que "no revisaron nunca el subterráneo".
La doctora, quien en los primeros años de la dictadura fue detenida y torturada dos veces por los equipos represivos, dijo haber quedado impactada cuando sus subalternos encontraron estas armas químicas. "Me espanté", evocó.
"No pensé que pudieran ser importantes para un proceso judicial, no se sabía lo de Frei", explicó ante la decisión de incinerarlas en silencio junto a todos los demás materiales, pese a que faltaban algunas ampollas en el par de cajas encontrado, lo que hacía presumir su uso contra opositores de la dictadura.
En diversos juicios por violaciones a los derechos humanos, se recogen testimonios y evidencias de que los equipos represivos utilizaron la toxina botulínica, el gas sarín y el talio.
Los químicos, provenientes del Instituto Butantan de Sao Paulo, estuvieron en poder del régimen en la década de 1980, cuando éste enfrentaba precarias relaciones con Argentina, Perú y Bolivia, además de protestas sociales por la crisis económica.
Estas toxinas permanecieron en secreto por 27 años en un subterráneo del ISP al lado del Estadio Nacional, fueron descubiertos e incinerados en 2008, sin informar al Gobierno de Michelle Bachelet (2006-2010) o la Justicia.
En una entrevista con el periodista Mauricio Weibel para la agencia DPA, Heitmann sostuvo que "eran dos cajas llenas de ampollas con toxina botulínica, suficientes para matar a la mitad de Santiago", matizando su afirmación a continuación: "Se podía matar a muchísimos, pero no sé cuantos", según consigna Cooperativa.
Un adulto de 70 kilos de peso muere si es inyectado con sólo 0,15 picogramos de la toxina (cada picogramo equivale a apenas la billonésima parte de un gramo) y la toxina puede ser suministrada oralmente.
La botulina, que desde hace pocos años tiene usos cosméticos, es una neurotoxina elaborada por una bacteria denominada Clostridium botulinum que provoca parálisis muscular progresiva. Como arma de destrucción masiva, está prohibida por las Convenciones de Ginebra y la Convención sobre Armas Químicas.
Las armas secretas de Pinochet
Investigaciones judiciales en curso ligadas al envenenamiento de presos políticos y a la muerte del ex Presidente Eduardo Frei en 1982 detectaron los últimos años documentos que corroboraron el ingreso de las toxinas desde Brasil.
Hasta ahora, sin embargo, su destino era desconocido. En la entrevista con Weibel, Heitmann asegura que "la Policía de Investigaciones fue muchas veces al ISP, pero no las encontró" dado que "no revisaron nunca el subterráneo".
La doctora, quien en los primeros años de la dictadura fue detenida y torturada dos veces por los equipos represivos, dijo haber quedado impactada cuando sus subalternos encontraron estas armas químicas. "Me espanté", evocó.
"No pensé que pudieran ser importantes para un proceso judicial, no se sabía lo de Frei", explicó ante la decisión de incinerarlas en silencio junto a todos los demás materiales, pese a que faltaban algunas ampollas en el par de cajas encontrado, lo que hacía presumir su uso contra opositores de la dictadura.
En diversos juicios por violaciones a los derechos humanos, se recogen testimonios y evidencias de que los equipos represivos utilizaron la toxina botulínica, el gas sarín y el talio.
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