Operación Cóndor: todo está guardado en la memoria
- Laura Elgueta
- Hermana de Luis Elgueta Díaz, Secuestrado y DD en julio 1976 en “Operación Cóndor”.
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- Cerca de 40 años después de los hechos que marcaron sus vidas,
familiares de 23 chilenos secuestrados y hechos desaparecer en
Argentina, tuvieron por fin un encuentro con la justicia de ese país.
- Con esa justicia que les fue ciega, sorda y muda, y que los abandonó
en aquellos pretéritos momentos cuando su adecuado y oportuno actuar
hubiese significado –tal vez– un cambio en el destino de cientos y
cientos de seres humanos.
La justicia llegó en abril y mayo con decisión. Llegó de la mano de
la rigurosidad. Exigiendo –como si no hubiese pasado el tiempo– recordar
fechas, invocar recuerdos, escrudiñar detalles, revivir los hechos
ocurridos hace 38 y 39 años.
Pide así, a los pocos padres aún con vida, a los hermanos
envejecidos, a los hijos, a los amigos y a los escasos testigos,
recordar datos y recorrer pasajes de vida y de emociones que, a pesar de
los años, parecen haberse congelado en su corazón.
Entonces la historia reaparece, pues sigue ahí guardada –y atesorada–
en la memoria. Sigue intacta, impregnada del mismo horror, del
insustituible dolor, y del perseverante compromiso.
Cerca de un centenar de chilenos fueron secuestrados en Argentina en
el marco de la sofisticada coordinación de los aparatos represivos
latinoamericanos, llamada Operación Cóndor. Muchos de ellos,
desaparecieron junto a sus parejas, e incluso con sus hijos.
Veintitrés de ellos, hoy forman parte del juicio de lesa humanidad
“Operación Cóndor” que se lleva a cabo en Buenos Aires. Juicio que ve
casos de ciudadanos uruguayos, brasileros, paraguayos, chilenos.
Las familias de esos 23 chilenos –algunos a través de
videoconferencia, otros, directamente en el tribunal argentino– han
relatado y puesto a disposición, de la hasta hoy esquiva justicia, parte
de la búsqueda e investigación que han llevado a cabo en todos estos
años.
Relatan que con miedo, con dolor, angustia, fueron –unas más, otras
menos– recorriendo el largo calvario de esos primeros días luego de los
secuestros. La búsqueda de datos entre los amigos, la terrorífica
indagación en la morgue, en las cárceles, las eternas horas de espera en
oficinas y tribunales. Alertas siempre y decididos a partir hasta donde
surgiera una pista, un dato. Todo era entonces una esperanza, aunque
generalmente se desvanecía tan rápido como llegaba.
Hoy la justicia pregunta: ¿hizo usted alguna denuncia, algún trámite?
Sale, entonces, una larga lista de pruebas. “Sí, y fue a ustedes a
quienes primero recurrimos”.
Hábeas corpus no admitidos, muchos rechazados, otros
cerrados sin ninguna información. Recursos rechazados tras largas horas
de espera, de solicitudes. Sí. Sorda, ciega y muda.
Hoy, casi 40 años después, es diferente. Es la justicia la que ahora
exige a los familiares ante el estrado decir la verdad, solamente la
verdad y toda la verdad. Padres, hermanos, hijos, esposos, juran o
prometen.
Repiten, una vez más, lo que han dicho siempre: eran jóvenes
comprometidos con los procesos sociales de su época. Eran los mejores.
Inteligentes, comprometidos. Muchos fueron arrancados desde sus casas.
Algunos fueron vistos en deplorables condiciones en algún centro
clandestino. No supimos nada más.
El juramento y la promesa traen a la cara digna de estas familias
chilenas la emoción al recordar la última vez que los vieron y sintieron
su voz. La memoria comienza así a evocar y a resignificar ese último
abrazo, ese beso, esa última sonrisa –hoy clavada en el alma–.
Todo sigue ahí. Las familias de 23 chilenos han declarado este abril y
mayo de 2014 y han demostrado que –como dice la canción–: “Todo está
guardado en la memoria”. -
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