30/04/2017 |
Mario López M.
Sadismo, traición, sexo y aberraciones se mezclan en la historia de estas dos mujeres que fueron el símbolo femenino de la represión. Una uniformada, la otra civil, la primera de carrera policial, la otra una militante del MIR que cambió de vereda. El resultado, el mismo: muertes, tormentos y dolor.
Hasta hace un mes, sólo 32 agentes femeninas que ejercieron como represoras durante la dictadura aparecían procesadas, acusadas o condenadas. "Las mujeres son particularmente más brutales que los hombres y más violentas", reconoció la "flaca Alejandra", quien de militante del MIR pasara a ser una emblemática colaboradora en la entrega de decenas de personas, muchas hasta hoy desaparecidas.
Las hay de aquellas que pertenecían a alguna institución armada antes del golpe y de aquellas que se integraron luego o cambiaron de bando, voluntariamente o como consecuencia de haber sido víctimas de torturas al punto de quebrarse y transformarse en cómplices.
Dos nombres encarnan eso roles, nombres que a muchas y muchos hacen aún temblar: Ingrid Felicitas Olderock Oelckers, la famosa adiestradora de perros que se usaron para vejar y aterrorizar a prisioneras y prisioneros, y Marcia Alejandra Evelyn Merino Vega, alias "la flaca Alejandra", para algunos una víctima más, para muchos eso pudo ser al principio, pero aseguran que luego mutó en una cruel torturadora.
Olderock: Sadismo sin contemplación
Ingrid Felicitas Olderock Oelckers equivale, en versión masculina, a otro repulsivo agente de la dictadura, el "guatón" Romo. Ambos no solo reprimieron, atormentaron y martirizaron hasta la muerte a sus víctimas, sino que además gozaron lo que hacían.
La mujer provenía de la dotación femenina de Carabineros y se le asignó la labor de organizar y dirigir la Escuela Femenina de la institución. Allí unas 70 fueron instruidas en tareas represivas y técnicas que serían usadas en la "guerra" contra opositores, generalmente amarrados y vendados. Ostentaba el cargo de capitán y se transformó por su sadismo en una mujer de confianza de Manuel Contreras en la DINA.
Instructora de perros, aprovechó sus destrezas para preparar a algunos de ellos para usarlos en interminables episodios de torturas. Con ellos vejó a hombres y mujeres, incluso de manera cruel y burlesca llamó "Volodia" a uno de ellos -un pastor alemán, en referencia a uno de los máximos dirigentes del Partido Comunista de esa época: "Te está violando Volodia", se burlaba durante los suplicios a que sometía a sus víctimas.
La "Venda Sexy"
No se trata de cualquiera de los recintos secretos de detención y tortura que mantuvo la DINA. Todos fueron siniestros, cuál más cual menos, pero la "Venda Sexy" en particular se destacaba por una "especialización" en los tormentos: las vejaciones sexuales. También destacó -junto con otros- por el número de detenidos desaparecidos cuya última huella corresponde al lugar en que funcionaba, en el sector de Quilín, calle Irán 3037, cerca de la intersección con calle Los Plátanos, comuna de Ñuñoa.
Muchos de los 119 detenidos desaparecidos que figuraron en las listas publicadas por la DINA en el extranjero para justificar sus ejecuciones provienen de ese lugar, también conocido como "La Discoteque".
Los hermanos Mario Fernando y Nilda Patricia Peña Solari, Ida Vera Almarza, Isidro Pizarro Meniconi, Luis Mahuida Esquivel, Antonio Soto Cerna, Luis Gonzáles Mella, Félix De la Jara Goyeneche, Marta Neira Muñoz, César Negrete Peña, Gerardo Silva Saldívar, Renato Sepúlveda Gajardo, María Joui Petersen, Francisco Rozas Contador, Jorge Eduardo Ortiz Moraga, Jorge Herrera Cofré, Ramón Labrador Urrutia, Luis San Martín Vergara y muchos otros fueron mencionados por sobrevivientes como personas que estuvieron en ese lugar antes de desaparecer.
Allí, desde finales de 1974 y hasta mediados de 1975, Olderock dio rienda suelta a sus depravaciones. Testimonios de ex agentes en causas judiciales aseguran que el lugar estaba preferentemente conformado por carabineros y en coordinación con Villa Grimaldi.
Los detenidos permanecían con la vista vendada, varios en una misma pieza, pero separados los hombres de las mujeres. Los agentes del equipo operativo funcionaban dentro de un horario similar al común de la jornada de trabajo y luego salían del lugar dejando a los prisioneros a cargo de los guardias.
Fuera de ese horario no se torturaba y las normas más estrictas se relajaban, dependiendo de la voluntad de los captores. El recinto tenía música ambiental permanente, razón por la cual era conocido como ‘La Discoteque', sostiene el informe Rettig.
Perros y bestias
La "capitana" Olderock hizo de ese un lugar especial; la diferencia radicaba en los métodos de tortura, todas de índole sexual y que buscaban no solo quebrar al torturado sino que además denigrarlo. Violación de detenidas y detenidos y otros abusos sexuales eran parte del día a día, ejecutados por agentes de guardia y animales.
Un testimonio judicial publicable, refleja la bestialidad: "...era una casa de dos pisos con subterráneo, con piso de parqué, una ventana redonda en el baño y una escalera de mármol, impresionante, muy grande, curva y ancha. Continuamente había música estridente, e incluso una vez pusieron en la pieza dos discos con la música a todo volumen, que nos produjo una terrible sensación. Fui bajada a un subterráneo donde comenzaron a torturarme a golpes, corriente, etc. Esa noche dormí en una pieza común que al parecer estaba destinada a los nuevos detenidos. Al día siguiente fui llevada a una pieza de mujeres, lugar donde vi a numerosas personas que estuvieron conmigo. Continuamente, además, entraban individuos a la pieza que nos vejaban de todas las formas imaginables y posibles...".
También hay testimonios de hombres, aunque a muchos les ha costado reconocerlo públicamente, de violaciones con animales. Las aberraciones se cometían de preferencia en los subterráneos, siempre acompañado de música estridente para acallar los gritos desgarradores de las víctimas.
Impune, no indemne
Olderock fue integrante de la Brigada Purén. Su origen como represora está en los inicios de la dictadura en la Escuela de Tejas Verdes, también lugar de inicio del siniestro Manuel Contreras. El libro "La mujer de los perros", de Nancy Guzmán, puso en el tapete la identidad de esta criminal, fallecida en 1990, paradojalmente rodeada de canes. "Era una mujer brillante, manipuladora, amenazante en sus formas, fría en la ejecución, soberbia y sin ningún rastro de arrepentimiento por sus espantosos actos", consignó la escritora sobre la sádica capitana.
Terminó sin ser condenada, impune por razones mentales. Una bala en la cabeza y otra en el pecho disparadas en un atentado en 1981, presuntamente ejecutado por un comando del MIR, aunque ella denunció que habría sido un atentado ejecutado por sus propios excompañeros de Carabineros con el objeto de acallarla.
Ese fue el detonante para que comenzara a hablar y denunciar a sus ex camaradas de armas, aunque cuando ella debió enfrentar a la justicia por sus propias acciones se escudó en la insania, producto de las lesiones recibidas. Quienes le vieron antes de morir reconocen que efectivamente terminó medio loca.
La "flaca Alejandra": Santa y demonio
Imposible entender a cabalidad las contradicciones de quienes revisaron junto a Cambio21 el rol que cupo en la represión a Marcia Alejandra Evelyn Merino Vega, "la flaca Alejandra". Una disciplinada militante del MIR, incluso temida por sus propios compañeros a quienes demandaba una entrega a la causa aún más allá del compromiso ideológico.
No resistió las torturas
Merino cayó tras el golpe en poder de los organismos de seguridad, no solo una vez sino en dos ocasiones. De la segunda, el 1 de abril de 1974, no libró fácilmente. En manos primero del fiscal militar Lautaro Bache, en Curicó, fue víctima de torturas que ella misma ha reconocido no fue capaz de resistir. Allí, durante los cuatro meses que duró su detención, entregó la información de que disponía acerca de sus propias funciones políticas.
Como en muchos otros casos, un acta da cuenta que en la última fecha ella obtuvo su libertad. Era falso. En realidad fue entregada a la DINA, en Santiago, siendo dirigida a Londres 38 bajo el poder de Osvaldo "guatón" Romo, quien se encargó de quebrarle la poca resistencia que le quedaba, si es que le quedaba.
A partir de allí solo su testimonio da cuenta que no pudo resistir y comenzó a ser utilizada como "porotera", es decir, acompañaba a agentes represivos a detener a militantes del MIR a quienes ella debía reconocer. Ella afirma que los agentes ya contaban con los datos, que ella solo los corroboraba.
Decenas de testigos, incluidos algunos ex agentes de la DINA, en declaraciones judiciales dan cuenta que era algo más que eso, que no solo entregó a decenas de ex compañeros, muchos desaparecidos, sino que incluso participó en los interrogatorios y sesiones de tormentos, y no de manera forzada.
Merino relata que las torturas de Romo la doblegaron, al punto de llegar a entregar a sus mejores amigas, Muriel Dockendorff y María Angélica Andreoli Bravo. Que está aún en el sur, que está en el extranjero, como su vida, variadas son las versiones. Lo cierto es que hasta hoy cada cierto tiempo se aparece por tribunales entregando información en las distintas causas de DDHH donde es requerida.
Libremente presa
En diferentes expedientes se afirma que ella -a pesar de su intimidad con los represores- no estaba separada de los demás detenidos, aunque no usaba venda y tenía cierta libertad para desplazarse. "Lo hacía para sacarnos información acerca de nuestros contactos o verdaderos nombres o de los puntos de encuentro. Nos decía que era mejor cooperar, que igual ellos sabían", dijo a Cambio21 una expresa política en Londres 38 que prefiere omitir su nombre.
Asegura que pudo reconocerla por la voz mientras era torturada por Romo y Laureani, entre otros. Ella sabía precisamente qué preguntar, porque manejaba información, afirma.
No fue la única que cumplió esos roles. Otras de sus camaradas pasaron por lo mismo, entre ellas Luz Arce y Alicia Uribe, la "Chica Carola". Tales tareas las cumplieron en Londres 38 pero también en otros recintos de detención, como Villa Grimaldi, a donde eran trasladadas para interrogar o reconocer a prisioneros.
En el libro "Una mujer en Villa Grimaldi", de la escritora, sobreviviente y ex militante del MIR Nubia Becker, se afirma que "había tres mujeres que se habían quebrado en la tortura y estaban colaborando con la DINA. Las ocupaban para reconocer y ablandar a sus camaradas, a fin de que delataran la identidad y el paradero de los militantes clandestinos. Estaban tan presas como nosotras, pero se movían sin venda, tenían asignada una pieza y se entretenían viendo televisión".
Durmiendo con el enemigo
Las relaciones sexuales no eran solo producto de tormentos al interior de los cuarteles secretos de la DINA, también testigos sostienen que los hubo voluntarios o como medio para conseguir prebendas que no todos los prisioneros tenían.
Uno de los casos más mencionados corresponde justamente a la "flaca Alejandra", quien aparecía en una relación sentimental con el capitán de ejército Manuel Vásquez Chahuán, agente DINA de la Brigada Purén. No fue al único al que se le ligó. También se le vincula sentimentalmente con el detective y miembro de la plana mayor de Villa Grimaldi Eugenio Fieldhouse Chávez.
La prisionera pasó más tarde, a inicios de 1975, a recibir un "sueldo", un departamento en la Remodelación San Borja y la calidad de agente de la DINA. "Empleada civil" era su estatus, hasta con "derecho a vacaciones y con porte de armas de fuego", se constata de declaraciones judiciales.
En una causa seguida en contra de Manuel Contreras se asegura que él era uno de los asiduos visitantes a las fiestas que se organizaban en el departamento de la "flaca Alejandra".
Ella funcionaba en las oficinas centrales de la DINA en calle Belgrano. Asistió a cursos de especialización en la ENI en Rinconada de Maipú, llegando a ocupar puestos de avanzada por lo que fue distinguida.
Allí la capitán de carabineros Ingrid Olderock le ofreció realizar cursos, lo que aceptó. Sus vínculos amorosos la llevaron en 1976 a relacionarse con Juan Morales Salgado, el conocido jefe de la Brigada Lautaro.
No fue el último romance que se le conoció. En 1977 ella misma reconoce que se ligó con David Jacob Helo, a quien se sindica como otro ex agente represor y miembro del grupo extremista Patria y Libertad que colaboró mayoritariamente con la DINA.
Acción, sexo y dinero
El último romance conocido que se le achaca con ex represores corresponde al sostenido con el ex agente de la CNI Gabriel Hernández Anderson en 1981. Merino ya pertenecía al nuevo organismo que reemplazó a la DINA.
Su nueva pareja era el jefe máximo de la CNI en Arica. Él junto con un cómplice y también miembro de los organismos de seguridad de la época, Eduardo Villanueva Márquez, fueron condenados por ser los autores del asesinato de dos funcionarios del Banco del Estado a quienes robaron más de 45 millones de pesos de aquel tiempo y que pertenecía a la entidad bancaria. El 22 de octubre de 1982 fueron fusilados en la cárcel de Calama. Los dineros, de acuerdo con investigaciones posteriores, estaban destinados a financiar el órgano represor.
Otro nombre asociado con "la flaca Alejandra" es el de Alberto Badilla Grillo, un oficial hoy en retiro de la Armada, quien habría sido "su verdadero amor", según confesó. También aparece el nombre de Francisco Haoa.
Autora del libro "Mi verdad: más allá del horror yo acuso", que contiene su testimonio de su paso por el MIR hasta la CNI, constituye una fría muestra de la personalidad de esta mujer, víctima para muchos, criminal para los más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario