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sábado, 11 de noviembre de 2017

Gobernar para unos pocos: ya se comienza a masticar cómo será el próximo período presidencial 2018-2022

Con Piñera de favorito, no pon pocos los que vislumbran un escenario de agitación social, tal como se vivió en su anterior gobierno con las protestas medioambientales y estudiantiles. En la derecha dicen que la calle está dormida, lo que desde el PC es contestado con dureza. Parece que se adelantó marzo.
Por Guillermo Arellano
 
Al igual que en la pasada elección presidencial de hace cuatro años, se prevé una abstención en las urnas que daría que hablar.
 
En cifras, los expertos y analistas calculan que más allá del 60% volverá a quedarse en la casa. La tendencia se instauró a partir del estreno del voto voluntario en 2012. Desde ese hito, que dicho sea de paso fue aprobado por todas las bancadas en el anterior gobierno de Sebastián Piñera y que venía promoviéndose desde la época de Ricardo Lagos, han pasado dos comicios municipales (2012 y 2016) y el anterior proceso de 2013.
 
En ese momento Michelle Bachelet y Evelyn Matthei medían fuerzas en el balotaje y apenas 5.697.751 llagaron a sufragar dentro de un universo de inscritos y habilitados que sumaban las 13.573.088 personas.
 
 
La conclusión para lo que viene es obvia: gane quien gane -en primera o segunda vuelta- tendrá que afrontar una administración con altos índices de desinterés popular.
 
Causas, no mea culpas
 
De forma errónea, se quiere instalar como verdad -o pos verdad, término de moda- que los mismos ciudadanos son “cómplices pasivos” del eventual triunfo de la derecha, por cierto, a causa de su deseo de no concurrir a los locales de votación. ¿Se pensará lo mismo si el ganador proviene de la centroizquierda o izquierda a secas?
 
Más allá de toda explicación que quiera dársele al tema, existen hechos concretos que hablan de la responsabilidad que le cabe a los políticos -o clase política para que no suene tan despectivo- en torno a este fenómeno.
 
En cuanto a la eliminación de la inscripción voluntaria y el sufragio obligatorio, lo que consiguió el Congreso Nacional fue legalizar la fuga masiva de chilenos desideologizados y cómodos, que son millones, los que al menos con la soga al cuello y bajo la amenaza de sanciones y multas lograban participar del acto eleccionario desde el retorno a la democracia.
 
Otra cosa: resulta casi imposible tomar en serio cualquier invitación a confiar en los dirigentes partidarios. La causa no resiste análisis, porque la vieja monserga que dice que los ambientes apolíticos son generados por las distintas elites se queda en un discurso vacío al constatar que no existe ninguna colectividad que no esté involucrada en irregularidades, líos de corrupción y cuestionamientos judiciales, éticos o morales.
 
La ignominiosa lista incluye los escándalos Penta, SQM, Corpesca, Arcis, asignaciones y asesorías parlamentarias, redes de narcotráfico, pensiones de Gendarmería, entre otras.
 
Además, en la misma arena de campaña de Piñera, el “caso Exalmar” (compra de acciones en empresa pesquera peruana) corrió en paralelo en tribunales y en comisiones investigadoras, lo que creó un manto de duda que ya se vio en 2009 cuando el empresario fue criticado por la causa del Banco de Talca (fue declarado reo).
 
Marco Enríquez-Ominami, en tanto, pasó de ser un fenómeno de masas a otro líder manchado por el fantasma de SQM y el uso de un avión brasileño en oscuras circunstancias. Y ni hablar de los efectos políticos que provocó el “caso Caval” que involucró al hijo y nuera de la Presidenta Michelle Bachelet, siendo uno de ellos la comisión asesora que ideó las ley de partidos políticos que equiparó la cancha en cuanto a gasto electoral, pero que dejó al país sin ambiente de campaña.
 
¿Hay mea culpas de verdad? Como si nada, existen candidatos al Parlamento con problemas judiciales y situaciones reñidas con la ética, “todos de izquierda a derecha”, puntualiza el diputado y candidato a senador Jorge Tarud (PPD).
 
“La gente informada tiene un tremendo deber a la hora de expresarse en las urnas. Hemos visto como gente en la elección de alcaldes igual votó por gente corrupta, pero tengo la convicción de que la mayoría de los chilenos no quiere elegir congresistas corruptos”, nos explicó.
 
“No creo que haya acarreos. Es muy difícil. Por eso tengo la esperanza de que la abstención sea menor (50%). Los avances no pasan por cambiar el método de voto (voluntario), sino que hacer que la gente se sienta convocada y que perciba que su voto sirva. Y eso cuesta tiempo”, matizó.
 
Sin embargo, para el exministro Genaro Arriagada (DC) el origen de todos los males viene de antes, específicamente con las críticas del Partido Comunista que llevaron al fin de la Concertación y que tienen a la Nueva Mayoría con un candidato, Alejandro Guillier, levantado por una “supuesta subida como espuma en las encuestas”, pero que ahora “desearía fracasar para acabar de una vez por todas con esta pesadilla”, de acuerdo a la visión del columnista mercurial Carlos Peña.
 
Carlos Larraín, extimonel y exsenador de Renovación Nacional, lamenta que “haya tanta abstención” y sostiene que la madre del cordero proviene del excesivo presidencialismo que impera en nuestro país, para lo cual volvió a rechazar la reelección automática y el aumento de las atribuciones y facultades exclusivas para al jefe de Estado que propuso Piñera en su programa.
 
“No me gusta la reeligibilidad. Encierra un impulso en potencia hacia gobiernos demagógicos. Y la demagogia es la peor de las toxinas del aparato político”, declaró a Cambio21.
 
 
“Estamos en un gran problema”, admite Lautaro Carmona, diputado y candidato a senador del PC, “porque en la medida que se va achicando y elitizando la soberanía ciudadana los que dispongan de representación política tendrán respaldos minoritarios dentro de la sociedad”, comentó para esta crónica.
 
“El derecho a votar es conquistado después de grandes luchas y movilizaciones, por lo mismo todos creemos que nadie nos regaló esto, sino que se los arrebatamos a los contralores del sistema. Y concederlo por una moda es preocupante”, advirtió.
 
Vale igual
 
Tanteando lo que será el nuevo gobierno tras la administración de la Nueva Mayoría, a partir de marzo de 2018, lo primero es asegurar la validez de quien resulte ganador, aunque sea con una masa baja de electores.
 
Aquí Carlos Larraín pide la palabra: “la noche de la elección de Michelle Bachelet (diciembre de 2013), algunas personas empezaron a invocar que sus resultados no tenían legitimidad, a causa de la abstención. Y yo dije, creo que a las 9 o 10 de la noche, que doña Michelle Bachelet fue elegida por una mayoría en el universo de votos existentes”.
 
“Ella es la Presidenta y el país necesita una autoridad indiscutida. Por lo tanto, los que estén especulando con esto de perforar la presidencia de Piñera con el asunto de que poca gente votó, deberían andarse con más cuidado porque no se puede afectar la legitimidad de las elecciones por una cierta abstención. No está bien eso”, alertó.
 
Consultado para este medio, Rodrigo Larraín, sociólogo de la Universidad Central, manifestó: “el que vote poca gente no pone en riesgo al sistema ni lo deslegitima. La gente se niega a participar, que es una cosa distinta. Lo inusual sería que los que se van a abstener se organizaran para criticar las elecciones, lo que pasó con el sistema binominal al inicio de la democracia, pero que no movilizó a mucha gente”.
 
“Se tiende a sumar a los que no votaron y ciertas personas los agrupan diciendo que si se hubieran unido en torno a una propuesta interesante de un candidato, ese candidato sale, pero eso no tiene ningún sentido. La gente se restó no más. Lo interesante es que el ganador no tendrá mayoría en el Parlamento a la hora de poner sus propuestas”, destacó.
 
Ante este cuadro, Carlos Vergara, consultor de la empresa de encuestas Imaginacción, descarta posibles riesgos institucionales. A su juicio, “hay mucha gente que no va a votar y que no lo hace porque no le interesa y cree que todos los políticos son iguales. Yo no veo problema ahí. Tampoco es un tema que esté puesto hoy al menos”.
 
“Además, creo que los que saldrían a protestar, dentro de los que no van a votar y que les dará lo mismo quién gane la elección, serán parte de una minoría muy menor”, nos adelantó.
 
Vuelve el otro pie a la calle
 
Con Piñera de favorito, no son pocos los que vislumbran un escenario de agitación social, tal como se vivió en su anterior gobierno con las protestas en contra del proyecto HidroAysén y sobre todo con las manifestaciones del movimiento estudiantil.
 
Al menos eso vislumbra el diputado Carmona: “poniendo en duda que gane Piñera, debo decir que todas las reformas que se conquistaron en la calle estarían cuestionadas. Por consiguiente, habría que salir a defenderlas a la calle”.
 
“Piñera no va a tener las manos libres para hacer lo que quiera, menos con los anuncios tan tremendistas que está haciendo. Siento que los trabajadores, los estudiantes y los profesores van a defender, como expresión democrática, la reforma laboral y la reforma educacional”, insistió.
 
 
“¡Eso deslinda con la amenaza, pueh!”, retruca Carlos Larraín. “Si se quiere usar eso como un arete para perforar la futura presidencia de Sebastián Piñera, a mí me parece mal. Es una equivocación. Los que estén planteando eso tendrían que pensarlo mejor”.
 
“Por lo demás, creo que el movimiento teóricamente espontáneo de protestas callejeras ha perdido mucho impulso desde el momento en que el Frente Amplio fue a la primaria, logró tener a su candidata y poseer una forma jurídica-política. No necesita ir a la calle a tirar piedras. Han aceptado la acción política regular”, remarcó.
 
Para Rodrigo Larraín, “el gran movimiento de años atrás eran los estudiantes y sus exigencias en términos financieros fueron cumplidas por el gobierno de Bachelet. Lo que está pendiente es la segunda parte de las peticiones: la calidad. Y ahí tenemos una serie de medidas burocráticas con la superintendencia y las agencias de la calidad, que no sabemos cómo van a funcionar”.
 
“Hay gente con menos opciones de movilizarse, como los pobladores, porque en este país hay instancias que los ayudan, como Techo para Chile, que mejoran las urgencias. Además que existen más demandas de la clase media. Donde puede haber problemas es con las AFP y la salud. Cada año se pensiona más gente y con la baja de los ingresos que es dramática. Estamos envejeciendo y los viejos no tienen la atención que requieren por sus males de viejo. Sume las enfermedades que padecen los jóvenes, como la diabetes, las cardiopatías y los problemas alimentarios. Por ahí hay un flanco”, advirtió.
 
Como para que los muchachos de “No Más AFP” se vayan preparando.

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