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viernes, 5 de febrero de 2010

Una masacre de campesinos en Chihuio. Valdivia


escrito por Pablo Varas

El día 15 de septiembre de 1973 las Fuerzas Armadas, autoproclamadas en Junta Militar dieron a conocer la siguiente proclama, aquí una parte de aquella carta abierta.
Fuente El Clarin

“Por ello, nada tienen que temer aquellos que tengan las manos limpias y la conciencia tranquila, porque es para ellos y para todos el fruto de este renacer esperanzado; unidos fraternalmente, iniciamos por el rumbo luminoso de nuestra estrella el camino de la reconstrucción nacional. Se acabaron los temores, los sectarismos, las prédicas del odio y los atentados contra la dignidad del chileno”
Chilenos:

La luz de septiembre nos inunda de nueva esperanza. Campesino: ahí está tu tierra liberada para que la fecundes con tu esfuerzo…”
No habían pasado dos semanas de aquellas palabras de mal aliento militar, cuando se va a producir una masacre que forma parte de la memoria del pueblo chileno, una más de una larga lista donde son los uniformados, los responsables directos.

Valdivia domingo 7 de octubre

Desde el Regimiento Cazadores de la ciudad de Valdivia, que por esos tiempos era responsabilidad del Coronel Santiago Sinclair. Salieron camiones militares con soldados, varios oficiales y tomaron rumbo a Futrono, zona campesina, pobre, bajo pretexto de aniquilar la posible resistencia campesina del sector. Los dueños de los fundos habían confeccionado una lista con nombres de campesinos, que según ellos constituían un peligro en la zona, eran rebeldes, se habían alzado, no acataban las órdenes y no querían escucha a nadie…eran indios.
La lista de los supuestos campesinos alzados e insurrectos, fue confeccionada por el latifundista Américo González Torres, en cuya propiedad se alojaron los oficiales a cargo de esta caravana militar.
En el reten de carabineros de Futrono, había seis campesinos detenidos que fueron subidos a los camiones y con ellos la caravana militar siguió rumbo a Curriñe y Chabranco, en total fueron diecisiete detenidos. El trato al que fueron sometidos empezó con violentos apaleos hasta sangrar, en algunos casos estando presentes sus propios familiares. En su mayoría eran de religión evangélica.
Lo accidentado del terreno, la lluvia, hizo que los camiones quedaran metidos en el barro, es por
eso que la caravana tuvo que continuar su ruta a pie. Esos campesinos prisioneros amarrados unos con otros, insultados siempre mientras la lluvia cae inclemente, comienzan a cantar obligados por los oficiales, Capitán Luís Osorio Garardazanic, tenientes Lautaro Ortega, Luís Rodríguez Rigo-Righy, Patricio Keller Oyarzún, Marcos Rodríguez Olivares. Los prisioneros solo conocían sus cantos evangélicos, esos donde se pide ayuda y fuerza mirando hacia los cielos.*
Los oficiales ordenan que los campesinos sean amarrados de manos, para lo cual utilizan los alambres de colgar la ropa de la
casa patronal de los González.
Los obligaron a correr, los oficiales dieron la orden, así descalzos, mojados y ya heridos, se caían y se volvían a levantar. Es entonces cuando el ruido de las balas va dejando su reguero de muertos. Pero no todo terminó allí.
Un grupo de esos militares se lanzó contra los cuerpos semihundidos en el barro, algunos aun vivos y pidiendo clemencia, sangrantes aún, y comenzaron a cortarlos en trozos, desgarrándoles, cortándoles los dedos, golpeándolos con las culatas de sus fusiles, quebrándoles las extremidades, dejándolos con sus huesos al aire. La sangre se confundía con la lluvia que caí intensa.
Algunos familiares de esos campesinos asesinados, tuvo la valentía de ir a buscarlos a la mañana siguiente. Allí estaban convertidos en un cuadro de horror que representa de manera exacta, la mentalidad militar, el valor patrio, cometidos por los que se dicen guardianes del alma de la civilidad.
En 1978 llegaron al mismo lugar de nuevo los militares, esta vez con palas y picotas, encontraron el lugar con la ayuda del terrateniente Américo González Torres, y los desenterraron. Los testigos confirman que las osamentas fueron metidas en sacos y desaparecieron…
“Desconozco totalmente lo que usted me pregunta (..) Carezco de antecedentes (..) Jamás tuve conocimiento de los hechos que se han denunciado, en consecuencia tampoco me cabe responsabilidad alguna en ellos”…
(General Santiago Sinclair. Vice Comandante en Jefe del Ejército de Chile. 1990).

* Jorge Escalante. La Misión era matar. Lom editores. Colección Nuevo Periodismo. Santiago Chile. 2000.


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