Alejandra Matus, a 17 años del “Libro Negro de la Justicia”: “Guillier mostró la portada en televisión y fue citado a declarar”
27/03/2017 |
Por Luis Casanova R.
Por mucho que gracias a los avances en materia judicial, la transparencia y los medios digitales la censura casi no exista, todavía la influencia del poder económico pone en tela juicio la igualdad ante la ley. Si lo dice alguien que fue exiliada por investigar, por algo será.
El 13 de abril de 1999, la periodista Alejandra Matus publicó el "Libro Negro de la Justicia Chilena". Sin embargo, un día antes de su lanzamiento, el 14 de abril de ese mismo año, el entonces ministro de la Corte Suprema, Servando Jordán, confiscó el texto y en tiempo récord le aplicó la Ley de Seguridad del Estado, bajo el delito de desacato, por lo que tuvo que asilarse en los Estados Unidos.
La profesional, 17 años después, decidió reimprimir la investigación, con material nuevo y mirando de lejos las restricciones.
Por otro lado, en 2013, terminó "Doña Lucía", retrato biográfico que narra la influencia de Lucia Hiriart en su marido Augusto Pinochet durante los años de la dictadura.
Sobre estas obras y los pilares que el régimen militar dejó instalados para siempre, la además académica de la Universidad Diego Portales dialogó con Cambio21.
Para que lo sepa: tenemos generaciones completas que creen que la política chilena es una mierda. ¿Por culpa de quién?
Manda el dinero
- ¿Por qué volvió a reeditar el Libro Negro?
- Me pasaba que mucha gente de diversos ámbitos y características me lo pedían y el libro ya no estaba disponible e incluso para la universidad era difícil de encontrar fuera de lo que estaba en internet. Recuerdo que cuando fue publicado, los que lo leyeron lo hicieron con miedo y a escondidas. Por eso que me pareció que era un buen momento para volver a hablar de la justicia, ya sin esa carga de temor que existía tras la publicación, con otra circunstancia y con mayor libertad. Además, pensé que era necesario también para los que no lo había leído y que querían tenerlo. La respuesta que ha tenido demuestra que había ciertas razones para hacerlo, porque ha tenido harto éxito en su relanzamiento.
- ¿Era necesario actualizarlo?
- Sí. De hecho, trae un capítulo nuevo en el que me hago cargo de lo que ha pasado con la justicia chilena desde el '99 hasta la fecha. Hay otro capítulo inicial, que se llama Gatopardo, y otro al final, donde se cuenta todo lo que pasó con el libro después de su prohibición, la censura y los entretelones de lo que se vivió.
- A groso modo, qué es lo que se puede decir de la justicia tras casi dos décadas. ¿Hubo avances o los jueces siguen cayendo en las mismas conductas?
- Hay de los dos elementos, aunque obviamente el poder judicial cambió de manera radical en comparación con aquel tiempo. El proceso penal era escrito, los mismos jueces investigaban y sancionaban, si se perdía el expediente se acababa el juicio, todo era secreto y no había publicidad. O sea, jamás hubiéramos visto lo que se ve hoy, con las audiencias de formalización, donde hablan los jueces y las partes. En fin, era un proceso inquisitivo y oscuro, en el que reinaban los abusos y las prácticas indebidas. Sin embargo, existen cosas que estaban esencialmente malas y que se mantienen hoy o se han agravado, como lo es la influencia del dinero en los juicios. Es decir, el cliente con dinero tienen muchas posibilidades de salir libre de cualquier tipo de acusación, independiente de la gravedad. Podríamos asumir que la igualdad ante la justicia es un ideal que no se da mucho en Chile.
- También cuestiona el sistema de nombramientos.
- Así es, dado que hay una suerte de binominalismo en los nombramientos de la Corte Suprema y en el poder judicial, como asimismo algunos problemas con el Ministerio Público, lo que ha estado en el debate público respecto a la falta de control y supervisión hacia la labor de los fiscales.
- ¿Se imagina hoy a un magistrado haciendo lo mismo que Servando Jordán con una investigación literaria?
- En términos de libertad de expresión ya no es posible. No lo podría hacer ni Servando Jordán ni cualquier otro poder del Estado contra los periodistas. Tras la censura al Libro Negro hubo demandas ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, vinieron relatores a Chile y aparecieron otros casos que llamaron la atención de la justicia internacional. Nuestro país estaba en una democracia ejemplar, pero retrógrado en este tema, con una legislación autoritaria en el marco de la libertad de expresión que no se ajustaba con el modelo y la imagen que se quería proyectar en el exterior. La ley de desacato y otras normas fueron derogadas. Por lo tanto, no es posible hacer lo que se hico con el Libro Negro por mucho que a algunas autoridades se sientan tentadas de hacerlo.
- ¿Qué opina del rol de la prensa? ¿Crees que el trato sería el mismo si lo del Libro Negro hubiera sucedido hoy?
- Yo no me puedo quejar sobre el trato que tuvo la prensa sobre mi caso. Efectivamente, hubo una gran conmoción pública en ese momento, donde todo lo que se vio fue reflejado en los medios de comunicación. La censura no fue ignorada. Todo lo contrario. Sin embargo, lo que se ignoraba y no se decía era lo traía el libro. Para hablar del libro existía un temor, temor que era fundado, porque, por ejemplo, Alejandro Guillier mostró la portada del libro en pantalla en televisión y fue citado a declarar. Entonces, se admite que ese miedo a la autoridad, al poder y a la crítica se ha desvanecido bastante. Pero siempre quedan zonas de tabú y de cosas que no se dicen, aunque son menos eso sí. Con la irrupción de los medios digitales es casi imposible controlar el flujo informativo. Al punto que a veces se cometen injusticias de parte de los propios medios por falta de verificación y por premura y ansiedad por publicar algo que se sabe o escucha como rumor. Nos pasamos para el otro lado. Como sea, hay mucha más libertad de expresión de la que hubo cuando se publicó el libro.
- ¿Cómo cree que se ha comportado la justicia en esto que es la crisis de las instituciones y a partir de los casos Penta, SQM, Caval, Corpesca y otros? ¿Existe una reivindicación de los jueces o persisten las dudas respecto a implicados que deberían estar presos y no lo están?
- A mí me parece que ha habido un cambio, en cuanto a que fiscales y jueces se han atrevido a meterse en casos de delitos de cuello blanco que probablemente en la vieja justicia no se hubieran ejercido. Pero eso no significa que haya plena igualdad de la ley. Como te decía antes, el poder del dinero es muy eficiente en lograr que haya personas formalizadas que quedan libren de penas y sanciones.
El triunfo cultural de la dictadura
- ¿Qué la llevó a aproximarse a un personaje tan particular como Lucía Hiriart?
- En realidad fue una sugerencia que me hizo Andrea Palet (escritora y editora chilena) para que investigara e hiciera este libro. Además que me pareció una buena idea. En el momento que lo escribí -y antes- creí que el personaje había ejercido mucho poder en la sociedad chilena, y sin embargo no se había escrito su historia.
- ¿Existe una cierta mitología en torno a ella? Se lo pregunto porque hasta se hacen chistes con los años que tiene y cuándo se va a morir. Hay un meme que aparece como "La inmortal". En fin, se habla de eso y no tanto sobre la polémica de sus bienes.
- Sí. Me parece que la gente la ha transformado en un personaje icónico y como la última sobreviviente de la dictadura, porque ha vivido y sobrevivido más que todos los integrantes de la Junta Militar y otros personajes de aquel tiempo. Y todavía vive, sumado a su imagen e impronta que tuvo en el ejercicio del poder que tuvo en Chile. Me parece natural, pero no me puedo hacer cargo de eso.
- De todas formas el día de su muerte llegará, eso es irreversible. Cuando eso suceda, ¿se terminará el recuerdo oscuro que existe sobre la familia Pinochet?
-No. Yo creo que todavía nos falta mirar más hacia nuestro pasado. Los traumas como los que vivió Chile duran centenas, no decenas de años. Con mayor libertad y distancia en el tiempo se van a seguir revisando y hablando de cosas que antes se tenía miedo de contar, tocar y conversar. No creo que se termine de hablar de los Pinochet. Ahora, obviamente, que será un minuto simbólico y que tal vez mucha gente espera poder ver para dar por finalizada una época.
- ¿Se terminó en la política chilena la lógica del Sí y el No? ¿Notas un esfuerzo de algunos actores de saltarnos este período histórico y abocarnos solo a la actualidad?
- Históricamente, y mirando a largo plazo, ese ayer es hoy, está ahí y es inmediato. Y creo que en nuestras corrientes subterráneas y en todo lo que nos ha pasado como país las posiciones que se tomaron durante la dictadura todavía pesan y seguirán pesando. A lo mejor, habrá nuevos temas, pero existen heridas enormes y un pasado que sigue vivo y reciente que siempre nos seguirá penando. No pienso que vaya a desaparecer. Debería ser así además. Somos lo que fuimos y somos lo que somos.
- ¿Cuál crees que fue el principal triunfo que dejó la dictadura en cuanto a la forma de pensar que tiene hoy la ciudadanía? Pesa el individualismo en una economía de mercado cada vez más intensa.
- La mayor victoria de la dictadura fue cultural. Creó generaciones de jóvenes y adultos y viejos también que creen que la política es un negocio ajeno, que la participación en los asuntos públicos es una pérdida de tiempo y que la política y los políticos son una mierda. Ese es el legado de una sociedad que no se hace cargo de sí misma, que no madura y que no comprende que la participación en política en los asuntos públicos es clave para determinar nuestro futuro y el de nuestros hijos.
Los próximos golpes
"Estoy haciendo varias investigaciones periodísticas de las cuales no puedo hablar (ríe)... lamentablemente. Una es sobre una gran institución pública, otra tiene que ver con niños y la última con empresas".
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