Cuando el neoliberalismo desata catástrofes y condena a la miseria a miles de millones, hace falta liberalizar más. Nunca satisfecho, siempre hambreado, el "modelo" ni siquiera necesita gobierno, habida cuenta que el poder no está ni en La Moneda ni en el Parlamento, sino en los mercados financieros. Piñera encontró la solución, aplaudida por las almas sensibles: ahora nos podemos casar 'todes contra todes'. Gran victoria. La minería sigue en manos de los saqueadores, el agua sigue privatizada, la Previsión en manos de filibusteros, la Educación y la Salud en manos de mercaderes, y el país en manos de la costra política parasitaria. Lo único que hizo tambalear el poder oligárquico fue Octubre 2019, con millones de compatriotas en las calles. Lo demás... es cuento.
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Chile: El aparente dilema de fascismo versus democracia... O como los mecanismos de manipulación del poder instalan falsas disyuntivas
por Renato Millas de la Maza/Radio Plaza de la Dignidad.
«Si aprendiéramos a mirar en vez de comer moscas, veríamos el horror en el corazón de la farsa; si simplemente actuáramos en lugar de hablar tanto, no acabaríamos, una y otra vez, yendo de culo. ¡Hombres no celebréis todavía la derrota de lo que nos dominaba hace poco! Aunque el mundo se alzó y detuvo al bastardo, la perra que lo parió está otra vez en celo» (Bertolt Brecht: La resistible ascensión de Arturo).
Durante el proceso de ascensión del nacionalsocialismo y con posterioridad a su derrota, Brecht se dedicó a denunciar aquellas voces que se escandalizaban ante los horrores del nazismo, sin hacer mención al sistema capitalista que lo había engendrado y no tenía empachos en llamar hipócritas a quienes condenaban a Hitler y su movimiento político-militar, pero que no hacían nada por denunciar y terminar con el capitalismo. En las últimas semanas hemos visto a personas honestas dejarse arrastrar por la histeria antifascista. También hemos visto a declarados revolucionarios golpearse el pecho y expresar, con una sentida y profunda convicción, que no podemos permitir que el fascismo gane las próximas elecciones, apelando a un deber histórico, republicano, casi patriótico, de no dejar que la cara visible de este fascismo criollo alcance la primera magistratura de la República; en resumidas cuentas, no quieren que este estado liberal, capitalista, colonial, eurocéntrico, salvaje y depredador, enemigo de los pueblos, genocida y ecocida, tenga como su representante máximo, su cara más visible, su “primer ciudadano”, a un convencido fascista como José Antonio Kast y llaman a detener esta atrocidad que ruboriza las sensibles conciencias democráticas. Nuestra historia cívica, nuestro orgullo nacional, no puede permitir semejante desvarío y es preferible, acá hay ciertos matices, que un oportunista de tomo y lomo, como Gabriel Boric, ocupe tan importante puesto en nuestra sociedad y decimos que hay matices, porque mientras algunos apoyan a este tránsfuga, con cierto reparo púdico, aunque el sonrojo no exime de culpa ni de complicidad, otros se han arrojado a darle su apoyo con una sorprendente incondicionalidad, olvidando que hace solo dos años pedíamos la cabeza de todos estos facinerosos, desde los ultraderechistas más recalcitrantes, hasta sus compinches socialdemócratas y reformistas, sin hacer diferencias entre ellos, porque en realidad no las hay ni nunca las ha habido. Se aterran ante la posibilidad de que el fascista Kast le gane al oportunista Boric, como si en el fondo hubiera divergencias entre ellos y apelan a la fragilidad de la memoria al obviar el hecho de que Boric firmó el documento de Acuerdo por la Paz y la Reconciliación, del 15 de noviembre del 2019, redactado de puño y letra por la fascista, con linaje directo al nazismo alemán, Ena Von Baer, porque en ese momento había que reconciliarse también con los fascistas, había que hacer lo que fuese necesario para detener a la insolente turba patipelada que se había alzado y los otrora supuestos adversarios se daban la mano y se abrazaban, evidenciando que nunca hubo verdaderas discrepancias entre ellos y que jamás las habría. ¿En qué parte de este tortuoso devenir histórico, manipulado magistralmente por los medios de adoctrinamiento masivo del capital y por el eficaz y malintencionado uso de las redes sociales y la tecnología, la memoria dejó atrapados en el camino estos hechos, envolviéndolos en el olvido de los velos de la ilusión de esa entelequia que los dueños del poder y sus lacayos llaman democracia? Y este vapuleado pueblo, hostigado hasta la saciedad por la propaganda del sistema de dominación, bombardeado inmisericordemente por el discurso oficial, replicado eficientemente por los funcionarios de las burocracias partidarias, engañado impúdicamente por las encuestas manipuladas, perseguido y acosado por las siniestras maquinarias de manipulación de masas, que asaltan las conciencias y las mentes de las personas, se encuentra ante la falsa disyuntiva de tener que elegir entre fascismo y democracia, como si esta democracia cartucha no hubiese cobijado el fascismo desde hace rato; como si no hubiese sido fascista y racista la aplicación de la ley antiterrorista contra nuestros hermanos mapuche durante los gobiernos democráticos; como si no hubiese sido, a lo menos violento y autoritario, la mantención y perfeccionamiento del neoliberalismo; como si los aparatos de inteligencia de la democracia no hubieran sido asesorados y supervisados por los agentes de los servicios secretos de la dictadura; como si los grupos fascistas sobrevivientes de la dictadura no hubieran gozado de la permisividad de los sucesivos gobiernos democráticos, manteniendo toda su capacidad operativa; como si los asesores políticos y los empresarios sostenedores del fascismo pinochetista y sus continuadores no gozaran de impunidad y tribuna para seguir actuando y enriqueciéndose en esta coexistencia democrática; como si el fascismo no fuese el hijo radicalizado del capitalismo. El fascismo es un engendro, a veces ocultado, a veces reconocido, pero siempre latente como recurso, del capitalismo y decir que se lucha contra el fascismo, sin proponerse primero y ante todo, eliminar su origen que es el capitalismo es, cuando menos, hipócrita. Hay que abrir los ojos y mirar nuestra historia reciente, este pseudo antifascismo de última hora no puede ni quiere erradicar el fascismo, porque todos, desde el decadente y corrupto reformismo institucionalizado, hasta la supuesta derecha democrática, han cohabitado con el fascismo y se han ido a la cama con él cuando ha sido necesario. El sistema, los dueños del poder capitalista, saben que sin legitimidad sus cabezas corren peligro permanente y su obsesión es legitimar toda su maquinaria de sometimiento y opresión. Por eso sus desvelos y su uso obsceno de recursos para someter las mentes y las voluntades de las personas. La historia reciente nos muestra que no son los años los que otorgan legitimidad. La misma constitución del 80 jamás pudo ser legitimada y a pesar de los esfuerzos, no solo de los ideólogos del fascismo pinochetista, sino de los teóricos concertacionistas y de la extrema derecha, durante cuarenta años el pueblo nunca la aceptó y al no aceptarla, rechazaba todo el modelo de dominación que había detrás de ella. La Revuelta fue la señal de alarma que los aterrorizó, sino legitimaban su modelo, podían caer en cualquier momento, entonces inventaron un engendro constitucional para tener una nueva constitución neoliberal, esta vez legitimada por una mascarada que denominaron Convención. Pero no bastaba con tener una nueva constitución neoliberal, había que legitimar la institucionalidad que debía seguir administrando el modelo e inventaron esta falsa disyuntiva; o fascismo o democracia. Y el bombardeo mediático y los mecanismos de manipulación puestos en marcha han sido cruentos, inmisericordes, todas las burocracias partidarias, todos los medios de manipulación de masas, todos los funcionarios del sistema, todos los agentes de la casta política enquistados en las organizaciones populares, incluso toda la tecnología, se pusieron detrás del objetivo de legitimar esta democracia liberal que parecía agonizar y en un grotesco, pero al parecer efectivo, acto de prestidigitación, escondieron la raíz del conflicto, para que prestáramos atención a un nuevo escenario, apagando las luces y cerrando la puerta al otro campo de batalla, el que ocultan tras bambalinas, donde todavía está en juego la verdadera contradicción que aún no se resuelve; o capitalismo o supervivencia; o reproducción colonialista del capital o reproducción comunitaria de la vida. Las revolucionarias y los revolucionarios tenemos el deber ineludible, irrenunciable, no solo ante la historia, sino ante nuestro pueblo, de parar esta histeria pseudo antifascista y develar, en todos los espacios, esta repulsiva campaña de manipulación que lo único que pretende es legitimar una institucionalidad por la cual, hace no muchos meses, nadie daba un peso. No tenemos espacio para vacilar o para dejarnos someter por la manipulación de las emociones y las conciencias que los servidores del poder colonial tratan de imponer. Es el momento de mostrar nuestro temple y asumir que, no solo somos personas honestas, decentes, de buena voluntad, sino que tenemos la capacidad de reflexión, que estamos por sobre la burda manipulación de las consciencias y que cuando asumimos el camino de la transformación revolucionaria de la sociedad, nos hicimos cargo de la responsabilidad histórica que esa decisión acarreaba. También debemos aceptar que seremos atacados por los confundidos, por los adoctrinados, por nuestros enemigos y por quienes hace poco se decían nuestros amigos, pero no podemos, bajo ninguna circunstancia, dejar de ser la voz de alerta y a lo mejor la única, pero necesaria, consciencia crítica de este momento. Ante el bombardeo mediático despiadado que sufre nuestro pueblo, lo menos que se espera de quienes mantienen viva la llama revolucionaria es que aporten con la denuncia, con la develación de los mecanismos de sometimiento y con la claridad para exponer que lo que en realidad está en juego, en esta supuesta contradicción entre fascismo o democracia, enarbolada por los pseudo fascistas de última hora, no es más que el esfuerzo desesperado por arrastrarnos hacia la legitimación de un modelo de dominación que debe ser erradicado, de lo contrario desaparecerá, no solo la especie humana, sino toda la vida sobre el planeta. Cuando sintamos que no hay claridad, cuando surjan dudas del momento histórico, debemos preguntarnos si alguna de las opciones que están en la mesa, realmente contribuye a nuestro objetivo superior de terminar con el capitalismo o si, por el contrario, nos alejan de él. Recurrir al “cui prodest”, que recomendaba Lenin, es decir, analizar a quién beneficia. Los mecanismos y los recursos de manipulación, de engaño y de adoctrinamiento del poder capitalista son abrumadores, a veces sutiles, a veces convenientemente burdos, generalmente nos exponen una realidad que se comporta como la cinta de moebius, en la cual no podemos distinguir entre el plano visible del plano oculto, pero nosotros tenemos un recurso que no puede ser abatido: nuestra experiencia de lucha y la sabiduría necesaria, adquirida durante años enfrentando al monstruo de las mil cabezas y contra eso los manipuladores, los vacilantes, los adoctrinados, los oportunistas, no tienen las suficientes armas para hacernos desistir del camino asumido. Lo único que podría derrotarnos es el sometimiento de nuestra propia consciencia y esa no tiene enemigos dignos. Diciembre de 2021
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Chile, segunda vuelta: Cunde el pánico en la granja
por Rafael Agacino - investigador independiente en temas económicos y sociales, profesor part-time y educador popular chileno.
¿Qué es lo que está en juego en las elecciones del 19 de diciembre? Depende de los intereses de los jugadores. Para los que juegan por apropiarse del botín del Estado, se trata de los votos, sólo de los votos, ni siquiera de las y los electores. En esta granja incluimos las diferentes especies de la derecha, el progresismo, la izquierda confiada (institucional) y los advenedizos que hacen negocios aprovechando las oportunidades del sistema electoral y la precariedad cognitiva de la sociedad chilena. Por el contrario, quienes nos jugamos porque el pueblo tome la política en sus propias manos, nos afanamos por sortear las trampas, las emboscadas y los chantajes que los residentes de la granja tienden para contener las potencialidades subjetivas y organizativas mostradas por anchas franjas del pueblo desde octubre de 2019; resistimos las jaulas y bozales con que quieren controlar, acallar y disipar el impulso popular, esos corsés institucionales que imponen un orden (y una paz) social que, sabemos, no es más que el orden (y la paz) del capital. Y en esta coyuntura de segunda vuelta - cancha rayada a conveniencia por la elite que reduce la política a la cuestión electoral-, el recurso privilegiado ha sido el miedo: miedo al comunismo, miedo al fascismo, una inédita doble campaña del terror. En memoria del viejo Orwell y sin ánimo de ofender a los animales, diríamos que los cerdos y sus funcionarios, los perros, aterran con el fantasma del comunismo, mientras los burros y sus invitados, lobos con piel de oveja, con el espectro del fascismo. "Todos contra el comunismo" gruñen unos, "no pasarán" aúllan otros. En este último caso, con acento de pánico, se llama por todo el país a “defender la democracia y a combatir el fascismo”. ¿Pero de que democracia y fascismo nos hablan? Vamos por parte. ¿Democracia? Hace rato que la democracia, esa promesa liberal burguesa, ya no tiene objetivamente ningún viso de realidad. La libertad de elegir gobernantes y legisladores no se condice con una libertad real, plena, sustantiva. Si bien en condiciones normales podemos elegir por quién votar y qué comprar, el capitalismo no permite a la gran mayoría elegir dejar de trabajar, dejar de vender el talento y capacidades propias liberándolas de las condiciones que impone el comprador. Desde los albores del capitalismo sabemos que la libertad de elegir de las y los no propietarios es incompleta y formal: para vivir están obligados a renunciar al libre uso de su tiempo de vida y vender una fracción significativa de este al capital que lo consume para realizar su propia libertad. Peor aún en el capitalismo del siglo XXI. Ya ni siquiera esa formalidad de libertad política-electoral es real, pues, mirando bien las cosas, aunque elijamos autoridades ejecutivas o legislativas declaradamente independientes y al servicio de la ciudadanía sus esfuerzos pueden ser anulados por los “poderes facticos”. La evidencia muestra que la institucionalidad política formal tiende a ser neutralizada o capturada por una esfera nucleada fuera del Estado, por las corporaciones empresariales y los think tank financiados por ellas, que se constituyen de facto en un poder político en tanto pueden ejercer una influencia determinante sobre las políticas económicas y de orden público interno. Variables macroeconómicas clave como la tasa de interés, el tipo de cambio o el nivel de precios, pueden ser de hecho alteradas por decisiones de inversión, de compra o venta de papeles o movimiento de capitales de algunos de los principales grupos empresariales. Y ni que decir cuando actúan de consuno, intencionadamente, por ejemplo, frente a reformas sectoriales como la ley de pesca -firmada por Longueira pero digitada por las siete familias, la fijación de royalty a la explotación de recursos naturales, el impuesto a los ricos o las campañas contra los retiros y la defensa cerrada de las AFP. Se trata de un desplazamiento del poder real posibilitado por la hiper centralización y concentración de capital que tendencialmente equilibra o supera el peso relativo de las instituciones públicas en muchos ámbitos, instalando un cuasi “poder dual burgués” frente y/o en connivencia con el Estado. Este poder político de facto - una sibilina máquina que digita ex ante las políticas y decisiones de la tecnocracia ejecutiva o legislativa- se opone al poder político de jure y hace de la democracia una burla para la mayoría de los electores que honestamente creen en el discurso del ciudadano y la ciudadanía. Entonces ¿qué democracia nos llaman a defender? ¿Defender esta burla? ¿Fascismo? Por otra parte ¿a qué se refieren con “fascismo”? Si se trata de la forma policial cada vez más acentuada que asume la administración estatal del orden interior, habrá que reconocer que esta está instalada hace mucho rato en el país. Prácticas como detenciones ilegales, torturas, asesinatos, ejecuciones sumarias y montajes a cargo de las policías estatales, así como la privatización de la represión -policías privadas con licencia para matar, incluido el sicariato- están casi naturalizadas y junto al sistema carcelario y judicial, son parte del complejo policiaco-represivo construido y fortalecido desde 1990 en adelante. Se inició con la impunidad de los criminales civiles y militares de la dictadura, continuó con la Oficina de Seguridad Pública, se mantuvo con la represión sistemática contra las franjas rebeldes y se actualizó con los asesinatos, mutilaciones, torturas y encarcelamientos prolongados de la juventud en la revuelta y con los estados excepción que rigen en el Wallmapu. Las formas policiales violentas del actuar estatal podrán parecer fascismo, pero no lo son. Dicho actuar es más bien resultado del desplazamiento del poder político hacia los “poderes fácticos” y no de un régimen fascista. En efecto, si el Estado es controlado externamente y tiende a operar como mero cascarón político-jurídico al servicio del capital otorgándole administrativa o jurídicamente legalidad a las decisiones corporativas, entonces los órganos ejecutivos y legislativos pierden majestad y dejan campo libre para la autonomización de los aparatos que monopolizan el uso de la fuerza legitima. Por ello, estas prácticas, cubiertas por un manto de impunidad, se multiplican y más que fascismo son síntomas del creciente proceso de lumpenización del Estado, de sus instituciones y de la tecno-burocracia que lo administra por encargo del capital. Y es esa recurrencia de las practicas policiacas y de violencia sistemática – muchas veces fuera del control político- la que crea una atmosfera represiva de apariencia fascista, de apariencia porque el clima represivo no es expresión ni anticipo de un régimen fascista en acto o en potencia, sino el verdadero rostro de esa falsa democracia a la que apeló la contrarrevolución neoliberal chilena desde la Transición y que ha sostenido hasta hoy. Entonces, si esas prácticas “fascistas” no son más que el otro rostro de esa democracia, menos puede afirmarse que éstas atentan contra aquella. Así, llamar a combatir este “fascismo” para defender esa democracia es un error en toda la línea, pues, ingenua o intencionadamente, se está llamando a defender y validar un régimen autoritario, despótico y lumpen. La irracionalidad, base de una sociedad decadente No obstante, el peligro fascista late en otra esfera: en la vida cotidiana. Casi 50 años de sacrificios humanos frente al Dios mercado no son neutrales. Su racionalidad ha colonizado la vida de amplias franjas de la sociedad generando en ellas un modo de sociabilidad empobrecido y mecánico, y como consecuencia directa, una regresión cognitiva cuyo producto estrella es una personalidad megalómana y narcisista, un ser a medias y despolitizado. Contribuyen a ello la educación basura, la intoxicación medial, la inmediates de las RR.SS. y los videos juegos que inculcan una subjetividad simplificada y excitante a jóvenes y niñxs. Las adicciones, el consumismo gatillado por la pulsión del deseo o el auto encierro por el miedo al otro, etc., son síntomas de una patología social que, disimulada por el sistema, deja el paso libre a otras reacciones irracionales desproporcionadas y violentas. En efecto, las conductas gatilladas por el odio o el miedo ocurren frecuentemente y son realizadas por personas comunes y corrientes. El asesinato a golpes del joven homosexual Mauricio Zamudio (2012), las torturas y amputación de ojos a Nabila Rifo (2016), los ataques xenófobos y quema de enseres en Iquique (2021) y un largo etcétera, fueron ejecutados por civiles inspirados en el odio y no por los aparatos represivos del Estado al amparo de la doctrina de la seguridad nacional. Y aquí radica el problema, pues lo que estamos viviendo es una extensión y validación social de la irracionalidad, especialmente en las franjas medias y populares, que alimentan una atmosfera propicia para el surgimiento del fascismo de masas, el verdadero peligro que puede incubar la crisis política en ausencia de alternativas populares. Así, si acaso algún sentido tuviera enarbolar hoy el antifascismo, el llamado no sería defender la democracia sino a combatir lo que posibilita esa irracionalidad y hace plausible una eventual emergencia fascista: la base tóxica de una sociedad decadente que estimula el narcicismo y el individualismo que atentan contra la organización y lo colectivo, y que proclama el discurso del “ciudadano” que domestica, despolitiza e impide el desarrollo de la soberanía y autonomía populares. Con todo, es claro entonces que el llamado a “defender la democracia para frenar al fascismo” –una invitación a votar Boric contra Kast- es simplemente una nueva estafa, tanto como la invitación contraria. Y lo es no porque Boric y Kast sean lo mismo. Es una estafa porque la democracia ya no sólo es palabra huera sino también objetivamente falsa, y porque las prácticas policiacas y represivas – eso que llaman fascismo- no son sino su otra cara, una cara violenta más visible ahora dada la creciente lumpenizado del Estado. Y salvo un cambio radical o una revolución, asuntos muy ajeno a los planes de la administración Boric-Kast, estas tendencias y la crisis seguirán su curso. Por ello mismo, si bien votar no cambiará nada, tampoco será un acto neutral: otorgará legitimidad, validará, dará aire a un régimen agotado que debiera dar paso a otro orden político. Los votos, usando otra vez sin ninguna animosidad la estratificación orwelliana, servirán para que los cerdos y sus perros o los burros y sus lobos, se vistan de demócratas mientras el país seguirá de tumbo en tumbo con todos los efectos lacerantes para los pueblos. Pero no seamos tan pesimistas: antes que la utopía de la granja fuera traicionada, primero por la renovación y luego por la conversión de cerdos y burros, hubo una rebelión, un proyecto emancipatorio contra los otros opresores. Habrá que darle entonces una vuelta a la historia y recuperarla, por cierto, sacando las lecciones para no reincidir y cual ovejas caminar en círculos. Santiago, 8 de diciembre de 2021. |
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