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domingo, 25 de marzo de 2018

Manifiesto de Carlos Montes, presidente del Senado: “Estar 20 días en la CNI siendo sometido a todo tipo de barbaridades te marca profundamente”


"Mi mayor vergüenza es haberle puesto mal la banda presidencial a Sebastián Piñera. La tenía por el lado que me habían dicho, pero un edecán de Carabineros me dijo que tenía que colocarla por el otro lado. Menos mal que la Presidenta Bachelet me ayudó".

Mi mayor vergüenza es haberle puesto mal la banda presidencial a Sebastián Piñera. Fui el día antes al Congreso para que me explicaran cómo tenía que hacerlo. Fue una clase teórica, porque no tenían la banda para enseñarme. En el cambio de mando la tenía por el lado que me habían dicho, pero un edecán de Carabineros me dijo que tenía que colocarla por el otro lado. Esa fue la confusión. Menos mal que la Presidenta Bachelet me ayudó.
Estar 20 días en la CNI siendo sometido a todo tipo de barbaridades te marca profundamente. Lo que busca la tortura es desintegrar y disociar a las personas para quebrarlas. Tras eso me fui exiliado a México y ahí tuve que pasar por un momento de reconstrucción personal y familiar. Había vivido varios años en Chile con muchas restricciones, sobre todo estando en clandestinidad, por lo que tuve que volver a empezar. No es algo fácil. He tratado de no quedarme pegado con esa situación, de procesarlo con tranquilidad.
Ser abuelo de seis nietos es un descubrimiento permanente. Tengo nietos espectaculares, todos de distintas edades. Me encanta estar con ellos los fines de semana. Conversamos y tonteamos sobre distintas cosas. Uno aprende mucho sobre la forma particular que tienen de ver el mundo.
Estuve en un curso con José y Sebastián Piñera… y yo saqué la mejor nota. En la universidad iban dos años más atrás, fue en un curso de finanzas públicas. Los dos eran buenos alumnos, pero en ese examen no les fue bien. Y yo me saqué un siete.
Cuando niño no toleraba usar zapatos. Venía de una zona rural de La Florida y allá usaba chalas o caminaba a pata pelada. Entré al Saint George y tuve muchos problemas, porque no me acostumbraba a los zapatos. Lo pasaba mejor andando a caballo. Jamás fui a la nieve ni participé en las mismas actividades que el resto de los alumnos. Era medio desadaptado.
Fui uno de los creadores del cartel: “El Mercurio miente”. En la universidad participé de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica. Creamos ese cartel porque El Mercurio nos sacaba la cresta todo el día, nos decía que éramos comunistas cuando no teníamos ninguna sensibilidad política. Decir que mentían era algo natural y luego quedó para la historia.
“Tenía arrastre con las mujeres. Hoy soy gusto de abuelitas”.
En el exilio me desarraigué del fútbol chileno. Acá jugaba mucho fútbol, era delantero. Mi última pelea a combos fue contra un arquero en un partido antes de viajar a México. Allá me hice hincha del Puebla, porque trabajaba en la universidad de la ciudad y era un equipo simpático.

Tirar la talla es una forma de relajarse en el Congreso
. Cuando uno está tantas horas trabajando juntos, las bromas se transforman en una forma de sobrevivir. Hay tallas de distinto calibre. Dicen que soy bueno para hacer bromas, pero malo para recibirlas. Mi compañero para los chistes es Ricardo Lagos Weber y, antes, Jorge Burgos.
Mi hobbie es comer frutas, no hay nada que me guste más. Me encanta la chirimoya, la manzana Fuji y el durazno, dependiendo de la época. Pasaría comiendo todo el día…, quizás por eso estoy guatón.
Decidí no ir a una nueva reelección. Estoy en el Parlamento desde los 90, he dedicado una parte importante de mi vida a esto y he tratado de aportar distintas cosas. Cuando postulé al Senado no aparecía con posibilidades y dije vamos a hacer empeño para cerrar una etapa. Ahora quiero cerrar esta etapa.
Al comienzo tenía arrastre con las mujeres. Ahora se me acercan niñas buenas mozas para decirme: “Mi abuelita lo quiere tanto”. Soy gusto de ellas parece. Para la campaña del 89 prácticamente uno se subía al escenario sin camisa, porque todo el mundo te gritaba. Y era una cuestión bien incómoda. Recuerdo una vez en el Teatro California que a Eduardo Frei le gritaban muchas barbaridades. Y Frei no tenía capacidad de procesar que le gritaran: “Mijito rico”. Ahora eso ya no existe.

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