Septiembre
- Cristián Galaz
- Director y Guionista de Cine y TV. Periodista Universidad Católica.
- Foto: Marcos Rodriguez G.
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- El noveno mes del año marca el calendario en rojo y abre sus fechas a la
reflexión y al recuerdo. Septiembre de emociones en contraste, se viene
siempre cargado al luto y también a las celebraciones libertarias. El 4
nos trae la fiesta de la democracia que nos recuerda los tiempos en que
los presidentes electos dirigían un discurso de triunfo ante una
multitud. Cientos de miles de almas anhelantes de un Chile más justo y
mejor. A la siguiente semana, el 11, todo lo opuesto: humo, orugas
contra el pavimento de las calles de Santiago, bandos y marchas
militares, el Palacio en llamas. Septiembre 11 nos deja con esa extraña
sensación de vivir en un país aún disociado, incapaz de mirar hacia
atrás sin el temor de convertirse en estatua de sal.
- Pero a la semana siguiente asoma el 18 y las Fiestas Patrias, mucha
cumbia, empanada, terremoto y asado. Ideal para pasar el “trago amargo”
del recuerdo y continuar directo al olvido, a la inconsciencia ebria de
la celebración sin contenido. Entonces ya todo se calma, la tensión se
relaja y en lo que queda de septiembre el país recupera su colores y
volvemos de lleno a nuestros trabajos de esclavos. Parafraseando a
Serrat, los ricos a su riqueza, los pobres a su pobreza y la clase media
a su miseria. Tema cerrado. El resto del año no alcanza para más
recuerdos.
¿Es sano vivir septiembre de esta manera? Algunos, muy pocos por
cierto, dirán que ya es hora de dar vuelta la página y dejar atrás “lo
que nos divide”. A ellos solo se les puede decir que la historia no
contada vuelve siempre a resurgir con fuerza. Como muestra el caso de
España, precisamente en estos días que corren. A más de 78 años de la
Guerra Civil los muertos comienzan a ser desenterrados de donde se les
dio sepultura clandestina y se levanta la idea de hacer un censo de las
violaciones a los Derechos Humanos bajo dictadura de Franco. Se
presentan cifras dramáticas que recién ahora salen a luz: 100 mil
desaparecidos y el secuestro y adopción ilegal de más de 20 mil niños,
muchos de los cuales fueron a dar a la Alemania nazi. Definitivamente,
dar vuelta la página parece ser una opción descartada por la fuerza de
los hechos, no solo en Chile sino en el mundo. Y aunque la historia
fuera contada, aun así, la historia recuperada no merece ni conviene que
caiga en el olvido.
Pero la pregunta persiste: ¿podríamos vivir septiembre de otra
manera? Imagino un camino distinto, un calendario en donde el noveno mes
no tenga el monopolio de la memoria sino que ésta se viva mes a mes
pasando a formar parte de nuestra manera de ser y existir. Un Chile
donde la memoria sea un rasgo de la idiosincrasia nacional, en donde sea
natural preservar y difundir nuestra historia por dolorosa que esta
sea, algo que nos recuerde todos los días que hay hechos que no deben,
no pueden repetirse. Sería un Nunca Más definitivo, algo que vuelve
inimaginable un país que despierte nuevamente invadido de humo, orugas
contra el pavimento de las calles, bandos, marchas militares y el
Palacio en llamas.
Y no solo es la posibilidad cierta de un Nunca Más, es también la
certeza de convertir nuestra historia en algo vivo, un patrimonio
cultural que puede ser heredado de generación en generación. Es la
posibilidad de mirar hacia atrás sin temor a quedar petrificados, sin
posibilidad de futuro.
De allí la importancia de lo planteado hace pocos días atrás por
Melissa Sepúlveda y Naschla Aburman, presidentas de la Fech y la Feuc,
respectivamente, en el sentido de llevar a los planes de estudio de la
educación escolar, media y universitaria, los contenidos de la Memoria y
los Derechos Humanos. Es un paso enorme en la dirección correcta,
construyendo desde la base de nuestra comunidad los cimientos que hacen
posible vivir sanamente el recuerdo de un pasado que necesita estar
entre nosotros.
Me sumo a esa propuesta y formulo otra. Es necesario crear una Línea
Especial de concursabilidad en todos los fondos de cultura dedicada
exclusivamente a la Memoria y los Derechos Humanos. Esto debe replicarse
en el Fondart, el Fondo del Libro, el Fondo de la Música, el Fondo
Audiovisual, CORFO Audiovisual y Consejo Nacional de TV. Y añado un
argumento más a los ya señalados, especialmente válido para los
proyectos cinematográficos por su particular dificultad de
financiamiento. Un proyecto de película cuya temática sean la memoria y
los Derechos Humanos, tiene escasas posibilidades de encontrar siquiera
parte de su financiamiento en la empresa privada, sin ahondar en
argumentos evidentes. Son proyectos que requieren, incluso más que
otros, una voluntad expresa de la comunidad toda, traducida en políticas
culturales que, dicho sea de paso, deberán plasmarse en la creación de
un Ministerio de Cultura aún en ciernes.
Preservar, difundir y educar en la Memoria y los Derechos Humanos es
un trabajo cotidiano que debe hacerse en las escuelas, los escenarios,
los museos, las plazas, las calles y las pantallas, pero sobre todo en
los hogares de todos nosotros, en las conversaciones del almuerzo o
haciendo las tareas con los hijos. Es una responsabilidad de los
ciudadanos y de las autoridades crear las bases para que esto sea una
realidad.
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