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miércoles, 21 de julio de 2021

La muerte definitiva de la Concertación y Chile Vamos

     

“Al pasado, pisado”. La historia funciona sobre la base de ciclos, y el sistema binominal murió para siempre, es decir, las  dos derechas dejaron de dominar el sistema político. La presidencia de la república se turnaba entre Concertación y Alianza, y la consabida alternancia de Bachelet-Piñera, (en los cuatro últimos períodos).

En la izquierda, la Concertación de Partidos por la Democracia, llevaba a cabo un neoliberalismo compasivo: se trataba de integrar a los pobres al mercado; en la derecha, favorecida por la Transición a la Democracia, la política consistía en que nada cambiara, y los pocos acuerdos que la izquierda lograba con la derecha eran muy controlados por los senadores designados por Augusto Pinochet; incluso, cuando la izquierda, en tiempos del segundo gobierno de Michelle Bachelet tuvo mayoría en ambas Cámaras, el Chile heredado de la dictadura poco cambió, (el presidente de la Democracia Cristiana por ese entonces, Ignacio Walker, reconoció que ni siquiera había leído el programa de gobierno de Bachelet).

Los ciudadanos se dieron cuenta que tanto  los partidos políticos, como el Senado y la Cámara de Diputados, actuaban como en un circo, es decir, importaba muy poco el voto ciudadano y, a la postre, el pueblo terminó por darse cuenta que, en ese circo de la política, no ganaba lo que le correspondía, (ni siquiera – como antes – la plata del cohecho, pagado por los patrones). Con el sistema binominal, los congresistas tenían su curul segura, así como sus sueldos millonarios, la mayoría de por vida.

La Concertación terminó por ser ineficiente y obsoleta y, por lo demás, tenía dos cargos asegurados con el dinero donado por parte de los magnates y, además, se hacía innecesario comprar el voto de los pobres, pues los proyectos serían, incluso, redactados por los abogados de las propias empresas.

La Presidenta Bachelet, con las dos Cámaras a su favor, incluyendo a los parlamentarios comunistas, habría podido realizar cambios profundos, pero la liviandad se impuso, y terminó su mandato feliz, con Jorge Burgos y el abuelito Peta Fernández a la cabeza. Los democratacristianos se cansaron del pacto con los socialistas, y terminaron en el camino propio, y las consecuencias las hemos presenciado hasta hoy.

El pasado de estos “politiqueros de oficio” terminó cuando los antiguos electores les pidieron cuentas de sus promesas no cumplidas y, a partir de 18 de octubre de 1919, se rebelaron, dejando operadores fuera,  por desuso. Está claro que el miedo a perder las prebendas alcanzadas, llevó a los “honorables” a trasnochar a fin de buscar un acuerdo que calmara los enardecidos y decididos ánimos de los chilenos, que no daban paso atrás, y no les faltaban ganas de tomar el adefesio del Congreso, (construido durante el gobierno de Pinochet). En las distintas incursiones de los manifestantes, el pésimo gobierno del Presidente, Sebastián Piñera, salvó ileso gracias a sus colegas políticos de distintos signos; en cuanto a la primera dama, Cecilia Morel, escapó del rapto por parte de los “alienígenas”.

A partir de reuniones y fiestas de cocina con variedad de platos, se acordó convocar a un plebiscito para que el pueblo decidiera si votaba por aprobar nueva Constitución, o bien, continuar con la dictatorial. Los politiqueros, nuevos ricos, se llevaron una mayúscula sorpresa cuando el pueblo, en un 80%, se pronunció por una nueva Constitución, y por una Convención en que no participaran ni partidos políticos, tampoco los parlamentarios.

Con el restablecimiento del voto voluntario sólo sufragaban las personas de más edad y los operadores político que vivían en el “distrito 11” y, ¡oh sorpresa! El pueblo no es tan cándido como los plutócratas creen, y en ese plebiscito predominó el voto de los jóvenes y habitantes de las comunas populares que, antes, no votaban porque sabían que su acto cívico no valía nada.

En las primarias para elegir los candidatos para las futuras elecciones presidenciales, acto realizado el domingo 18 de julio de 2021, el nuevo ciclo histórico se impuso y los “sabios comentaristas” se equivocaron: en vez de una abstención, normal en las primarias, votaron más de tres millones de personas. Los alcaldes Daniel Jadue y Joaquín Lavín quedaron como segundones, mientras los candidatos Gabriel Boric, (sobre el 60% y con más de un millón de votos) y Sebastián Sichel, (49%), encabezaron las listas, de izquierda y de derecha, respectivamente, este último, aventajando a veterano de la política de la UDI, Joaquín Lavín.

Para completar el cuadro, el provinciano de Magallanes encabezó el triunfo en las primarias. Hay que reconocer el mérito de Boric, realmente excelente: comenzó como acompañante del alcalde comunista, Daniel Jadue, y terminó ganándole con un  20% de ventaja al candidato del más antiguo partido político chileno. Los antiguos RN y Evópoli quedaron rezagados; la UDI, bien posicionada con el mago de la política, capaz de hacer llover en plena sequía, pero fue superado por un desconocido y joven candidato independiente, (ex democratacristiano), apoyado por los empresarios.

La Concertación y Chile Vamos ya están fenecidos, y que “los muertos entierren a los muertos”.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

20/07/2021

 

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