Por estos días y a raíz
de la detonación de un artefacto explosivo por parte de “desconocidos”
en un centro comercial cercano a la estación Escuela Militar del Metro
de Santiago, se ha abierto una discusión sobre la acción de los llamados
“organismos de seguridad” y principalmente de su composición y de
pasada legitimar una “ley antiterrorista”. La ciudadanía, en general,
poco o nada sabe; suele ser más bien una discusión de “expertos”.
Durante y después de
terminada la segunda guerra mundial proliferaron en los países de Europa
occidental, del este europeo y del resto del mundo las agencias de
seguridad. Terminado el conflicto, el eje se volvió principalmente hacia
el interior de los países, como una eficaz herramienta de control de
los opositores políticos internos. Nos familiarizamos con siglas que, de
solo pronunciarlas, ya aterran. Es el caso de la brutal GESTAPO de
Hitler, la Stasi en la DDR, la KGV (heredera de la Cheka) en la ex Unión
soviética, y del mismo modo las aún existentes como el misterioso FBI y
la “influyente” CIA de USA, el MI5/MI6 en el Reino Unido o el muy
“eficiente” Mossad de Israel. En Rusia actual, después de los
socialismos reales el GRU (Departamento Central de Inteligencia) o el
MSS de China (Ministerio de Seguridad Estatal) y el DGSE de Francia, y
el G-2 de Cuba entre las más conocidas
Un servicio de
inteligencia es una agencia del Estado y cuyos miembros son reclutados
desde ex funcionarios de las policías de las fuerzas armadas o en
servicio activo o bien civiles provenientes de las organizaciones de los
partidos políticos proclives a la misma ideología del Gobierno de turno
y dedicada a obtener información, dicen que para la seguridad nacional,
vaya uno a saber.
La dictadura creó un
siniestro y secreto dispositivo de represión política, la tristemente
célebre DINA, orientada a eliminar físicamente a los miembros de
partidos y movimientos de la Unidad Popular y el MIR . Su director,
Manuel Contreras está encarcelado de por vida por las gravísimas y
reiteradas violaciones a los derechos humanos.
Fue remplazada en 1977
por la Central Nacional de Informaciones (CNI) que operó al margen de la
ley y el respeto por la ciudadanía. Disuelta la Central Nacional de
Informaciones el 22 de febrero de 1990 por la Ley18 943,
http://es.wikipedia.org/wiki/Central_Nacional_de_Informaciones -
cite_note-6 muchos de sus agentes fueron “reasignados”. Se diluyeron en
los intricados vericuetos de las fuerzas armadas y organismos del estado
o bien como soplones de empresas privadas. El primer gobierno pos
dictadura, debido al estúpido asesinato de Jaime Guzmán, creó el Consejo
de Seguridad Publica e Informaciones, por el decreto Nº 363 del 23 de
Octubre de 1991, también conocido como “La Oficina”, cuya misión fue
liquidar los grupos como el FPMR y el Lautaro, Este organismo estaría
conformado por personeros de distintos partidos políticos de la
Concertación. Dirigió la “Oficina” el actual diputado por la
Concertación, Marcelo Schilling, identificado como un hombre con
experiencia en el área y que contaba con cierta experiencia en temas de
inteligencia y lucha subversiva. Alguno de sus directivos tendría
instrucción de ese tipo en la ex DDR. La “Oficina” habría actuado de
forma ilegal. En 1993 en una señal de decencia o cinismo, a través de la
ley 19.212 se le sustituye por la “Dirección de Seguridad e
informaciones EL DISIP gozará de buena salud, como un parásito, en los
pasillos obscuros del Ministerio del interior hasta que en 2004 por la
ley N° 19.974, se transforma en la Agencia Nacional de
Inteligencia (ANI) en el sexenio Lagos. Su tarea es la realización
de inteligencia político-estratégica.
El contexto de
funcionamiento del mentado organismo es el momento sociopolítico del
país. Desde hace varios años se constata como común el estallido de
artefactos explosivos de fabricación artesanal en sucursales bancarias
edificios estatales y que corresponderían a acciones de carácter
terrorista realizadas presuntivamente por grupos del llamado anarquismo
revolucionario, que han brotado entre sectores juveniles y no tan
juveniles en las dos últimas décadas, como respuesta inmadura y necia al
vacío ideológico que explique la enorme inequidad social existente y
sobre todo como una forma de respuesta a las promesas sociales
incumplidas por la sociedad y el sistema político. Pareciera que, como
otras tantas cosas, esta forma de expresión se ha vuelto natural.
Naturales son también los “encapuchados” y paradójicamente muchos que en
el pasado fueron protagonistas y partidarios de todas las formas de
lucha hoy se visten de etiqueta para pretender dar al organismo de
seguridad ANI atribuciones esenciales operativas y que el tema de los
“agentes encubiertos” sea considerado como legal, es decir, legitimidad
de la figura los “sapos”, que en tiempos de la dictadura sirvieron como
una forma de control social. No hubo institución barrio o servicio
público o privado que no tuviera su “agente infiltrado”, su sapo propio,
dispuesto(a) a traicionar a su compañero(a) de curso, a su eventual
amigo(a), a su colega de profesión, etc. por un estipendio miserable o
simplemente por una felicitación de un superior. En un tiempo reciente,
fue instalada la delación como doctrina y virtud y constituida por una
red de miles de informantes. ¿Eso es lo que queremos?
Los miembros de los
organismos de seguridad tarde o temprano se sienten custodios del
sistema. Desde la reserva y el secreto protegido de su acción, se
sienten jueces de las conductas y el pensamiento de los miembros de una
sociedad y su permanencia en el tiempo en esa función los conduce tarde o
temprano a la comisión de delitos.
Se equivocan quienes
creen que la vigilancia o el control permitirán disminuir la comisión de
actos cobardes como la colocación de “bombas” en espacios de uso
público y sea esto considerado como una forma de lucha honesta. No
entienden que eso será peor, volveremos al país en que todos estamos
bajo sospecha. Espiarán nuestras cuentas de facebook, nuestras páginas
web, nuestros correos, nuestras conversaciones telefónicas, nuestras
relaciones personales, nuestras opiniones en reuniones de trabajo serán
evaluadas. Habitaremos de nuevo el "país-cárcel", en cada amigo veremos
un "agente encubierto", intentarán modelar y pretender encauzar nuestra
observación de la realidad en una sola dirección, volveremos a
considerar la desconfianza como una virtud, estaremos viviendo
nuevamente en un estado policial, volveremos al siniestro tiempo de los
"sapos".
Las soluciones están por otro lado.
*Eduardo Fernández es Sociólogo y militante de Convergencia de Izquierdas
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