La Derecha pretende imponer a sus socios exconcertacionistas como principales y mayoritarios constituyentes de su propia oposición

 

Hay quienes, desvergonzadamente, afirman que la fuerza de las armas es el mejor camino para asentar la democracia.  Quienes así opinan –y marchan mostrando, impúdicos, garrotes y macanas (cuando no armas de fuego)- nunca han sido demócratas ni tampoco libertarios. Quienes así opinan son aquellos que han perdido la esperanza de poder instalar (o reinstalar) un régimen autoritario y clasista contrariando la acción que el pueblo determine a través de la vía electoral y soberana.

Ya lo dijo Marco Tulio Cicerón, “la fuerza es el derecho de las bestias”. Pero, frases de personajes célebres, históricos, admirables, como Cicerón, nada significan para trogloditas modernos que asientan sus valores en lo que una bala o una bayoneta puedan lograr. Ellos, en apego a la verdad,  no creen en la democracia como sistema, ni tampoco como idea…  sólo aceptan y propugnan el dominio de una minoría sobre una mayoría. Feudales unos, siervos de la gleba los otros.

Es lo que exactamente está ocurriendo nuevamente en nuestro país, ya que los, que han  sido dueños de la férula desde 1973 a la fecha, hoy ven con espanto que sus privilegios y su clasismo están siendo derruidos por la voluntad de una sociedad civil que se cansó de injusticias, ninguneos  y expoliaciones.

La derecha decimonónica chilena es consciente que perderá el plebiscito de octubre próximo, aunque ni  ella ni nadie puede firmar apostando a un porcentaje seguro, pues ahora la cuestión ya no se circunscribe al triunfo del ‘Apruebo’ solamente, sino, muy en lo particular, al guarismo que este logre, el cual, si es menor al 70% pone en riesgo la certeza de lograr establecer 12 o 13 pilares fundamentales en la nueva carta magna, amén de asfixiar el establecimiento de quórums favorables y concordantes con la democracia total.

Lo anterior exige, por cierto, que un gran número de ‘constituyentes’ provenga de la gente, del pueblo, de las organizaciones sociales, y no de las tiendas partidistas, las cuales, como bien se sabe, son fácilmente corruptibles…y lo han demostrado, ahí está la Historia reciente para confirmarlo. No por nada la derecha hoy se esmera en lenguajear a favor de la vieja Concertación y ponerla de ejemplo “político” para una izquierda “no parlamentaria” que, cada vez, se aleja más del oficialismo socialdemócrata de las cáfilas de dirigentes que traicionaron no sólo a sus electores sino, también, a las raíces de sus propios partidos.

Aquellos que manejan el dinero y las armas mantienen todavía cierta esperanza, la cual no es otra que, pese a  perder el plebiscito, puedan mantener una cifra cercana o superior al 40%, y desde ella (o con ella) extender redes para lograr que sus amigos y socios exconcertacionistas puedan obtener sillones como constituyentes uniéndoseles en la discusión que procurará alcanzar el gatopardismo constitucional. De hecho, el Presidente de la República  -ornitorrinco político que se debate entre RN y el PDC, sin jamás definirse- ha pretendido ‘pautear’ el próximo debate relativo a la Constitución Política, poniendo sus interesadas banderillas de statu quo  –cómo no- en los mismos asuntos que la mayoría de los chilenos exige cambiar. ¿Un aviso a los febles cohabitantes socialdemócratas de la actual administración para que ordenen sus filas junto a las de los derechistas?  De ello no cabe duda.

Y bien…si lo anterior no da resultado, entonces, de nuevo, como ha ocurrido en los últimos doscientos años, la derecha se echará al bolsillo la frase de Cicerón y la fuerza bruta, la fuerza armada, la fuerza asesina, se transformará en su Derecho y en su Constitución, como ocurrió en 1980.

A ello también apuestan. Pero, ¿podrán hacerlo esta vez y salir exitosos, ahora que el pueblo está empoderado? This is the question…dijo Hamlet.

 

Por Arturo Alejandro Muñoz