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martes, 29 de marzo de 2022

El gobierno, los silencios y sus primeras extrañezas

    

Son apenas dos semanas, pero el tiempo corre demasiado deprisa para pausas y desvíos. Tras la inauguración, tras los símbolos y los rituales, procede la instalación, extendida en un proceso que no alcanza a asentarse. Es una percepción exterior, sin duda, aun cuando también es observada de cerca. Es aquello que el senador Iván Flores denunció como entidades descabezadas, con funcionarios subrogantes, sin designaciones oficiales  mientras la gente sigue esperando respuestas. Es eso, pero hay mucho más.

El lunes estuvo Mario Marcel en la comisión de Hacienda de la Cámara de Diputadas y Diputados para responder a preguntas y establecer plazos. ¿Cuándo comienza el cambio? ¿Por dónde comienza? ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué sucede con los precios y la inflación? Marcel esbozó el panorama actual, complejo por la escena mundial y también incierta en nuestras latitudes cuando lleguen los efectos de las sanciones a Rusia. Agencias y organizaciones globales alertan sobre un aumento sin precedentes en los precios de insumos tan básicos como los alimentos y la energía. En un país con una economía tan abierta como la nuestra será muy difícil frenar este torrente y sus consecuencias en nuevos aumentos de las tasas de interés.

Las respuestas de Marcel apuntan a la configuración de una base económica de cierta continuidad con aquello que hemos conocido durante los últimos treinta años. Es lo que se desprende de sus palabras. Marcel habló del IFE laboral, de subsidios focalizados, de Pensión Garantizada Universal y de la reforma tributaria, que llamó “pacto tributario”. ¿Con quién? Está claro que será un acuerdo con el sector privado bajo el fuego comunicacional de la derecha, aquella en las cámaras y en la redes sociales. Tenemos bien presente el mal recuerdo del  2014  con la malograda reforma tributaria de Michelle Bachelet y cómo la cocinó su propia coalición en el Senado. Porque si hay algo que despierta a la derecha es la defensa de sus privilegios.

Durante los últimos treinta años los gobiernos del binominal descansaron sobre la figura del ministro de Hacienda, siempre hombres con un currículum con doctorados en Estados Unidos y experiencia laboral en el sistema financiero y organismos internacionales, como el FMI o el Banco Mundial. Hombres avalados por el establishment económico nacional y global y en línea directa con línea directa la CPC, la Sofofa y la Asociación de Bancos. No hay excepciones, salvo Alberto Arenas, ministro del segundo gobierno de Bachelet caído en desgracia por varios motivos el 2015. Arenas fue el primer ministro de Hacienda removido de su cargo desde el inicio de los gobiernos neoliberales.

Mario Marcel es una variante de la versión clásica de los ministros de Hacienda. Es el primer ministro socialista de esa cartera, estudió en el sistema público chileno, Instituto Nacional y Universidad de Chile, y no hizo su doctorado en Estados Unidos sino en Cambridge, Reino Unido. Desde entonces su carrera ha estado ligada a los gobiernos de la Concertación, a organismos internacionales, como el BID y la OCDE, y desde el 2015 en el Banco Central.

¿Es prematuro evaluar su desempeño? Es posible, aun cuando hay ciertos antecedentes que apuntan a objetivos menores que no resolverán de forma oportuna ni certeza los absolutamente necesarios cambios que la sociedad chilena exige. La misma sociedad que salió a las calles el 2019, que salió otra vez para aprobar el plebiscito y elegir a los convencionales, aquella que votó por Gabriel Boric observa con atención e inquietud los anuncios y también los silencios del gobierno.

El economista y vicepresidente de Cenda, Manuel Riesco, ya ha expresado su abierta crítica a la gestión de Marcel. Un par de declaraciones más una entrevista a diario económico DF le bastan para dar una idea de la dirección que tendrá en economía el gobierno de Boric. Riesco menciona no solo el rechazo abierto del hombre de Hacienda a un quinto retiro de fondos de pensiones sino la opacidad sobre el futuro del sistema de AFP, su apoyo al minúsculo proyecto de royalty minero recortado por el Senado y su obsesión por la contracción del gasto, incluso mayor al del gobierno saliente. Lo peor se asoma sin duda en la observación que hace Riesco: “Su entrevista comprueba que no está dispuesto a enfrentar a los grupos más poderosos para realizar las reformas necesarias que el país requiere y el pueblo exige. Es una gran irresponsabilidad”.

 

No solo Manuel Riesco. El economista José Gabriel Palma de la Universidad de Cambridge en un análisis completo sobre la ley de royalty minero en el Senado,(aquella institución retardaria que afortunadamente tiene sus días contados) dice que con “este proyecto de ley, tal  como lo despachó la Comisión de Minería del Senado, vamos en el camino a un deja vu de la “Ley Longueira”: de igual forma como dicha ley terminó regalando cuotas pesqueras (y a perpetuidad) a unas pocas familias que controlaban el sector, ahora grandes mineras del cobre y litio también van a poder evitar tener que pagar muchos miles de millones de dólares respecto de lo que deberían haber pagado como royalty”. Junto con lamentar la presión indecente de las mineras ante los lábiles senadores y senadoras, ahora se añade Marcel, agradado con el proyecto. En fin, como escribe Gabriel Palma, “Chile se ha transformado en un ejemplo de cómo no hacer las cosas en una economía de mercado”.

El significado de las críticas de estos dos economistas citados está en un contexto mayor. Son señales de un programa acotado y lastrado por la concepción neoliberal de la economía, el que impedirá generar los cambios que el país requiere. Como si más de treinta años de neoliberalismo no fueran suficientes, su extensión no augura nada nuevo sino que nos cierra a los cambios, no solo los deseados para generar una economía más inclusiva, sino ante las transformaciones mundiales hacia el proteccionismo que podrían llegar a paralizar la economía chilena.

En las críticas de los economistas hay un factor que puede ser crucial. Es el deja vu que percibe Palma. Son tremendas las presiones de los grupos de poder ante los gobiernos, las que ejercen a través de lobby, de sus medios hegemónicos y las redes sociales. Pero existe algo peor. Es el temor de los gobiernos ante aquellas presiones, que finalmente los convierte en administradores de los poderosos.

Aquello no es todo. Hay algo aún más inquietante. Una extrañeza, un alejamiento del gobierno de sus bases electorales. No solo es Mario Marcel en Hacienda. Durante la semana hemos también oído a la vocera de gobierno avalando y reforzando las declaraciones de Hacienda.

 Por Paul Walder

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